Jaime Valero
La narrativa de aventuras parte de una serie de elementos ineludibles, empezando por un abanico de localizaciones variadas y exóticas, la combinación de la intriga con el humor y el drama, y, por supuesto, uno o más protagonistas que, ya sea por convicción plena o por efecto del azar, abandonan la comodidad del hogar y la seguridad de sentirse parte de un grupo social para abrazar lo desconocido y embarcarse en toda clase de correrías. A todo ello hay que sumar un elemento fundamental que, de forma más o menos evidente, se plantea siempre en el género de aventuras: el afán de libertad. En el caso concreto de El oro y la sangre, el cómic que hoy nos ocupa, esta libertad se presenta de dos formas. En primer lugar, la libertad individual frente a la alienación o las restricciones del grupo, tal y como la representan los dos protagonistas de esta historia: Calixte de Prampéand y Léon Matilo. Dos personajes contrapuestos, como suele ocurrir en las historias protagonizadas por una pareja de aventureros, siendo el primero de ellos un aristócrata parisino, y el segundo, un buscavidas marsellés. Sus pasos se cruzan en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y, tras acabar el conflicto, reciben la conocida “llamada del mar” y deciden partir rumbo a África para ganarse la vida como piratas y contrabandistas. Los dos, sobre todo Calixte, rompen con su pasado para seguir ese impulso que los incita a librarse de los grilletes con los que tanto sus más allegados, como la sociedad en general, intentan mantenerlos aferrados a las limitaciones de la cotidianidad. La segunda libertad que se plantea en El oro y la sangre es colectiva, la de las tribus rifeñas que se levantaron en armas contra las autoridades coloniales española y francesa para conseguir la libertad y la independencia para su pueblo. El conflicto, que se inició antes incluso que la Gran Guerra, se extendió hasta el año 1927, y es precisamente el último tramo del mismo el que encontraremos plasmado en estas páginas. A priori, no parece que Calixte ni Léon pinten nada en él, pero ese mismo afán de libertad que los llevó a salir de su país, los impulsa ahora a apoyar la causa de los rifeños.
Este volumen 1 de Spaceman Books recopila en un tomo los dos primeros álbumes de la edición original francesa. El germen de la obra hay que buscarlo en un viaje a Marruecos que los dos guionistas realizaron hace ya 20 años, del que Maurin Defrance extrajo la idea para una novela, que no llegó a publicarse, y que Fabien Nury adaptó al cómic. A este último conviene seguirlo de cerca, con obras tales como Érase una vez en Francia (Norma Editorial) y Silas Corey (Dibbuks), que combinan magistralmente aventura e intriga con una ambientación encuadrada en la primera mitad del siglo XX. En cuanto al dibujo, en El oro y la sangre se lo reparten Fabiane Bedouel y Chabane Merwan, ambos procedentes del mundo de la animación, con un estilo dinámico de marcados claroscuros que nos remite a los trabajos de dos referentes del cómic de aventuras: Jacques Tardi y Hugo Pratt. Los cuatro juntos, estos autores han conseguido la difícil tarea de crear una historia de aventuras que no cae en la banalidad ni el artificio, sino que atrapa al lector gracias al carisma de sus personajes y a la riqueza de su ambientación.
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