Trad. Natalia Cervera (El quinto en discordia) y Miguel Martínez-Lage (Mantícora y El mundo de los prodigios). Libros del Asteroide, 2009, Barcelona. 1200 pp. 34,95 €
Miguel Baquero
Robertson Davies (1913-1995), el autor de esta trilogía, publicada en España y reunida recientemente en un solo volumen por la editorial Libros del Asteroide, fue probablemente el escritor más reconocido de su país, Canadá. Galardonado con numerosos premios, en nuestro país su novela El quinto en discordia, primera de esta trilogía, obtuvo en el año 2006 el Premio Llibreter de narrativa, y fue saludada con magníficas críticas.
Publicada originariamente entre 1972 y 1975, la Trilogía de Deptford, formada por las ya citada El quinto en discordia, Mantícora y El mundo de los prodigios, es una saga a la usanza clásica, una saga firme y llena de ramificaciones a lo largo de la cual vamos asistiendo al destino de varios personajes que se van entrecruzando a lo largo de los años; una saga al modo clásico en la que existen secretos familiares, confesiones que no acaban de decirse, dudas paterno-filiales, antiguos amores que reaparecen al cabo de los años. En cierto modo, la Trilogía de Deptford está concebida al estilo de esas viejas sagas decimonónicas que, tomando como epicentro a una persona o a una familia, nos narran su vida desde el nacimiento hasta la muerte, así como los avatares de aquellos que tuvieron contacto con él. Sin embargo, y pese a partir de ese viejo patrón, la Trilogía de Deptford tiene muchos aspectos que superan ese viejo esquema y abren nuevas ventanas por las que discurre un aire fresco.
Para empezar, y nunca mejor dicho, en un originalísimo rasgo de humor —como una burla a las antiguas e infatuadas epopeyas familiares—, Davies hace arrancar su saga a partir de un hecho tan nimio como una bola de nieve que, el 27 de diciembre de 1908, un muchacho lanza a otro allá en Deptford, un pequeño y casi perdido pueblo de Canadá. Por un extraño azar de la vida, la bola no acierta al chico al que iba dirigida, sino que éste, hábilmente, se agacha y el proyectil impacta entonces contra una mujer embarazada que camina por allí cerca del brazo de su marido. El incidente provoca el parto prematuro de la mujer… y a partir de ahí los hechos se desatan, el destino se tensa, una gran historia comienza a rodar.
Junto con este original principio —a mi entender grandioso, precisamente por lo minúsculo—, la Trilogía de Deptford, especialmente en la parte correspondiente a su primera novela, encadena de manera ágil, a veces vertiginosa, diferentes episodios de la vida de los personajes que en la mayoría de los casos dejan en el lector una sensación magnífica, pues se trata de escenas novedosas, diferentes a lo habitual. A lo largo de las más de mil páginas del volumen, el lector ve alzarse ante sus ojos una poética que se pretende nueva, pese a estar, como digo, embutida en esa forma antigua. Pero no es sólo el deseo de frescura y autenticidad lo que impregna estas páginas, hay también un pensamiento que late al fondo de los tres libros sobre cómo debe comportarse el hombre, cuál es el sentido de una moral, y, sobre todo, de qué forma todas nuestras acciones acaban teniendo una consecuencia. Cómo el hombre arrastra la cadena de sus decisiones pasadas, incluso —o sobre todo— de aquéllas que pensó que no tendrían mayores consecuencias.
Es de reseñar también —y de agradecer— que, pese a todo, Davies no quiera establecer en ningún momento moralejas o moralinas, así como tampoco haga nunca de sus personajes arquetipos o modelos. Son, todos ellos y en todas las páginas, seres humanos que obran como tales y que, por tanto, se producen a veces de manera mezquina y otras de forma altruista; tipos que, con la excusa de llevar a cabo nobles acciones, se mueven arrastrados por los peores instintos; santos laicos que fueron y seguramente un día volverán a ser pecadores.
Literatura, en resumen. Historias humanas y envolventes, plagadas de imaginación y de final impredecible. Pequeños hechos que se convierten en trascendentales, aparentes catástrofes que acaban pasando desapercibidas. Tal y como es la vida, seguramente, y como nos la narran estas tres magníficas novelas, con sus personajes, algunos de ellos magnéticos, con sus situaciones novedosas y muchas de ellas inolvidables —como las diversas troupes de artistas de mejor y peor calaña por las que uno de los personajes acaba pasando—. La Trilogía de Deptford no es, desde luego, uno de esos libros que tanto abundan de lectura acelerada y afán tumultuoso por llegar hasta el final; por el contrario, es un volumen para leer tranquilamente, disfrutando de cada uno de los personajes, de cada una de las escenas, de esos detalles que precipitan un carácter y dan sentido a toda una vida.
Miguel Baquero
Robertson Davies (1913-1995), el autor de esta trilogía, publicada en España y reunida recientemente en un solo volumen por la editorial Libros del Asteroide, fue probablemente el escritor más reconocido de su país, Canadá. Galardonado con numerosos premios, en nuestro país su novela El quinto en discordia, primera de esta trilogía, obtuvo en el año 2006 el Premio Llibreter de narrativa, y fue saludada con magníficas críticas.
Publicada originariamente entre 1972 y 1975, la Trilogía de Deptford, formada por las ya citada El quinto en discordia, Mantícora y El mundo de los prodigios, es una saga a la usanza clásica, una saga firme y llena de ramificaciones a lo largo de la cual vamos asistiendo al destino de varios personajes que se van entrecruzando a lo largo de los años; una saga al modo clásico en la que existen secretos familiares, confesiones que no acaban de decirse, dudas paterno-filiales, antiguos amores que reaparecen al cabo de los años. En cierto modo, la Trilogía de Deptford está concebida al estilo de esas viejas sagas decimonónicas que, tomando como epicentro a una persona o a una familia, nos narran su vida desde el nacimiento hasta la muerte, así como los avatares de aquellos que tuvieron contacto con él. Sin embargo, y pese a partir de ese viejo patrón, la Trilogía de Deptford tiene muchos aspectos que superan ese viejo esquema y abren nuevas ventanas por las que discurre un aire fresco.
Para empezar, y nunca mejor dicho, en un originalísimo rasgo de humor —como una burla a las antiguas e infatuadas epopeyas familiares—, Davies hace arrancar su saga a partir de un hecho tan nimio como una bola de nieve que, el 27 de diciembre de 1908, un muchacho lanza a otro allá en Deptford, un pequeño y casi perdido pueblo de Canadá. Por un extraño azar de la vida, la bola no acierta al chico al que iba dirigida, sino que éste, hábilmente, se agacha y el proyectil impacta entonces contra una mujer embarazada que camina por allí cerca del brazo de su marido. El incidente provoca el parto prematuro de la mujer… y a partir de ahí los hechos se desatan, el destino se tensa, una gran historia comienza a rodar.
Junto con este original principio —a mi entender grandioso, precisamente por lo minúsculo—, la Trilogía de Deptford, especialmente en la parte correspondiente a su primera novela, encadena de manera ágil, a veces vertiginosa, diferentes episodios de la vida de los personajes que en la mayoría de los casos dejan en el lector una sensación magnífica, pues se trata de escenas novedosas, diferentes a lo habitual. A lo largo de las más de mil páginas del volumen, el lector ve alzarse ante sus ojos una poética que se pretende nueva, pese a estar, como digo, embutida en esa forma antigua. Pero no es sólo el deseo de frescura y autenticidad lo que impregna estas páginas, hay también un pensamiento que late al fondo de los tres libros sobre cómo debe comportarse el hombre, cuál es el sentido de una moral, y, sobre todo, de qué forma todas nuestras acciones acaban teniendo una consecuencia. Cómo el hombre arrastra la cadena de sus decisiones pasadas, incluso —o sobre todo— de aquéllas que pensó que no tendrían mayores consecuencias.
Es de reseñar también —y de agradecer— que, pese a todo, Davies no quiera establecer en ningún momento moralejas o moralinas, así como tampoco haga nunca de sus personajes arquetipos o modelos. Son, todos ellos y en todas las páginas, seres humanos que obran como tales y que, por tanto, se producen a veces de manera mezquina y otras de forma altruista; tipos que, con la excusa de llevar a cabo nobles acciones, se mueven arrastrados por los peores instintos; santos laicos que fueron y seguramente un día volverán a ser pecadores.
Literatura, en resumen. Historias humanas y envolventes, plagadas de imaginación y de final impredecible. Pequeños hechos que se convierten en trascendentales, aparentes catástrofes que acaban pasando desapercibidas. Tal y como es la vida, seguramente, y como nos la narran estas tres magníficas novelas, con sus personajes, algunos de ellos magnéticos, con sus situaciones novedosas y muchas de ellas inolvidables —como las diversas troupes de artistas de mejor y peor calaña por las que uno de los personajes acaba pasando—. La Trilogía de Deptford no es, desde luego, uno de esos libros que tanto abundan de lectura acelerada y afán tumultuoso por llegar hasta el final; por el contrario, es un volumen para leer tranquilamente, disfrutando de cada uno de los personajes, de cada una de las escenas, de esos detalles que precipitan un carácter y dan sentido a toda una vida.
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