María Dolores García Pastor
Siete años esperando un libro son muchos años. Ese es el tiempo que ha pasado desde que Eloy Tizón publicó su último libro. Todo ese tiempo han estado esperando sus devotos lectores, muchos de los cuales lo son desde que leyeron Velocidad de los jardines (1992) que se ha convertido en todo un clásico, en un libro de referencia para los amantes del género. Y tras tan larga espera, como es de suponer, las expectativas creadas por la aparición de sus Técnicas de iluminación era muchas.
Reconozco que al acercarme por primera vez a su obra, los dos primeros relatos de esta colección de diez me dejaron algo confundida. Estas dos narraciones bastante poco convencionales, tienen más de poesía que de cuento. Pero pese a que no sabía muy bien a que atenerme, me dejé arrastrar por la lírica que rezuman ambos escritos, por la cantidad de imágenes que el autor crea jugando con las palabras, sugiriendo, seduciendo. Tal vez no acababa de entender su significado porque la forma no me dejaba centrarme en la acción que por otro lado me parecía algo surrealista, inconexa. Pero el pensamiento humano es así. Vuela de un tema a otro, no es una línea contínua ni siempre es racional. Hizo falta una segunda lectura para poder ver ese homenaje que el autor hace a Robert Walser y aquellos paseos suyos por el paisaje suizo, o para seguir el periplo de esa familia en su huída.
Tizón nos cuenta historias sencillas en apariencia que siempre esconden algo más. Una fiesta en la que no se sabe qué pasó, una caja cuyo contenido se desconoce… Da la sensación de que no comienzan por el principio sino que ya están comenzadas, y tampoco tienen un final. El lector debe entrar en el juego que le propone el autor, debe encontrar la pieza que le falta al puzzle, poner en marcha la maquinaria de la imaginación participando del relato de una manera activa. Mientras tanto, el escritor va creando una poética de la cotidianeidad, desgranando su mirada lírica sobre el mundo que le rodea.
En cuanto a los personajes, oimos su conciencia, entramos en su cabeza para ver cómo se enfrentan a las diferentes encrucijadas en las que los coloca el autor. Han de tomar decisiones. Se trata de seres a la deriva que siguen adelante pase lo que pase. La luz aparece como algo físico pero también como una metáfora, la de sentirse iluminado cuando uno decide lo que debe hacer, cuando descubre quién es y cómo va a enfrentarse a una disyuntiva. Y donde hay luz, necesariamente tienen que haber sombras. El claroscuro de la mente, las zonas más oscuras de la naturaleza humana, sus abismos en contraposición o como complemento de esas decisiones que nos ayudan a ver la luz. Tras escribir Velocidad de los jardines el listón quedó muy alto y eso a veces es complicado, puede parecer que es mejor dejarlo así, que cualquier cosa que venga detrás no podrá superar lo anterior. Pero no cabe duda de que, tras leer Técnicas de Iluminación el lector no se siente en absoluto decepcionado. En mi caso empiezo a entender por qué Eloy Tizón está considerado como uno de los mejores cuentistas contemporáneos en lengua castellana.
1 comentario:
Gracias por la reseña. Me dieron ganas de leerlo. Veré de comprarlo en mi país. Saludos. Gaby
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