Temas de Hoy, Madrid, 2010. 352 pp. 21 €
Miguel Baquero
Hay odiseas —y pocas veces mejor dicho dada la época en que transcurre esta novela— que no sólo se convierten en el reflejo de un tiempo, sino que en gran medida constituyen la ilustración de un eterno afán humano, en este caso femenino, como es poder escapar al destino impuesto por las normas sociales. La curandera de Atenas, primera novela de la madrileña Isabel Martín, está ambientada en el glorioso siglo de Pericles, tiempos míticos de la excelencia en el pensamiento, en las artes, en la política, pero que, sin embargo, reservaba un duro destino para quienes no componían el cuerpo de los ciudadanos de la polis, en especial los esclavos, y quizás más duro aún para las mujeres, obligadas a cumplir un papel sumiso y callado. En ocasiones, y desilusionados los padres por que no hubiera nacido un varón, dejaban a las niñas abandonadas a su suerte.
La curandera de Atenas narra la historia de Helena, hija del filósofo Empédocles, una joven que tras una infancia distinta al común, por la cercanía de su padre que la introduce en el estudio de los fenómenos físicos y nociones religiosas avanzadas, se ve de pronto capturada, vendida como esclava y sumergida en el escalafón más bajo, por mujer y por sirvienta, de aquel mundo que hoy, siglos después, nos parece que debió de ser deslumbrante. Un brillo que, en su día, según se advierte en la novela, estuvo empañado por el auge de las supersticiones, a las que se entregaban las mentes más preclaras, y por la conspiración eterna de la envidia, la ambición, la maldad. No hubo nunca ningún Siglo de Oro, ni siquiera en aquella vieja Atenas de Pericles sobre la que susurra el aliento de la peste y al fondo se oye el paso de los espartanos que se acercan.
Sobre este fondo, magníficamente levantado y basado en una extraordinaria documentación, asistimos a la lucha de Helena por superar su condición de esclava, para lo cual, ciertamente, tiene pocas opciones: o convertirse en sacerdotisa, o convertirse en hetaira o ejercer la medicina tal como entonces se entendía, antes de que Hipócrates, otro de los grandes personajes que aparecen en esta novela, pergeñase una mínima base científica. Al mismo tiempo que trata de levantarse, la joven Helena pugna por descubrir la trama que la ha llevado a su condición, qué razones motivaron su secuestro y posterior venta, casi al mismo tiempo que la muerte de su padre; tras todo estos sucesos, sospecha, no se esconde la casualidad sino un plan premeditado.
La curandera de Atenas es una novela ágil, muy bien escrita y documentada, sobre la base de unos personajes sólidos y humanos, una trama envolvente y, sobre todo, una época, un siglo de esplendor como pocas veces ha conocido la Historia, pero que, como no podía ser de otra forma, también guardaba su rincón de sombras, pasiones oscuras y sentimientos viles.
Miguel Baquero
Hay odiseas —y pocas veces mejor dicho dada la época en que transcurre esta novela— que no sólo se convierten en el reflejo de un tiempo, sino que en gran medida constituyen la ilustración de un eterno afán humano, en este caso femenino, como es poder escapar al destino impuesto por las normas sociales. La curandera de Atenas, primera novela de la madrileña Isabel Martín, está ambientada en el glorioso siglo de Pericles, tiempos míticos de la excelencia en el pensamiento, en las artes, en la política, pero que, sin embargo, reservaba un duro destino para quienes no componían el cuerpo de los ciudadanos de la polis, en especial los esclavos, y quizás más duro aún para las mujeres, obligadas a cumplir un papel sumiso y callado. En ocasiones, y desilusionados los padres por que no hubiera nacido un varón, dejaban a las niñas abandonadas a su suerte.
La curandera de Atenas narra la historia de Helena, hija del filósofo Empédocles, una joven que tras una infancia distinta al común, por la cercanía de su padre que la introduce en el estudio de los fenómenos físicos y nociones religiosas avanzadas, se ve de pronto capturada, vendida como esclava y sumergida en el escalafón más bajo, por mujer y por sirvienta, de aquel mundo que hoy, siglos después, nos parece que debió de ser deslumbrante. Un brillo que, en su día, según se advierte en la novela, estuvo empañado por el auge de las supersticiones, a las que se entregaban las mentes más preclaras, y por la conspiración eterna de la envidia, la ambición, la maldad. No hubo nunca ningún Siglo de Oro, ni siquiera en aquella vieja Atenas de Pericles sobre la que susurra el aliento de la peste y al fondo se oye el paso de los espartanos que se acercan.
Sobre este fondo, magníficamente levantado y basado en una extraordinaria documentación, asistimos a la lucha de Helena por superar su condición de esclava, para lo cual, ciertamente, tiene pocas opciones: o convertirse en sacerdotisa, o convertirse en hetaira o ejercer la medicina tal como entonces se entendía, antes de que Hipócrates, otro de los grandes personajes que aparecen en esta novela, pergeñase una mínima base científica. Al mismo tiempo que trata de levantarse, la joven Helena pugna por descubrir la trama que la ha llevado a su condición, qué razones motivaron su secuestro y posterior venta, casi al mismo tiempo que la muerte de su padre; tras todo estos sucesos, sospecha, no se esconde la casualidad sino un plan premeditado.
La curandera de Atenas es una novela ágil, muy bien escrita y documentada, sobre la base de unos personajes sólidos y humanos, una trama envolvente y, sobre todo, una época, un siglo de esplendor como pocas veces ha conocido la Historia, pero que, como no podía ser de otra forma, también guardaba su rincón de sombras, pasiones oscuras y sentimientos viles.
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