Ediciones del Viento, A Coruña, 2010. 168 pp. 18 €
Ignacio Sanz
He aquí un libro leve, visual, personalísimo, travieso, juguetón, ligeramente pecaminoso e incitador, un libro que se ve con deleite y se lee con la sorpresa estimulante que deja la visión fugaz, pero intensa de los 69 autores que aportan un testículo corto, a veces divertido y trasgresor. Pequeñas trasgresiones. Por supuesto, el libro tiene en las viñetas de Pablo Gallo su hilo conductor. Ignoraba la existencia de Pablo Gallo, sus buenas mañas con el dibujo, su ensoñaciones de contorsionista, su delicadeza contenida para mostrar escenas eróticas con esa galanura deleitable.
Las viñetas tiene una forma circular, como si, efectivamente, el lector estuviera mirando a través del ojo de una cerradura ese universo secreto que se esconde dentro de una alcoba. Una parte de la escenas reflejan una pareja en diferentes posturas, mientras que en otras se muestra a un hombre o a una mujer exhibiendo la desnudez rotunda de unos cuerpos jóvenes. De estas viñetas han partido los autores para escribir su relato o su poema, que a veces se sustancia en unas pocas líneas, una página como mucho; sólo en un par de ocasiones se ha desbordado el texto hasta una página y media.
El resultado es un objeto precioso y manejable, un libro que se lee a trancos, pero sobre todo se mira, una de esas obras en las que forma y fondo casan a la perfección.
La nómina de autores es tan amplia que sería una desconsideración relacionarlos, como acaso también lo fuera hablar de unos pocos dejando a los otros muchos en el tintero. Pero, hablando de edad, andan entre los treinta y tantos y los cincuenta y tantos, es decir que forman parte de dos generaciones y uno sospecha la labor heroica de ingeniería que late detrás de un juguete como este para coordinar a tantos autores. Pero hay más. El afán de Pablo Gallo como dibujante no se limita a las viñetas eróticas que son la sustancia e hilo conductor del libro, sino que se prolonga en un retrato de corte realista de cada uno de los autores que va colocado al final, como un epígrafe que hermosea la buena factura del libro. Y es aquí donde uno descubre la maestría de Pablo, las muchas horas de rodaje, el acierto en su ejecución y el hermoso recorrido que ha de haberle llevado a hacer un viaje tan íntimo y tan hermoso que ahora Ediciones del Viento, con la exquisitez que acostumbra, pone al alcance de todos. Enhorabuena.
Ignacio Sanz
He aquí un libro leve, visual, personalísimo, travieso, juguetón, ligeramente pecaminoso e incitador, un libro que se ve con deleite y se lee con la sorpresa estimulante que deja la visión fugaz, pero intensa de los 69 autores que aportan un testículo corto, a veces divertido y trasgresor. Pequeñas trasgresiones. Por supuesto, el libro tiene en las viñetas de Pablo Gallo su hilo conductor. Ignoraba la existencia de Pablo Gallo, sus buenas mañas con el dibujo, su ensoñaciones de contorsionista, su delicadeza contenida para mostrar escenas eróticas con esa galanura deleitable.
Las viñetas tiene una forma circular, como si, efectivamente, el lector estuviera mirando a través del ojo de una cerradura ese universo secreto que se esconde dentro de una alcoba. Una parte de la escenas reflejan una pareja en diferentes posturas, mientras que en otras se muestra a un hombre o a una mujer exhibiendo la desnudez rotunda de unos cuerpos jóvenes. De estas viñetas han partido los autores para escribir su relato o su poema, que a veces se sustancia en unas pocas líneas, una página como mucho; sólo en un par de ocasiones se ha desbordado el texto hasta una página y media.
El resultado es un objeto precioso y manejable, un libro que se lee a trancos, pero sobre todo se mira, una de esas obras en las que forma y fondo casan a la perfección.
La nómina de autores es tan amplia que sería una desconsideración relacionarlos, como acaso también lo fuera hablar de unos pocos dejando a los otros muchos en el tintero. Pero, hablando de edad, andan entre los treinta y tantos y los cincuenta y tantos, es decir que forman parte de dos generaciones y uno sospecha la labor heroica de ingeniería que late detrás de un juguete como este para coordinar a tantos autores. Pero hay más. El afán de Pablo Gallo como dibujante no se limita a las viñetas eróticas que son la sustancia e hilo conductor del libro, sino que se prolonga en un retrato de corte realista de cada uno de los autores que va colocado al final, como un epígrafe que hermosea la buena factura del libro. Y es aquí donde uno descubre la maestría de Pablo, las muchas horas de rodaje, el acierto en su ejecución y el hermoso recorrido que ha de haberle llevado a hacer un viaje tan íntimo y tan hermoso que ahora Ediciones del Viento, con la exquisitez que acostumbra, pone al alcance de todos. Enhorabuena.
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