Jaime Valero
Desde su creación en 1911, Fantomas se ha convertido en un personaje icónico que, junto a las 32 novelas que protagonizó —escritas en el plazo de un par de años, con un ritmo de publicación tan demencial como los crímenes que perpetraba el personaje—, ha dado el salto al cine, a la radio, a la televisión y, como en el caso que hoy nos ocupa, al cómic. La cólera de Fantomas se inicia con un prólogo donde el guionista, Olivier Bocquet, se refiere a Fantomas nada menos que como el padre de los superhéroes norteamericanos. ¿De verdad podemos considerarlo el padre de Superman, Batman y demás leyendas del tebeo pijamero? Pues en cierto modo sí, de forma indirecta, a través de los héroes pulp que sirvieron de inspiración a las generaciones posteriores de justicieros enmascarados, como fueron La Sombra y Green Hornet. Posiblemente, de no haber existido Fantomas, la gestación de esos personajes hubiera sido muy distinta.
Pero no es una reflexión sobre la influencia y el legado de Fantomas lo que nos aguarda en este cómic, sino una reinterpretación de sus fechorías basada en el trabajo original de sus creadores, Pierre Souvestre y Marcel Allain. Para ello, Olivier Bocquet y Julie Rocheleau se sirven de algunos de los personajes de la obra original, como el inspector Juve y Lady Betham, la amante de Fantomas, y los combinan con elementos de su propia cosecha para ofrecernos un festival folletinesco cargado de sorpresas, que nos invita a un festín de espeluznantes asesinatos y a un viaje por los bajos fondos del París de principios del siglo XX. La historia arranca a finales de 1895 con un guiño cinematográfico: la presentación del cinematógrafo en la capital francesa, a la que asistió un todavía desconocido Georges Méliès que se asoma fugazmente a estas páginas, para más tarde convertirse en uno de los referentes del 7º arte. Una presentación que termina bañada en sangre y que culmina, años más tarde, con el juicio y el ajusticiamiento de Fantomas. Pero, ojo, esto no es más que el principio, ya que como buen villano, Fantomas vuelve de entre los muertos e inicia una oleada de venganza que se extiende durante los tres álbumes de esta obra.
El tono y el ritmo del guión son dignos de la tradición de los folletines: no hay respiro para el lector, que asiste fascinado a la crueldad de Fantomas y a su camaleónica habilidad para suplantar a todo aquel que le sirva en sus propósitos. Contra él se enfrentan el inspector Juve y el joven periodista Fandor, que tiene sus propias razones para acabar con la amenaza del enmascarado villano. Pero si por algo destaca esta obra es por el espectacular grafismo de Julie Rocheleau, que combina en su paleta la intensidad de los tonos rojos con la gelidez de los verdes y los azules para recrear una atmósfera que le viene como anillo al dedo a las fechorías del protagonista. De igual manera, el diseño de sus personajes, que tiende a la deformación propia de la caricatura, termina de potenciar las sensaciones que asolan al lector durante la lectura, que aúnan magnetismo y desazón.
Gran trabajo el de los dos autores en este arranque de la obra, titulado La guillotina, en el que, eso sí, apenas rozamos la superficie del personaje y de los acontecimientos. Las cartas están sobre la mesa, pero poco más. Aún tenemos que asistir al cénit del enfrentamiento entre Fantomas y sus perseguidores, Juve y Fandor, además de ahondar en la relación del villano con Lady Betham. La intensa escena con la que concluye este álbum nos deja hambrientos de más, así que solo nos queda esperar que Dibbuks nos traiga pronto la segunda entrega de este adictivo folletín en viñetas.
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