Salvador Gutiérrez Solís
No padezco ningún efecto secundario, mantengo mis constantes, por el momento. Para comenzar, para qué esperar más, lo confieso: La infancia de Jesús me ha gustado. Es más, me parece una novela interesante, arriesgada en algunos momentos, en la que encontramos a un Coetzee diferente o que se atreve a ofrecernos una nueva versión de él mismo. Lo he dicho, sí, me ha gustado.
Muchos lectores hemos llegado a La infancia de Jesús con excesivas cautelas, previendo hecatombe, engaño y demás. En esta ocasión, las críticas, reseñas y recomendaciones, especialmente las procedentes de algunos autores relevantes de la escena literaria española, no han estado del lado del Nobel sudafricano. Más bien, todo lo contrario.
Debo de reconocer que sólo influyen en mi acercamiento a una novela determinados críticos, y no me refiero únicamente a las críticas que podríamos calificar como positivas. Es decir, que a ciertos críticos no le guste determinada novela se transforma en curiosidad, por lo menos, y hasta en una auténtica recomendación, así haya sido el grado ensañamiento por parte del susodicho.
En cierto modo, la obra de Coetzee es muy difícil de valorar, raramente ha conseguido la unanimidad de crítica y lectores. De hecho, es frecuente encontrarte con otro lector que te señala cimas literarias de Coetzee muy diferentes a las que tú mismo puedes señalar. En el caso concreto de La infancia de Jesús, yo la situaría en la gama media, aunque si considerase a Elizabeth Costello en esta misma gama, el título que hoy nos ocupa sería gama alta, o baja si creyese que Hombre lento o Desgracia son gamas medias. En definitiva, no considero a La infancia de Jesús entre los grandes libros de Coetzee, pero eso no impide que la catalogue como una estupenda novela.
Es más, creo que es de agradecer que un autor como Coetzee, cómodamente instalado en el olimpo literario, con su Nobel y demás trofeos en las estanterías, se atreva a estas alturas de su trayectoria en ofrecernos una obra tan diferente a las que nos tenía acostumbrados. Que asuma riesgos, hasta el punto de generar la controversia, incluso entre sus lectores más fieles o entre los críticos más reconocidos.
Hay quien ha calificado esta novela como una sátira, como una crítica malvada, como una burla o como un remake bíblico; hay quien ha llegado a calificarla como una pesada broma, y puede que haya algo de todo eso, pero entendido como un juego o fabulación del propio autor. Porque, por encima de todo, La infancia de Jesús es una fábula.
Sí, una fábula, eso que suelen hacer los narradores cuando ejercen de narradores. Una fábula, entre bíblica y postapocalíptica, que se vale de un niño y de un adulto para contarnos una historia de peregrinación, de búsqueda de una nueva vida, en un mundo diferente y desconcertante, donde, curiosamente, hablan español. Vaya por delante que no todas las novelas protagonizadas por un niño y un adulto son “versiones” de La carretera.
La infancia de Jesús cuenta con pasajes desconcertantes, situaciones que sólo son lógicas en ese nuevo mundo; es muy complicado acertar con el siguiente paso, con el devenir de la narración. Y, sin embargo, es una novela extrañamente emotiva, conmovedora si conectas con la historia y te dejas llevar por ese desgraciado niño sin conciencia de su desgracia y ese adulto solidario sin pretensión de ofrecernos una lección de solidaridad.
Burla, broma, fábula, y una novela, por encima de todo. También cabe la posibilidad de que Coetzee no haya intentado nada de eso con La infancia de Jesús, y que se haya limitado a escribir una novela sobre un mundo ignoto, donde se habla español, y David ayuda a Simón a buscar a su madre, y solamente eso, y nada más, sin paralelismos, sin remakes. ¿Y si no se trata de un juego? ¿Y si es sólo eso?
1 comentario:
Pues mira que me alegro de haber leído esta opinión sobre "La infancia de Jesús", porque me gusta Coetzee, un autor arriesgado, no fácil... pero de alguna manera me llega. Y había leído tan malas opiniones de este libro que me frenaron en seco, aunque he seguido mirándolo de reojo y sin perderle de vista.
Ahora tengo una perspectiva diferente, gracias a ti, que me permite retomar mi interés inicial por esta lectura.
Gracias y un saludo.
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