Trad. Martín Rodríguez Gaona. DVD, Barcelona, 2008. 158 pp. 12 €
Martí Sales
Hay quien cree que el más allá está más aquí y que aún existen casas encantadas. Y no hace falta que sea una mansión victoriana perdida por la vieja Inglaterra. En el Bowery de Nueva York, nido de sabandijas y buscavidas durante muchos años –antes de que todo fuera impoluto, antes de la tolerancia cero de Giuliani–, habita desde hace cuarenta años John Giorno. Fue en su apartamento –conocido con el nombre de “El Bunker”– donde vivió sus últimos años su amigo Burroughs y su fantasma aún deambula por las noches: me lo contó mi amigo Eduard Escoffet, que pasó una temporada allí y notó claramente su presencia. La –buena– literatura es conocimiento y sus mejores escritores, brujos o brujas buscando nuevas vías o recuperando la tradición de antiguas sabidurías, renovando los vínculos entre lo sagrado y lo profano, saltando del tren en marcha para enseñar, con el ejemplo, que no existen tales fronteras. En esto está Giorno, cuya vida y trayectoria artística, si cabe diferenciarlas, lo avalan. En el ajo de los sesenta en NYC –el círculo de Warhol: Giorno protagonizó Sleep–, vivió a fondo y sacó todo el jugo que pudo a las noches, a los amantes, a la poesía. Catapultado por la explosión de tanta energía junta, se dedicó en cuerpo y alma a reinventar y reconsiderar el papel de la poesía como arte escénico, es decir, como arte efímero, en directo. Afortunadamente para la posteridad y para los que no lo han visto en directo, aparte de sus actuaciones filmadas también escribió libros.
El material que presenta esta primera edición en castellano de su obra es una buena muestra de la manera en la que trabaja Giorno –y una bastante mala muestra del quehacer del traductor, así que mejor leed directamente la parte inglesa, nada difícil de entender–. La poesía de John Giorno es espiritual, exactamente en el mismo sentido que lo es la poesía de San Juan de la Cruz: palabra que desvela, desde la más profunda disidencia. Y ya se sabe que la disidencia pide altura. Desde Just say no to family values, pasando por Everyone gets lighter o The death of William Burroughs, en todos ellos se habla de la amplificación o alteración de la conciencia, de la experiencia de lo inefable. Lo bueno y particular de Giorno es que lo hace desde una óptica desacomplejada y alejada de cualquier dogmatismo o trascendencia. Habla de qué significa estar aquí en este mundo dando tumbos. Habla desde la calle, o más bien desde el callejón, desde la alcantarilla, como diciendo: no hace falta irse a la India para iluminarse, hazlo delante de tu propio vómito. Equivócate cada día y llegarás lejos, o sea, a ninguna parte, que es la mejor de las partes para estar vacío: vacíate, llena, vacíate –“I lay my head / on your chest / and feel free, / filling what is empty, / emptying / what is full”–. La gente, al acabar sus recitales, se acerca a él, no para pedirle un autógrafo, sino para abrazarlo, para abrazar al chamán. “Free your mind and your ass will follow”, como rezaba el segundo disco de Funkadelic. Lo suyo tiene mucho de koan, de enseñanza zen, y también de eslógan a lo Deleuze, como los poemas-grabado que se incluyen al final de este libro –“It’s not what happens, it’s how you handle it”–. Es poesía que llega rápido para quedarse bien en el fondo y desbarajustar tus mecanismos amuermados. Arena para el engranaje babilónico, aceite para la fuga.
Martí Sales
Hay quien cree que el más allá está más aquí y que aún existen casas encantadas. Y no hace falta que sea una mansión victoriana perdida por la vieja Inglaterra. En el Bowery de Nueva York, nido de sabandijas y buscavidas durante muchos años –antes de que todo fuera impoluto, antes de la tolerancia cero de Giuliani–, habita desde hace cuarenta años John Giorno. Fue en su apartamento –conocido con el nombre de “El Bunker”– donde vivió sus últimos años su amigo Burroughs y su fantasma aún deambula por las noches: me lo contó mi amigo Eduard Escoffet, que pasó una temporada allí y notó claramente su presencia. La –buena– literatura es conocimiento y sus mejores escritores, brujos o brujas buscando nuevas vías o recuperando la tradición de antiguas sabidurías, renovando los vínculos entre lo sagrado y lo profano, saltando del tren en marcha para enseñar, con el ejemplo, que no existen tales fronteras. En esto está Giorno, cuya vida y trayectoria artística, si cabe diferenciarlas, lo avalan. En el ajo de los sesenta en NYC –el círculo de Warhol: Giorno protagonizó Sleep–, vivió a fondo y sacó todo el jugo que pudo a las noches, a los amantes, a la poesía. Catapultado por la explosión de tanta energía junta, se dedicó en cuerpo y alma a reinventar y reconsiderar el papel de la poesía como arte escénico, es decir, como arte efímero, en directo. Afortunadamente para la posteridad y para los que no lo han visto en directo, aparte de sus actuaciones filmadas también escribió libros.
El material que presenta esta primera edición en castellano de su obra es una buena muestra de la manera en la que trabaja Giorno –y una bastante mala muestra del quehacer del traductor, así que mejor leed directamente la parte inglesa, nada difícil de entender–. La poesía de John Giorno es espiritual, exactamente en el mismo sentido que lo es la poesía de San Juan de la Cruz: palabra que desvela, desde la más profunda disidencia. Y ya se sabe que la disidencia pide altura. Desde Just say no to family values, pasando por Everyone gets lighter o The death of William Burroughs, en todos ellos se habla de la amplificación o alteración de la conciencia, de la experiencia de lo inefable. Lo bueno y particular de Giorno es que lo hace desde una óptica desacomplejada y alejada de cualquier dogmatismo o trascendencia. Habla de qué significa estar aquí en este mundo dando tumbos. Habla desde la calle, o más bien desde el callejón, desde la alcantarilla, como diciendo: no hace falta irse a la India para iluminarse, hazlo delante de tu propio vómito. Equivócate cada día y llegarás lejos, o sea, a ninguna parte, que es la mejor de las partes para estar vacío: vacíate, llena, vacíate –“I lay my head / on your chest / and feel free, / filling what is empty, / emptying / what is full”–. La gente, al acabar sus recitales, se acerca a él, no para pedirle un autógrafo, sino para abrazarlo, para abrazar al chamán. “Free your mind and your ass will follow”, como rezaba el segundo disco de Funkadelic. Lo suyo tiene mucho de koan, de enseñanza zen, y también de eslógan a lo Deleuze, como los poemas-grabado que se incluyen al final de este libro –“It’s not what happens, it’s how you handle it”–. Es poesía que llega rápido para quedarse bien en el fondo y desbarajustar tus mecanismos amuermados. Arena para el engranaje babilónico, aceite para la fuga.
1 comentario:
Heredero del concepto wagneriano de «obra de arte total», Giorno procuró dialogar con creadores de distintas generaciones de pintores, escritores y músicos, con algunos de los cuales incluso convivió: ellos le ayudaron a configurar su panóptica concepción del hecho artístico y, sobre todo, su visión del Spoken Word: de la palabra hablada, diferente a la escrita, y que Giorno ha convertido en un espectáculo supralingüístico, suprapoético y suprateatral, al introducir en él elementos del budismo tibetano y de las cosmogonías primitivas, superando así el estricto marco de lo escénico y consiguiendo que la experiencia estética se aproxime al ritual de una religión.
Esta edición de "La sabiduría de las brujas" lo prueba: bien vertida por el poeta Martín Rodríguez-Gaona, que lo ha sabido intuir y vertebrar, incluye también una interesante entrevista con el autor y tres poemas-grabado, que permiten ver su relación con Schwiters y con el letrismo: es decir, con la vanguardia histórica, muy presente en su sistema de yuxtaposiciones y simultaneidades.
Jaime Siles. ABCD.
http://www.abc.es/abcd//noticia.asp?id=10167&sec=32&num=864
Inclinen los pescuezos y dispérsense.
Pongo mi mano sobre el rostro del sol
y la noche se hace en la tierra;
muerdo un trozo de luna
y adelanto las estaciones;
me muevo bruscamente y las montañas se derrumban.
La masacre de comunidades apartadas
es el pasatiempo de mis momentos de descanso,
la destrucción de nacionalidades
el negocio formal al que dedico mi vida.
La ilimitada vastedad del desierto de los Estados Unidos
es mi coto privado,
y entierro a mis muertos según mis convicciones.
De "Nada triunfa como el exceso"
Que el sonido y la luz
no se levanten y aparezcan como enemigos,
que acepte todo sonido como mi propio sonido,
que acepte toda luz como mi propia luz,
que reconozca espontáneamente todo fenómeno como a mí mismo,
que cumpla la naturaleza originaria,
no elaborada por la mente,
la vacía
conciencia desnuda.
De "Dándole la bienvenida a las flores"
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