Pedro M. Domene
Javier Expósito Lorenzo (Madrid, 1971) ha ido configurando un mundo de lo breve de una forma pausada, y se sumerge en la literatura apostando fuerte, caso de su primera obra, Más alto que el aire. Breviario para el alma (2013), un finísimo canto espiritual para nuestros días, cuando nuestra capacidad de sentir y de pensar conforman un binomio tan importante como necesario. Ahora se asoma al complejo mundo del cuento o del relato breve, sin duda el género más sincero porque, entre otras muchas características, se reviste de algo de ironía, alguna que otra sonrisa, e incluso cuando sacude nuestras conciencias, provoca en nosotros un sereno llanto; el cuento, en definitiva, nos muestra el mundo como si de una vidriera policromada se tratara, y oscila entre ese profuso sentimiento humano y lo más preclaro de una visión metafísica; en realidad, los cuentos son historias que merecen ser contadas en singular.
Si algo caracteriza a los cuentos de Pájaros en los bolsillos (2015) es su pluralidad, su identidad con el ser humano y cuantos aspectos se derivan del poder de su fantasía; esto es, Javier Expósito sustenta su fabulación sobre una realidad solo sostenible con algo de fantasía e irrealidad, aunque es verdad que sus historias pese a ese corte maravilloso nos sugieren las más diversas actitudes ante la vida, las emociones, el intento de superación, los peligros, los recuerdos y esa huella indeleble que nos deja el pasado, nos dibuja una difícil convivencia o, en el peor de los casos, el olvido. La huella de las lecturas del narrador sirve para poner de manifiesto los materiales con que elabora su literatura, y en esta colección percibimos la visión irónica e hilarante del mejor Kafka, o como contrapartida un Borges cuya libertad se extiende a sus propios personajes porque, para el argentino, la literatura suponía un juego dramático que revela esa relación entre dualidades, como ocurre en un estupendo, “Jansek Selimen”. El mundo concreto de Javier Expósito se especifica en algunas de las transformaciones que experimentan sus personajes y en las ausencias de los mismos porque, en definitiva, se trata de una existencia convulsa donde todo cabe, por supuesto. La variedad temática está servida, incluida la extensión de muchos de estos cuentos de corte cercano al microrrelato, o de una variada extensión en otros. Y, también, afina con un curioso sentido de la ironía, “Cuestión de familia”, del humor, “La mala uva de Andresito”, lo inesperado y sorprendente, “El último guerrero bunzu”, en su sentido más lírico, “Juan Gallina”; y como algún que otro atrevido previo, nos ofrece en “Lección de humildad” su versión del más famoso de los dinosaurios.
En el breve prólogo, Fernández de la Sota afirma que en nuestras vidas, como en el Universo, abunda la materia oscura, sin saber muy bien qué pasa y, claro está, se refiere a la dificultad para entender qué ocurre a nuestro alrededor; Expósito es consciente de ello y se apresura a contar, y se aproxima a sus historias en la forma más sutil que tiene un escritor para hacerlo, acepta el riesgo y relata lo que ve, incluso aquello que no se percibe, y aun más lo que somos capaces de intuir. Quizá por eso, los cuentos de este madrileño se concretan en breves notas, agudas crónicas, sucesos, acontecimientos cotidianos, o fantásticas sorpresas anodinas, que se acercan a un halo o se traducen en un suspiro poético y espiritual. Y lo mejor es que, al final de todas y cada una de las páginas de este libro, uno deja volar su imaginación, se lleva las manos a sus bolsillos, y en cualquier momento, ocurre esto: puede encontrar, como el niño Guille, sus propios pájaros.
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