Victoria R. Gil
Olvídense de sombras eróticas y de sedientos vampiros. Renuncien al palimpsesto que guarda el secreto de la Atlántida y al crimen congelado en la tundra más inhóspita. En El libro de la señorita Buncle sólo encontrarán a una insignificante solterona de mediana edad, un típico pueblo inglés con su párroco, su médico y su coronel retirado, y una lectura refrescante y encantadora donde parece que no sucede nada, pero ocurre de todo: romances, engaños, secuestros, personalidades ocultas… Material suficiente para que la señorita Buncle escriba varias novelas, aunque ya con la primera provoca tal cataclismo social en Silverstream que nada volverá a ser igual para sus vecinos.
El argumento de El libro de la señorita Buncle no puede ser más simple: en medio de la recesión económica que marcó el periodo de entre guerras del siglo XX, la Barbara Buncle del título se esfuerza por aumentar unas rentas cada vez más exiguas escribiendo una novela. Dada su escasa imaginación, como ella misma admite, no se le ocurre más que inspirarse en la realidad de sus vecinos y amigos, a quienes convierte en personajes de un libro que radiografía con certera precisión esa burguesía rural cuya vida discurre con aparente placidez.
Ni el pseudónimo masculino —un obvio John Smith— que previsoramente decide usar cuando publica su obra ni los nombres ficticios tras los que enmascara a sus conocidos logran evitar que, con el inesperado éxito de la novela, el pueblo entero se indigne al reconocerse en el retrato cómico y, sobre todo, inmisericorde que desvela secretos y mezquindades sin ningún pudor.
Su lectura ejerce una influencia tan poderosa que consigue cambiar la vida del Silverstream real, mimetizado con su alter ego, el imaginario Copperfield, además de provocar una caza más tenaz que la del zorro: la del autor de ese libro que ha caído sobre el pacífico pueblo «como una bomba venenosa». Y al igual que la jauría sigue el rastro de su presa, el pueblo antes pacífico se une para «descubrir al autor de este sacrilegio (…), obligarlo a salir de su madriguera como a una rata y castigarlo severamente, para que sirva de ejemplo al mundo». ¿Su pecado? Haber escrito un libro que en opinión de sus involuntarios protagonistas representa «una amenaza mortal para la sociedad» y socava «los cimientos del estilo de vida inglés».
Por suerte para la señorita Buncle, tan sorprendida por las ventas de su novela como por la airada reacción de sus vecinos, en esta caza de brujas nadie repara siquiera en ella. ¿Quién podría imaginar que una anodina y desaliñada solterona, que no destaca precisamente por su inteligencia, fuese capaz de ver más allá de lo evidente y realizara observaciones tan ajustadas que cada personaje recreado se ve reflejado como en un espejo?
El libro de la señorita Buncle comparte el mismo espíritu burlón de obras como El gran día de la señorita Pettigrew, de Winifred Watson, y La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons, publicadas todas ellas en el periodo europeo de entre guerras y en las que, siempre desde el humor, se cuestionan la hipocresía social y los roles establecidos. También como ellas, su protagonista es una mujer convencional sólo en apariencia, capaz de diseccionar el mundo que le rodea desde el ingenio y la farsa.
Esta novela es, no lo duden, un delicioso entretenimiento, pero también un muestrario de las miserias humanas que tanto nos definen, sea en un pueblo inglés, en la estepa castellana o en la urbe parisina.
La editorial Alba recupera con la publicación de este libro casi costumbrista a la autora escocesa Dorothy Emily Stevenson, prima de Robert Louis Stevenson y muy popular en Gran Bretaña y Estados Unidos, pero inédita en nuestro país. Con la creación en 1934 del personaje de la señorita Buncle, la escritora alcanzaría un gran éxito que repetiría con cada nueva obra, incluidas las dos continuaciones de El libro de la señorita Buncle, la primera de las cuales —El matrimonio de la señorita Buncle— ha publicado también Alba Editorial.
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