Tusquets, Barcelona,2009. 274 pp, 18.29 €
Salvador Gutiérrez Solís
Si Ramiro Pinilla hubiera trazado una trayectoria literaria “normal”, no me cabe duda de que ahora nos encontraríamos ante uno de los grandes autores en lengua española. Es más, y acogiéndonos a que lo “bueno” y lo “tardío” no casan mal en el refranero popular, a pesar de no haber trazado una trayectoria literaria “normal”, no me cabe duda de que nos encontramos ante uno de los grandes autores en lengua española.
Tras treinta años “apartado” de las grandes editoriales, tras haber ganado el Premio Nadal y el Premio Nacional de la Crítica con su primera novela, Las ciegas hormigas, Ramiro Pinilla ocupó su hueco en el escaparate de la actualidad regalándonos una trilogía tan épica como inmensa titulada Verdes Valles, Colinas rojas, con la que volvió a conquistar los galardones nacionales más prestigiosos.
Debo reconocer que he conocido a Pinilla en su regreso, y también he de reconocer que desde entonces busco su obra, presente y pasada, que saboreo como un raro y exquisito manjar. Antonio B. el Ruso se sitúa en ese presente y pasado que parece coexistir armoniosamente en este autor vasco, que, desde su vuelta, demuestra una vitalidad y fecundidad inusual, muy especialmente si comprobamos su fecha de nacimiento.
Como en Verdes Valles, Colinas Rojas, Ramiro Pinilla acude a su argumentarlo social, sentimental y/o geográfico en Sólo un muerto más. Y no sólo eso, en Sancho Bordaberri, el protagonista de la novela, hay mucho del propio autor. Pinilla, como Sancho, devoró a los Hammett, Chandler y compañía, y como su propio personaje, comenzó a escribir novelas negras en su juventud –necesitado de ser como ellos-, con idéntica fortuna. Y como Sancho, Pinilla un buen día descubrió que las historias, su historia, estaban ahí, sólo tenía que abrir los ojos y contar lo que veía.
Tras una guerra tan cruenta como la nuestra, la extraña muerte de uno de los gemelos Altube, años atrás, no merecía una especial atención. Remitámonos al título: Sólo un muerto más. Sin embargo, la resolución del misterio se convierte en el primer caso del librero/escritor Sancho Bordaberri, bautizado en su nueva faceta detectivesca como Samuel Esparta, en claro homenaje a Sam Spade. Sólo un muerto más es una novela negra, sí, pero es mucho más. Es un maravilloso ejercicio de metaliteratura, de creación en directo, una lección de cómo ha de ordenarse y contarse una historia. El enfrentamiento entre el poeta falangista y el novelista republicano me parece uno de los mejores y mayores ejercicios de estilo que he podido encontrar en una novela.
Y apoyándose en el género, ampliando sus fronteras o mestizando las reglas, Ramiro Pinilla nos habla del nacionalismo, de los desastres y odios generados por la Guerra, de España, del País Vasco, de la importancia de la tierra en la que uno nace y de las sombras que se esconden tras todos nosotros. Además, Sólo un muerto más es un homenaje a la Literatura, y así podemos encontrar el aliento del Quijote, la pulsión de los maestros de la novela negra y los grandes fundamentos de la novela realista. Pero, sobre todo, es la demostración del talento de un hombre/nombre esencial de la Literatura –con mayúsculas, por supuesto- en lengua española.
Salvador Gutiérrez Solís
Si Ramiro Pinilla hubiera trazado una trayectoria literaria “normal”, no me cabe duda de que ahora nos encontraríamos ante uno de los grandes autores en lengua española. Es más, y acogiéndonos a que lo “bueno” y lo “tardío” no casan mal en el refranero popular, a pesar de no haber trazado una trayectoria literaria “normal”, no me cabe duda de que nos encontramos ante uno de los grandes autores en lengua española.
Tras treinta años “apartado” de las grandes editoriales, tras haber ganado el Premio Nadal y el Premio Nacional de la Crítica con su primera novela, Las ciegas hormigas, Ramiro Pinilla ocupó su hueco en el escaparate de la actualidad regalándonos una trilogía tan épica como inmensa titulada Verdes Valles, Colinas rojas, con la que volvió a conquistar los galardones nacionales más prestigiosos.
Debo reconocer que he conocido a Pinilla en su regreso, y también he de reconocer que desde entonces busco su obra, presente y pasada, que saboreo como un raro y exquisito manjar. Antonio B. el Ruso se sitúa en ese presente y pasado que parece coexistir armoniosamente en este autor vasco, que, desde su vuelta, demuestra una vitalidad y fecundidad inusual, muy especialmente si comprobamos su fecha de nacimiento.
Como en Verdes Valles, Colinas Rojas, Ramiro Pinilla acude a su argumentarlo social, sentimental y/o geográfico en Sólo un muerto más. Y no sólo eso, en Sancho Bordaberri, el protagonista de la novela, hay mucho del propio autor. Pinilla, como Sancho, devoró a los Hammett, Chandler y compañía, y como su propio personaje, comenzó a escribir novelas negras en su juventud –necesitado de ser como ellos-, con idéntica fortuna. Y como Sancho, Pinilla un buen día descubrió que las historias, su historia, estaban ahí, sólo tenía que abrir los ojos y contar lo que veía.
Tras una guerra tan cruenta como la nuestra, la extraña muerte de uno de los gemelos Altube, años atrás, no merecía una especial atención. Remitámonos al título: Sólo un muerto más. Sin embargo, la resolución del misterio se convierte en el primer caso del librero/escritor Sancho Bordaberri, bautizado en su nueva faceta detectivesca como Samuel Esparta, en claro homenaje a Sam Spade. Sólo un muerto más es una novela negra, sí, pero es mucho más. Es un maravilloso ejercicio de metaliteratura, de creación en directo, una lección de cómo ha de ordenarse y contarse una historia. El enfrentamiento entre el poeta falangista y el novelista republicano me parece uno de los mejores y mayores ejercicios de estilo que he podido encontrar en una novela.
Y apoyándose en el género, ampliando sus fronteras o mestizando las reglas, Ramiro Pinilla nos habla del nacionalismo, de los desastres y odios generados por la Guerra, de España, del País Vasco, de la importancia de la tierra en la que uno nace y de las sombras que se esconden tras todos nosotros. Además, Sólo un muerto más es un homenaje a la Literatura, y así podemos encontrar el aliento del Quijote, la pulsión de los maestros de la novela negra y los grandes fundamentos de la novela realista. Pero, sobre todo, es la demostración del talento de un hombre/nombre esencial de la Literatura –con mayúsculas, por supuesto- en lengua española.
1 comentario:
Se agradece -y mucho- este tipo de valoraciones cuando de una novela negra se trata: sin prejuicios y hecha con los ojos bien abiertos.
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