Trad. Carla Matteini. Paidós, Barcelona, 2009. 140 pp. 19 €
Ignacio Sanz
He aquí un bufón ilustrado de antigua estirpe, un hombre de teatro que ha bebido en las fuentes primigenias y conoce los misterios del alma popular. No voy a descubrir a estas alturas a Darío Fo, posiblemente el autor contemporáneo más representado del viejo continente, es decir el que mejor conecta con los gustos y los afanes de la gente. Recuerdo a vuelapluma Aquí no paga nadie, Muerte accidental de un anarquista o Pareja abierta, representadas una y otra vez no sólo por compañías profesionales sino por esos grupos de aficionados que, además de hacer pasar un buen rato, pretenden un teatro socialmente reivindicativo. Todo un fenómeno.
En El amor y la risa Darío Fo nos muestra en cinco textos su cara más erudita, así como su fascinación por aquellos personajes históricos que siembran la inquietud y desafían el poder establecido. Se sirve para ello de dos episodios históricos medievales que relata en forma de cuentos: “Eloisa” e “Historia de Mainfreda, hereje de Milán”, de un monólogo genuino de la casa: “La amansafieras”; de la recreación de un cuento tradicional chino: “Ku, el comunista utópico” y finalmente nos revela en “Los griegos no eran antiguos” algunos aspectos eruditos poco conocidos de la tramoya teatral griega muy interesantes sobre todo para aquellas personas que viven el teatro como una pasión. Además los directores de teatro que pretendan abordar el montaje de una obra de Aristófanes, Eurípides o Sófocles deberían leer previamente este texto que les va a aportar claves para hacer su trabajo no tanto con fidelidad a los textos como al espíritu que emana de ellos. Sin embargo estas reflexiones eruditas sobre el teatro griego acaso resulten prescindibles para el lector ávido de literatura.
Tanto “Eloisa” como “Historia de Mainfreda” nos presenta unos personajes históricos que desafían las leyes del poder religioso, es decir, del poder, puesto que, en aquella época se confundía. Hay un cierto paralelismo en ambas pese a que la primera se desarrolla en Francia y la segunda en Milán. Me ha resultado más cautivadora “Eloisa” por estar narrada en primera persona por su protagonista.
“La amansafieras” es un monólogo descacharrante, con todos los ingredientes propios de la casa Fo que nos presenta una domadora que, como en las viejas fábulas, se sirve de los leones, los tigres, las cebras o los cocodrilos para hablar de las pugnas y contradicciones del hombre, es decir de la lucha entre hombres y mujeres. Un feliz divertimento digno de ser puesto en escena por una actriz animosa y combativa.
“Ku, el comunista utópico” es un relato basado en un cuento popular chino que nos presenta a un bribón, un pícaro ganapán envuelto en mil trapacerías e irreverencias al que, finalmente, vaya por Dios, le acaban cortando la cabeza que sale volando en una cometa.
—¿Pero vuelan las cabezas? –se pregunta el narrador.
Y acaba el relato:
—Pues claro, era un comunista utópico.
En fin, he aquí al viejo maestro Fo, al trasgresor secular que bebe del espíritu del alma popular, también al erudito fisgón y meditativo en su salsa.
Ignacio Sanz
He aquí un bufón ilustrado de antigua estirpe, un hombre de teatro que ha bebido en las fuentes primigenias y conoce los misterios del alma popular. No voy a descubrir a estas alturas a Darío Fo, posiblemente el autor contemporáneo más representado del viejo continente, es decir el que mejor conecta con los gustos y los afanes de la gente. Recuerdo a vuelapluma Aquí no paga nadie, Muerte accidental de un anarquista o Pareja abierta, representadas una y otra vez no sólo por compañías profesionales sino por esos grupos de aficionados que, además de hacer pasar un buen rato, pretenden un teatro socialmente reivindicativo. Todo un fenómeno.
En El amor y la risa Darío Fo nos muestra en cinco textos su cara más erudita, así como su fascinación por aquellos personajes históricos que siembran la inquietud y desafían el poder establecido. Se sirve para ello de dos episodios históricos medievales que relata en forma de cuentos: “Eloisa” e “Historia de Mainfreda, hereje de Milán”, de un monólogo genuino de la casa: “La amansafieras”; de la recreación de un cuento tradicional chino: “Ku, el comunista utópico” y finalmente nos revela en “Los griegos no eran antiguos” algunos aspectos eruditos poco conocidos de la tramoya teatral griega muy interesantes sobre todo para aquellas personas que viven el teatro como una pasión. Además los directores de teatro que pretendan abordar el montaje de una obra de Aristófanes, Eurípides o Sófocles deberían leer previamente este texto que les va a aportar claves para hacer su trabajo no tanto con fidelidad a los textos como al espíritu que emana de ellos. Sin embargo estas reflexiones eruditas sobre el teatro griego acaso resulten prescindibles para el lector ávido de literatura.
Tanto “Eloisa” como “Historia de Mainfreda” nos presenta unos personajes históricos que desafían las leyes del poder religioso, es decir, del poder, puesto que, en aquella época se confundía. Hay un cierto paralelismo en ambas pese a que la primera se desarrolla en Francia y la segunda en Milán. Me ha resultado más cautivadora “Eloisa” por estar narrada en primera persona por su protagonista.
“La amansafieras” es un monólogo descacharrante, con todos los ingredientes propios de la casa Fo que nos presenta una domadora que, como en las viejas fábulas, se sirve de los leones, los tigres, las cebras o los cocodrilos para hablar de las pugnas y contradicciones del hombre, es decir de la lucha entre hombres y mujeres. Un feliz divertimento digno de ser puesto en escena por una actriz animosa y combativa.
“Ku, el comunista utópico” es un relato basado en un cuento popular chino que nos presenta a un bribón, un pícaro ganapán envuelto en mil trapacerías e irreverencias al que, finalmente, vaya por Dios, le acaban cortando la cabeza que sale volando en una cometa.
—¿Pero vuelan las cabezas? –se pregunta el narrador.
Y acaba el relato:
—Pues claro, era un comunista utópico.
En fin, he aquí al viejo maestro Fo, al trasgresor secular que bebe del espíritu del alma popular, también al erudito fisgón y meditativo en su salsa.
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