Ángeles Prieto Barba
Sin tener que proclamarse feminista, cualquier mujer de nuestros días se indignaría ante la injusta y anárquica educación recibida por esas hermanas singulares que conocemos como las Mitford, sobre todo si la comparamos con la del único hijo varón de la familia, Thomas, que estudió en Eton. Señoras que al conocerlas parecen sacadas de la serie Dowtown Abbey, con la particularidad de que en vez de tres fueron seis, todas distintas y a su pesar, famosas. Y es que son precisamente ellas las que simbolizan y hasta encarnan valores, desgracias e injusticias del desdichado siglo veinte.
Por eso las memorias de Jessica,
la penúltima, están destinadas a proporcionarnos claves y
justificaciones de sus comportamientos singulares, señalando con
toda propiedad como culpables a las costumbres deficientes y
trasnochadas de la clase aristocrática inglesa, que se vio obligada
a adaptarse mal que bien a los adelantos técnicos, la economía
pujante y las ideologías extremas del pasado siglo. No obstante, una
enorme curiosidad por el mundo exterior y lecturas constantes las
convirtieron en unos seres atípicos, pero dueñas asimismo de una
cultura extraordinaria que percibimos en sus escritos. Y no sólo en
los de Nancy, la primogénita, que terminaría siendo escritora de
éxito, sino también en estos apasionantes recuerdos de infancia y
juventud que nos proporciona Jessica con orden, soltura y calidad
literaria incuestionable.
Tras las sonrientes fotos
familiares de exquisitas criaturas hermosas, altas y rubias, era
evidente también que existía una constante rivalidad entre ellas,
todas en busca de ese hombre brillante y fuerte que les diera lustre
y que les llevó a contraer, en algunos casos, matrimonios muy
desdichados. No fue el caso de Jessica (Decca) que retrata a su
primer marido Esmond Romilly, sobrino de Winston Churchill y
desaparecido en combate durante la Segunda Guerra Mundial, como un
héroe generoso, siempre intrépido y capaz de lo que fuera por
conseguir sus ideales. Un arquetipo de esposo perfecto que ya estuvo
larvando durante su difícil adolescencia hasta que lo encontró,
casándose muy joven tras una trepidante huida y el consiguiente
escándalo a la Guerra Civil española en la que participaron tan
sólo unas semanas en Bilbao como corresponsales.
La rebeldía de Decca ante su familia y su entorno se matizará cuando sobrevengan los desastres que se habían ido larvando en dos de sus hermanas mayores: la hermosa Diana que se divorciará de un Guinness para unirse a un hombre casado, Sir Owald Mosley, fundador de la Unión Británica de Fascistas, por lo cual acabarían ambos en la cárcel y Unity Valkyrie, de premonitorio nombre, quien tras declararse la guerra entre Gran Bretaña y Alemania e invitada a abandonar la segunda, escribió un carta a su admirado Hitler y acto seguido, se pegó un tiro en la cabeza dejándola en estado vegetativo hasta su muerte nueve años más tarde. Decca no puede sentir menos que compasión por Unity y mucho pesar por Diana, pues a partir de ahí se abre entre ellas el más completo silencio y un océano de distancia, ya que Decca consagraría su vida a defender en América el sueño de igualdad de su primer marido, ingresando en el Partido Comunista norteamericano junto al segundo. Frente a estas tres hermanas extremistas encontramos a la testigo escéptica, lúcida y burlona de Nancy, la mayor, que nos relatará ridiculizando estos excéntricos affaires en la novela Trifulca a la vista, también en Libros del Asteroide. Y también a las dos que se mantendrán al margen: Pamela, consagrada a la vida rural de los terratenientes ingleses y Bárbara, la pequeña, duquesa de Devonshire y gran amiga de Patrick Leigh Fermor, que acaba de morir hace unos días.
La rebeldía de Decca ante su familia y su entorno se matizará cuando sobrevengan los desastres que se habían ido larvando en dos de sus hermanas mayores: la hermosa Diana que se divorciará de un Guinness para unirse a un hombre casado, Sir Owald Mosley, fundador de la Unión Británica de Fascistas, por lo cual acabarían ambos en la cárcel y Unity Valkyrie, de premonitorio nombre, quien tras declararse la guerra entre Gran Bretaña y Alemania e invitada a abandonar la segunda, escribió un carta a su admirado Hitler y acto seguido, se pegó un tiro en la cabeza dejándola en estado vegetativo hasta su muerte nueve años más tarde. Decca no puede sentir menos que compasión por Unity y mucho pesar por Diana, pues a partir de ahí se abre entre ellas el más completo silencio y un océano de distancia, ya que Decca consagraría su vida a defender en América el sueño de igualdad de su primer marido, ingresando en el Partido Comunista norteamericano junto al segundo. Frente a estas tres hermanas extremistas encontramos a la testigo escéptica, lúcida y burlona de Nancy, la mayor, que nos relatará ridiculizando estos excéntricos affaires en la novela Trifulca a la vista, también en Libros del Asteroide. Y también a las dos que se mantendrán al margen: Pamela, consagrada a la vida rural de los terratenientes ingleses y Bárbara, la pequeña, duquesa de Devonshire y gran amiga de Patrick Leigh Fermor, que acaba de morir hace unos días.
Con estos mimbres, no tendrá
duda el lector de que va a encontrarse con un libro escrito con el
corazón, muy interesante y que dará mucho más de lo que promete
porque está muy bien redactado y ordenado, con memorables episodios
que invitan a la reflexión sobre los motivos que las pudieron
conducir, y nos encaminaron a todos, a tantos desastres sufridos. Un
libro, en definitiva, de provechosa lectura.
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