Julián Díez
La literatura no racionalista se viene a dividir convencionalmente, desde Todorov, en fantástica (en la que los personajes vacilan al encontrarse ante situaciones no conocidas en nuestro mundo real) y maravillosa (donde los personajes viven inmersos en un mundo alternativo). Esa división tiene consecuencias más allá de lo puramente literario, en lo académico y comercial; en la primera categoría entrarían James o Cortázar; en la segunda, Howard o Tolkien. Una es respetada entre las formas sofisticadas de la literatura contemporánea; la segunda sólo últimamente es mirada sin displicencia.
El problema (la virtud) de Powers es que lidera un creciente movimiento que trasciende esa división. Escribe de manera dinámica, pero trufa sus narraciones de referentes cultos. Trabaja en el territorio del género especializado, pero no escribe de acuerdo con sus convenciones comerciales. Es demasiado friki para el establishment y demasiado culto para tener legiones de fans en los foros de internet. Parece obsesionado por los poetas románticos, también por los viajes en el tiempo.
Algunos de sus personajes saben que el mundo es distinto a como lo vemos, pero otros no; de hecho, su escenario es el mismo mundo que nosotros hemos dado hasta ahora como normal y en el que él cuela rendijas de duda y emoción, de abominaciones ilimitadas y aventuras inimaginables. Luego han recorrido en ese territorio muchos autores, desde John Crowley hasta nuestro José Antonio Cotrina; pero Powers, a su manera, fue pionero. También quizá sea el mejor.
Una plasmación de esa combinación está en su puesto como pionero del steampunk, de las historias retrofuturistas en ambientación decimonónica. Pero Powers en realidad no hizo más que visitar ese subgénero que en rigor debe más a sus compadres K. W. Jeter y James Blaylock con una extraordinaria novela, Las puertas de Anubis, que tampoco es canónicamente ajustada a él; casi toda la carrera del autor californiano se ha concentrado en esa fantasía histórica alternativa de la que forman parte casi todos los relatos de este volumen, que recoge seis anunciados como los mejores.
Para el lector que aún no haya disfrutado con Powers, este librito le ofrece catas de varias de sus virtudes, como el vuelo imaginativo, la ambientación y la prosa elegante, sin algunos de sus inconvenientes, como la tendencia a resultar prolijo y, en resumidas cuentas, desmadrarse. Tiene la característica además de ser un volumen extrañamente ordenado in crescendo; el primer cuento, “Dondequiera que se encuentren”, es el más flojo del volumen, y los mejores los tres últimos.
“Dondequiera que se encuentren” es un relato de viajes en el tiempo desde el punto de vista de un protagonista empeñado en dejar la historia lo mejor posible. Enrevesado y cerrado (ajustadamente) de forma algo forzada, da paso luego a “Un alma embotellada”, en el que ya vamos sumando más temas propios del autor: poesía, amores imposibles, fantasmas...
“El camino de bajada” sube otro poquito la apuesta, mostrándonos una sociedad secreta cuyas características no desvelo para no revelar el meollo de la historia, con personajes bien trazados e instantes de singular potencia visual. Cuando llegamos luego a “El reparador de biblias” ya hablamos de palabras mayores: resultan memorables tanto el escenario propuesto, un mundo en el que lo sobrenatural interviene de forma cruda en lo cotidiano, como su protagonista, que da título al cuento y ofrece una versión singularmente dura del ya tópico “intermediario con el más allá”. “Salvación y destrucción”, el relato más extenso del volumen, parece recoger casi todos los temas previos (viajes en el tiempo, amor por los libros y su poder, una realidad paralela siniestra, una poetisa maldita) para reconcentrarlos en otra historia de nivel muy alto, de las que dejan recuerdo.
Conviene avisar a quien haya disfrutado de los cuentos del volumen hasta aquí que quizá deba aplazar la lectura del relato final, “Tiempo de sembrar piedras”. La acción está situada a caballo entre una de las novelas clásicas del autor, La fuerza de su mirada, y la que acaba de publicar, Ocúltame entre las tumbas. Si bien puede leerse de forma independiente, quienes se sientan impulsados a leer a Powers más adelante tienen en La fuerza de su mirada una opción obvia; y en este cuento se dan como conocidos los hechos narrados en esa novela. Personalmente, prefiero otras novelas de Powers más directas (Las puertas de Anubis o En costas extrañas) a la brillante pero un tanto excesiva La fuerza de su mirada, con su historia alternativa del romanticismo inglés salpimentada de vampirismo y mitología. Se lea o no este último relato, “El reparador de Biblias” y “Salvación y destrucción” justifican sobradamente adquirir el volumen y dejarse llevar de la mano por uno de los muy pocos escritores de literatura fantástica que hoy cuentan con un mundo propio independiente de convencionalismos, y que es a la vez ameno y sofisticado.
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