Pedro Pujante
Hay libros que son difíciles de clasificar, libros raros que parecen escritos por una mano firme pero que bordease los límites de la realidad y la cordura. Pienso en la prosa de Kafka o en algunos relatos fantásticos de Felisberto Hernández. Pienso en la Trilogía involuntaria, de Mario Levrero. Raros que abogan por una literatura ¿fantástica? En todo caso, difíciles de etiquetar.
En esta tradición de los raros se podría acomodar a este joven autor, Juan Cárdenas (Popayán, Colombia, 1975), quien ya publicó en esta misma editorial una novela titulada Los estratos.
En Ornamento se cuenta la historia de unos experimentos que se están llevando a cabo con mujeres para perfeccionar una droga recreativa. Uno de los doctores que está al mando de las pruebas médicas se llevará a una de las pacientes a su casa y comenzará una relación triangular con ella y su propia esposa, una neurótica artista. Pero las tensiones aflorarán, la situación comenzará a enrarecerse y una perturbadora obsesión anidará en su cabeza.
La historia está contada por el propio protagonista. Un personaje que parece cada vez más distanciado de la propia realidad. De hecho, hay un cierto aire onírico que baña toda la narración, que desdibuja las situaciones y los personajes hasta volverlos casi irreconocibles. Como si una especie de alucinación o subjetividad demoledora tomase posesión del narrador. Además, se intercalan, a la manera joyceana, monólogos de la propia paciente, en los que se desvelan los fantasmas de su pasado, sus angustias y sus terrores familiares. Un pasado abyecto, miserable y oscuro, que consiguen explicar en parte esa tenebrosidad que la paciente número 4 parece albergar.
Las nuevas drogas parecen ser todo un éxito. Lo cual provocará un caos y disturbios en la ciudad, una ciudad tomada por mujeres violentas y ávidas de la sustancia, que harán cualquier cosa para satisfacer su novedosa adicción.
El lector tiene ante sí una historia distinta, original y que abre una nueva vía en la narrativa contemporánea, literatura que se distancia de lo comercial y que se atreve a ser un puro juego. Cárdenas sabe deslizarse del detalle exterior nimio a la atenta mirada del alma humana. Consigue dibujar un fresco contemporáneo de la demencia de nuestra sociedad, a través de unos personajes marginales y patéticos, que tienen más de criaturas esperpénticas y lunáticas –aunque reales, creíbles- que de seres imaginarios sin contornos.
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