Salvador Gutiérrez Solís
La editorial La Isla de Siltolá, que en los últimos años ha conseguido contar con su propio espacio en la geografía poética nacional, estrena su colección de narrativa con la nueva novela de Juan Cobos Wilkins, Pan y cielo. Lo que nos empuja a pensar que la editorial va a mantener en prosa el rigor y acierto que le ha caracterizado en su ya amplio y selecto catálogo poético. Cobos Wilkins ha demostrado a lo largo de su ya dilatada trayectoria que se trata de un autor que se adapta perfectamente a los diferentes géneros en los que se adentra, consiguiendo que su personalísima voz permanezca siempre presente, pero desde el dominio de las herramientas e imágenes adecuadas en cada momento. No es, en definitiva, uno de esos narradores que se empeñan en exhibir en cada frase su vertiente poética, lo que propicia una narrativa bella, empalagosa a ratos, pero carente de historia, la mayoría de las ocasiones.
En sus anteriores novelas, Cobos Wilkins se ha detenido en momentos concretos de la historia, la cruenta revolución minera de Riotinto, el denominado ‘año de los tiros’, en El corazón de la tierra, y el terrorífico submundo de las prisiones franquistas en El mar invisible, por ejemplo, y ha sido respetuoso y consecuente con el tono escogido a la hora de abordar las citadas narraciones. En Pan y cielo, sin embargo, a pesar de partir igualmente de un hecho histórico, el autor onubense da libertad a personajes y trama para recrear un universo metafórico, simbólico, plagado de referencias cinematográficas y pictóricas, que funciona como un coro de voces perfectamente ensambladas y afinadas.
Situaciones y personajes que se han divertido a sus anchas, de la misma manera que el autor, intuyo, propiciando que la ironía y el sentido del humor se expandan como gas contagioso a lo largo del texto. En este sentido, podemos entender Pan y cielo como una extrañeza en la producción literaria de Cobos Wilkins, o de un nuevo camino iniciado, más contemporáneo en todos sus parámetros. Una obra en la que destacan los diálogos, repletos de inteligencia y naturalidad, y que definen a la perfección a los personajes que por la novela desfilan.
Como indicaba, Pan y cielo parte de un hecho tan cierto como estrambótico: la afiliación de San Antonio Abad, patrón de la localidad onubense de Trigueros, al sindicato UGT, con el objeto de poder celebrar su procesión anual, respetando el mandato gubernativo. Una anécdota que Cobos Wilkins aprovecha para trazar una silueta de aquella España, pero también de la actual, bipolar en muchos de sus aspectos, irreconciliable en cuestiones fundamentales, tendente a la fricción y al desencuentro. Pan y cielo, desde su simbólica coralidad, cabe entenderse como una reflexión sobre la concordia, sobre la necesidad de buscar y encontrar pacíficos puntos intermedios, como único camino para la construcción de una sociedad habitable y cómoda para la mayoría.
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