viernes, octubre 24, 2014

La puerta de los pájaros, Gustavo Martín Garzo

Impedimenta, Madrid, 2014. 192 pp. 20,95 €

Pedro M. Domene

El unicornio simboliza el silencio que acompaña los momentos esenciales, manifiesta Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) a propósito de su nueva entrega, La puerta de los pájaros (2014), una novela sobre el fin de la infancia, un texto que reivindica una literatura fantástica y mitológica, protagonizada por una princesa y un unicornio, y lo más importante de esta fábula, sin lugar a dudas, la mirada sobre las cosas y la realidad, porque hemos encaminado nuestra existencia hacia un mundo tan urbanizado que olvidamos fabular sobre los mitos y, además, inconscientemente nuestra vida la hemos convertido en algo pura y esencialmente racional.
En este libro se cuenta la historia de Constanza, una joven princesa que, junto a su padre el rey Dinis de Portugal, como es habitual, vive en un suntuoso palacio entre tapices que muestran a jóvenes doncellas con unicornios, y una leyenda afirma que, esos misteriosos animales, solo pueden encontrarse en la profundidad de los bosques porque son muy asustadizos. Una criatura mitológica de la que nada se sabe, aunque parece que sigue en secreto a las muchachas que se internan solas en el bosque y espera a que se sienten a descansar para acostarse a su lado y quedarse dormido sobre su falda, y lo que ocurre justo después de que este unicornio repose en el regazo de la joven Constanza, sirve de pretexto para que el narrador vallisoletano nos cuente su historia. Y sabemos, también, que la princesa tenía un secreto que la hacía escapar sola al bosque, y que pasará muchos años durmiendo sin que su cuerpo envejezca, mientras todo se vuelve triste y sin vida a su alrededor. Con su texto Martín Garzo quiere recordarnos esos cuentos que todo el mundo ha leído siendo un niño y que, como antaño, nos cuentan una hermosa historia sobre fantasía y magia en la que uno se ve envuelto con toda facilidad, porque entre otras muchas virtudes, estos relatos desprenden un halo de misterio e incertidumbre, y a medida que vamos leyendo se hilvanan pequeñas historias y descubrimos a los personajes que las protagonizan, y además de la princesa y su unicornio, aparece una horrible y malvada madrastra, Placeroscuro, que desencadenará el argumento de todo este cuento, y sabremos de Merlín y de sus hechizos, y su angustiada búsqueda de una familia de gitanos que ha comprado el cuerpo dormido de la pequeña Constanza como parte de su espectáculo, mientras la asiste la pequeña y hermosa Esmeralda que cuida el dulce sueño de la princesa y, casi sin darnos cuenta, quedamos sumergidos en una fantástica historia donde todo, todo es posible. Y esa, y no otra, es la magia que caracteriza a este libro, traspasamos esa suerte de Puerta de los Pájaros, que existe realmente, y en literatura se convierte en una auténtica invitación a no dejar nunca de soñar, de imaginar o, mejor aun, a que lleguemos a creernos los sucesos más fantásticos que nunca antes hubiéramos podido imaginar. Así, la historia de la princesa Constanza, presa de un sueño que parece eterno, de su padre entristecido y de los muchos viajes y aventuras que realizará dormida por una geografía reconocida, de las tribulaciones del mago Merlín y del relato de mitológicos unicornios, es sobre todo una alegórica visión de un no menos fabuloso mundo que resulta agradable no solo a los adultos sino que, también, aun logra serlo para los niños.
Uno de esos libros que pueden leerse como un cuento y, que de alguna manera, como señala el propio Martín Garzo, desde un plano más concreto significa una despedida de la infancia, aunque el escritor se encarga de que no sea una despedida triste, sino el resultado de todo un proceso de cambios como los experimentados a lo largo de nuestra vida, y que en La puerta de los pájaros, encarna Constanza, pero que tras su lectura se convierte en el recuerdo de esa infancia feliz ahora que ya somos adultos. Uno de esos libros para mirar atrás, para recordar, para asombrarnos, quizá un poco para llorar una pérdida, pero sobre todo para sonreír. Los niños y los adolescentes suelen ser seguidores de estas historias simbólicas, mágicas y mitológicas y, sin duda, son lectores ejemplares porque de hecho viven en un mundo paralelo sin necesidad de haber leído nada al respecto, y su pensamiento se aleja bastante de la racionalidad, hasta el punto de convertirse ellos mismos en personajes del mundo del cuento, según el propio autor.
La editorial Impedimenta publica este volumen de una forma ejemplar, además está ilustrado por Pablo Auladell que con mano de clásico, en realidad, ha vestido con sus ilustraciones una historia que contiene, de alguna manera, todo el peso aunque la verdad es que sus dibujos complementan el sentido último que Gustavo Martín Garzo ha pretendido otorgar a su historia.

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