María Dolores García Pastor
Leí por primera vez a Maite Núñez en Facebook,
fragmentos de algunos de sus relatos con los que había conseguido ganar o quedar
finalista en algún premio literario. Con la avidez con la que los enfermos de
lectura buscamos con qué alimentar nuestras ansias lectoras busqué y rebusqué
para leer sus libros pero, ante mi sorpresa y decepción, aún no había publicado
ninguno. Afortunadamente, aquellos fragmentos también los había leído un avispado
editor que ha decidido reunir todos esos relatos y algunos más en el volumen Cosas que decidir mientras se hace la cena,
el primer libro de esta escritora.
Encontramos en este volumen quince narraciones
breves o muy breves cuyo nexo común es el universo doméstico. Son la punta del
iceberg de algo mucho más grande que la autora no nos muestra, y que es lo que
se esconde detrás de la aparentemente anodina e insulsa vida doméstica. Núñez nos lleva con total naturalidad de
situaciones dramáticas a otras de un humor bastante negro. Todo cabe en el día
a día, tras la aparente normalidad nada es lo que parece.
En líneas generales en la literatura todas las
historias están contadas, así que lo que diferencia, lo que hace al escritor,
es su manera de contarlas. Las palabras son nuestra herramienta como los
pinceles y los tubos de pintura son las del pintor, con ellas pintamos
retratos, escenas, paisajes. Y Maite Núñez
pinta con pincelada precisa y muy expresiva. Apenas un par para dibujar los
personajes y muchos detalles, mínimos pero muy bien hallados. Mención
especial merecen la gran visualidad de sus imágenes de las que el libro está
lleno, ese patinete que es como una carcasa de gato moribundo, esas ideas que
caen del pensamiento como hojas de calendario…
Los quince relatos que conforman Cosas que decidir mientras se hace la cena
se escribieron a lo largo de siete años. La escritura, la obra de un autor,
evoluciona con el tiempo igual que el propio autor. Sin embargo, en estos
relatos, no se aprecia un cambio significativo: el conjunto es homogéneo, armónico
y sin fisuras. Y eso se debe a que se han dejado macerar, se han reescrito y se
han corregido. Los que escribimos sabemos que escribir es básicamente reescribir,
que un buen relato no nace de la improvisación ni de la inspiración del
momento. En los textos que conforman este volumen nada queda al azar, no sobra
ni un punto ni una coma y cada palabra es la precisa, dice lo que la autora
quiere decir, ni más ni menos. Pero al mismo tiempo, y aunque pueda parecer
extraño, ese trabajo no se ve, no se aprecia a simple vista, no vemos el
andamiaje y eso redunda en la verosimilitud.
El hecho de que algunos personajes como Irene Sims,
Elisa Medahlo o Félix Millar aparezcan citados aunque sea de pasada en cuentos
que, por decirlo de alguna manera, no son el suyo, o el hecho de que la mayoría
de las historias transcurran en ese lugar idílico llamado San Cayetano, y que
los personajes se dejen caer por lugares como Angelo’s o d’Alessandro también
redundan en la verosimilitud y dan más consistencia al libro como conjunto.
También ayuda ese gusto por la ciudad de Londres que se deja ver de tanto en
tanto.
Maite Núñez tiene algo que muchos escritores se pasan años
buscando: una voz y un estilo propios, además de una prosa madura. Sus cuentos son
como rodajas de vida, al más puro estilo de los grandes cuentistas, Carver, Chéjov…
En cuanto a los desenlaces, algunos nos vencen por K.O. como decía Cortázar que tiene que ser y otros
quedan abiertos para que nos dejemos llevar, cuando cerramos el libro siguen
ocurriendo.
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