Trad. Lluís Maria Todó. Impedimenta, Madrid, 2010. 136 pp. 15.60 €
Martí Sales
Parece que George L., el protagonista de esta novela, es el padre de la revolución interior. ¡Y nosotros sin saberlo! Octave Mirbeau, con estilosa y muy francesa prosa de largos periodos, nos cuenta la historia de un cajero de banco apocado, reducido a desarrollar su imaginación más allá de lo normal para poder sobrevivir a una vida a todas luces tristísima, sin ningún saliente ni agarradero, ni positivo ni negativo. Sus padres “me habían creado sin alegría; me criaron sin amor”. Su infancia transcurrió sin ilusiones; su único amor, un perro llamado Bijou, murió al comerse un trozo de vidrio rebuscando entre las basuras. Se deja humillar por todos recurriendo a la escapada mental, de la que se convierte en gran experto. Sentado en su sillón, haciendo oídos sordos a las imprecaciones de su esposa, se dejar llevar a mundos maravillosos y tiene las más conmovedoras historias de amor con las más bellas mujeres jamás vistas. Su relación con el mundo es la de alguien que no comprende su funcionamiento, constantemente la sociedad decepciona a George, que, cual observador invisible, es testigo de infidelidades, hipocresías, estúpidas discusiones, envidias, avaricia y finalmente, hasta un asesinato. Las hiperbólicas descripciones del autor producen el esperado efecto hilarante: Rosalie, la mujer del protagonista, es «seca de piel, seca de corazón, angulosa y dura, con los ojos grises como dos bolas de ceniza, los cabellos escasos y mates, el pecho asexualmente plano; a los veinte años tenía el aspecto destartalado de una ruina viejísima; su fealdad era tan total que era algo más que fealdad: era nada... nada... ¡nada!». Página tras página, el lector se sumerge en el desopilante universo reflexivo del pobre y amargado George, y se deleita con sus fracasos estrepitosos, con sus penas e incomprensiones totales. Lluís Maria Todó vierte en magnífico castellano este recomendable libro deprimentemente divertido.
Martí Sales
Parece que George L., el protagonista de esta novela, es el padre de la revolución interior. ¡Y nosotros sin saberlo! Octave Mirbeau, con estilosa y muy francesa prosa de largos periodos, nos cuenta la historia de un cajero de banco apocado, reducido a desarrollar su imaginación más allá de lo normal para poder sobrevivir a una vida a todas luces tristísima, sin ningún saliente ni agarradero, ni positivo ni negativo. Sus padres “me habían creado sin alegría; me criaron sin amor”. Su infancia transcurrió sin ilusiones; su único amor, un perro llamado Bijou, murió al comerse un trozo de vidrio rebuscando entre las basuras. Se deja humillar por todos recurriendo a la escapada mental, de la que se convierte en gran experto. Sentado en su sillón, haciendo oídos sordos a las imprecaciones de su esposa, se dejar llevar a mundos maravillosos y tiene las más conmovedoras historias de amor con las más bellas mujeres jamás vistas. Su relación con el mundo es la de alguien que no comprende su funcionamiento, constantemente la sociedad decepciona a George, que, cual observador invisible, es testigo de infidelidades, hipocresías, estúpidas discusiones, envidias, avaricia y finalmente, hasta un asesinato. Las hiperbólicas descripciones del autor producen el esperado efecto hilarante: Rosalie, la mujer del protagonista, es «seca de piel, seca de corazón, angulosa y dura, con los ojos grises como dos bolas de ceniza, los cabellos escasos y mates, el pecho asexualmente plano; a los veinte años tenía el aspecto destartalado de una ruina viejísima; su fealdad era tan total que era algo más que fealdad: era nada... nada... ¡nada!». Página tras página, el lector se sumerge en el desopilante universo reflexivo del pobre y amargado George, y se deleita con sus fracasos estrepitosos, con sus penas e incomprensiones totales. Lluís Maria Todó vierte en magnífico castellano este recomendable libro deprimentemente divertido.
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