Julián Díez
No busquen más: aquí está el mejor libro que se va a publicar antes de navidades. El proverbial libro de la isla desierta. Empecemos por el continente: portada de Odilon Redon, papel biblia, formato manejable. El marco perfecto para su contenido: cuentos indiscutibles de los maestros de la literatura más fascinante de los últimos 200 años, de Poe a Borges, de Maupassant a Cortázar, de Dickens a Buzzati. En las mejores traducciones disponibles.
Alguien podrá aducir: ya conozco esos cuentos. Es posible. Pero tal vez no todos; la selección, cuidadosamente, ha dejado de lado en algún caso la elección más obvia para quedarse con otra sólo una pulgada menos conocida y no menos brillante. Y luego están las novedades: yo, que llevo años empollando estas cosas, no había leído nada del excelente Oliver Onions.
Además, aquí están todos juntos, en un libro que coloca a cualquier persona con un mínimo de inquietud por la oscuridad de nuestras almas a solo una chimenea cálida y un sillón de distancia del éxtasis. Y tampoco importa releerlos: como bien apunta Jacobo Siruela para culminar su prólogo: «El buen lector sabe que leer un texto por primera vez es gozar con el asombro, pero la segunda es entenderlo (y disfrutarlo) plenamente». Bien, en el caso de relatos fantásticos es posible que el peso del placer en esa primera lectura sea algo más pronunciado; sin embargo, aquí todos los relatos ya conocidos son tan buenos que no hay lugar a la discusión.
Permítaseme que, dadas las especiales características del acontecimiento, no vaya cuento por cuento: son 55, nada menos. Y, a estas alturas, ¿qué luz puedo aportar yo sobre el "Manuscrito encontrado en una botella" de Poe, "El hombre de arena" de Hoffman, "Vera" de De l'Isle Adam, "El pueblo blanco" de Arthur Machen, "Lázaro" de Andreiev, "Las ruinas circulares" de Borges, "La trama celeste" de Bioy Casares...?
Sólo me faltan, dados los planteamientos con los que Siruela anuncia que se embarcó en la tarea de esta antología, dos nombres: Kafka y Calvino. A cambio, agradezco profundamente la inclusión de Robert Aickman, por el que el editor mantiene una pasión que no puedo sino compartir, y de Fernández Cubas, que es, junto a Pilar Pedraza, nuestra más acreditada aspirante contemporánea a formar parte de ese Olimpo sin desdoro. Y también debo admitir que me sobra algún nombre copetudo que viste mucho pero en realidad sólo se ha acercado al género fantástico de forma tangencial y no tan brillante.
Mención aparte merece el exordio del antologista que encabeza el volumen, y que es una manifestación simultánea de erudición y pasión. En él, Siruela diferencia entre la literatura "de género", la que tiene un propósito fantástico específico, y la que «proviene del desenvolvimiento del arte mismo», que es la que protagoniza esta antología. Este es el único punto en que no puedo manifestarme de acuerdo con su apasionada defensa de estas temáticas: al separar el género puro, por mucho que manifieste disfrutarlo, está admitiendo tácitamente una inferioridad. Sin mencionar la incoherencia: Aickman y Lovecraft, por ejemplo, son género sin tapujos y sí merecen su inclusión. Y Nerval, Le Fanu o Villiers de L'Isle-Adam no eran otra cosa que unos frikis avant la lettre,
Como castigo, personalmente, y si es que sirve de algo mi veredicto, le condeno a la labor de llevar a cabo otra antología de iguales características. Y que en ella se incluyan esos relatos que dice haber disfrutado igualmente y que ahora no ha querido albergar. Creo honestamente que con Stoker y Ligotti, con Jean Ray y Leiber, con Brown y Gorodischer, saldría otra antología de rechupete que posiblemente sorprendiera a muchos más lectores. Yo, por mi parte, me comprometería en ese caso a llevarme dos libros a la isla desierta si es que alguien me paga el viaje.
1 comentario:
¿Fernández Cubas en una antología universal del fantástico? Me parece excesivo. Poe, Borges, Cortázar... No sé, parece una concesión amistosa más que un mérito real. Por lo demás, una buena selección de autores.
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