María Dolores García Pastor
Hablar de escritores adictivos puede sonar a lugar común, a argumento para vender libros. En el caso de Roald Dahl decirlo después de haber devorado las más de novecientas páginas de la edición definitiva de sus cuentos es un hecho irrefutable. También el hablar de ediciones definitivas puede parecer argumento de venta, pero si tenemos en cuenta que sólo faltan tres de los cuentos de este escritor (“In the Ruins”, “Smoked Cheese” y “The Sword”) que por expreso deseo de sus herederos no están incluidos en ninguna de las antologías existentes en ningún idioma, habrá que aceptar que esta es la recopilación más completa que existe. Dicho de otra manera: la edición definitiva de los cuentos completos de Roal Dahl. Casi sesenta relatos entre los que se incluyen casi una decena inéditos en castellano hasta ahora.
Hacía tiempo que un libro de relatos no me engullía como lo ha hecho éste haciendo que sienta la necesidad de seguir leyendo para saber qué me depara cada una de las cincuenta y nueve piezas que componen el volumen. Hace tiempo, un editor que sabe mucho del género, me dijo que un buen libro de relatos es aquel que nos hace sentir la necesidad de seguir leyendo para saber qué va a ser lo siguiente con lo que va a sorprendernos el autor. Y Dahl sorprende por la variedad y la calidad. Los relatos están ordenados cronológicamente y en ellos puede observarse una tendencia progresiva hacia lo fantástico a la que daría rienda suelta en sus novelas dirigidas al público más joven (Charlie y la fábrica de chocolate y Matilda). Los primeros diez relatos son todos ellos de temática bélica y tienen mucho de autobiogáficos. Dahl fue piloto de la Royal Air Force durante la Segunda Guerra Mundial y de su experiencia surgen historias de un asombroso realismo.
Como es lógico en una recopilación tan completa cabe de todo. Las temáticas son de lo más variado y en sus originales argumentos se mueve un amplio abanico de personajes: niños perdidos en la guerra, padres que hacen lo que sea por sacar adelante a sus vástagos, asesinos de perros, cazadores ingeniosos, adúlteros que juegan al engaño, jugadores que intentan hacer trampas… Situaciones y gente sacadas de una amplia y fructífera trayectoria vital.
En el prólogo a esta edición Elvira Lindo califica el tono que impregna la obra del escritor galés de “seco, ingenioso y carente de sentimentalismos”, y habla de un estilo subversivo que irrumpe de la manera más directa posible. A ello hay que sumar sus finales casi siempre ingeniosos e inesperados, sus golpes de efecto y un humor negro que en ocasiones roza la crueldad y que está presente en todas sus historias. Dahl se nutre de clásicos como los hermanos Grimm pero es mucho más realista y ello dota a sus historias de una enorme verosimilitud. En este sentido sigue la máxima de los cuentos clásicos en los que los malos son muy malos, sin matices, y permite a los buenos cualquier tipo de crueldad si se trata de impartir justicia. Se percibe en ellos una verdadera obsesión por hacer justicia. Cruel y divertido al mismo tiempo no es extraño que haya servido de inspiración a grandes del cine como Hitchcock, Spielberg o Tarantino. Un gran libro no sólo por sus dimensiones físicas. Un escritor y una obra altamente recomendables.
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