Pedro M. Domene
En los años 70 los jóvenes universitarios leíamos con denostado interés autores que, de alguna manera, habían sido sacrificados durante el régimen franquista: uno de ellos era, sin duda, León Felipe, y por nuestras manos circulaba su Antología rota (1947), selección de poemas, editada por la mítica Losada (1957), que llegaría, clandestinamente, a un gran número de lectores en España, entre otros muchos, a nosotros, estudiantes en las agitadas aulas antifascistas universitarias.
El inicio de la guerra sorprende al poeta en Panamá, donde era profesor y agregado cultural de la República, y se dispone a regresar de inmediato a España. Durante la contienda no escribirá mucha poesía, se conoce una alocución titulada La insignia que recoge la revista Hora de España, en 1937. La poética de Felipe se configura como un hecho histórico, con la guerra civil como trasfondo, elevada a la categoría de signo e integrada como gesto en el resto de su obra: con predominio del sentimiento de tristeza por su exilio y la nostalgia y su obsesión por la lucha fratricida entre las «dos Españas». León Felipe (Tábara, Zamora, 1884- México D.F. 1968) fue, durante mucho tiempo, el poeta más popular del exilio español y el portavoz de esa España peregrina. Como siempre se ha señalado, el zamorano vivió entre su amarga experiencia del exilio y el tremendo dolor de verse sumido en el olvido y desconocido por las generaciones que, tras la guerra, necesitaban restituir algunos de los valores perdidos en la contienda. La editorial Cátedra, en edición de Miguel Galindo, edita y actualiza, en un volumen, Antología rota, que en palabras de su editor reproduce la primera de Pleamar (México), colección dirigida por Rafael Alberti; se incluyen, además, los Nuevos Poemas incorporados en la reedición de 1957, así como las adiciones de Nueva antología rota, de 1974. Lo que el lector y el estudioso se encuentran en esta edición es la suma de los tres libros, más las inclusiones que provocaron la nueva obra producida por el exiliado a lo largo de los años. En la extensa y documentada Introducción, Miguel Galindo, repasa la actualidad del poeta, y esa obligada referencia a una época de la historia reciente sobre la que aún no se ha escrito la última página. El estudio se detiene en la vida singular del zamorano, su relación con la poesía, sus agitadas vivencias antes y después de la guerra, su posterior amistad con Larrea en el México del exilio y, sobre todo, esa proyectada estela que produjo el intimismo poético adquirido en poetas como tan significativos o contradictorios, Dámaso Alonso y Blas de Otero, así como toda la generación de los 50.
Poeta comprometido, sus versos se tornan urgentes, propagandísticos, agitados, circunstanciales, ensaya arengas públicas y escribe romances para ser recitados ante un auditorio masivo. Es el suyo un discurso consciente que formará parte de la formación ideológica de las jóvenes generaciones. No es casual el hecho que José María Castellet encabezara su antología Veinte años de poesía española, 1939-1959, con el nombre de León Felipe, obra en la que los nuevos poetas de la España de entonces unificaban su desafío, una poesía «social» y de «protesta» con la que cabría suponer trataban de recuperar la «canción» que se había llevado el exilio consigo, es decir, volver a unir la lucha contra la opresión, la voz del exterior y la del interior frente a la dictadura. Será en la década de los 40, muy lejos ya de la obra publicada en España por León Felipe, en México donde se despierta el interés por realizar una segunda versión de su antología (la primera data de 1935) y la califica de «rota» por ese concepto esgrimido «de obra coyuntural por el desconocimiento de una obra y una vida»; en esta antología, una valiosa recuperación por parte de Miguel Galindo, estará «todo» León Felipe, desde sus Versos y oraciones (1920) a Ganarás la luz (1943), y así habrá que verla sesenta años más tarde.
El inicio de la guerra sorprende al poeta en Panamá, donde era profesor y agregado cultural de la República, y se dispone a regresar de inmediato a España. Durante la contienda no escribirá mucha poesía, se conoce una alocución titulada La insignia que recoge la revista Hora de España, en 1937. La poética de Felipe se configura como un hecho histórico, con la guerra civil como trasfondo, elevada a la categoría de signo e integrada como gesto en el resto de su obra: con predominio del sentimiento de tristeza por su exilio y la nostalgia y su obsesión por la lucha fratricida entre las «dos Españas». León Felipe (Tábara, Zamora, 1884- México D.F. 1968) fue, durante mucho tiempo, el poeta más popular del exilio español y el portavoz de esa España peregrina. Como siempre se ha señalado, el zamorano vivió entre su amarga experiencia del exilio y el tremendo dolor de verse sumido en el olvido y desconocido por las generaciones que, tras la guerra, necesitaban restituir algunos de los valores perdidos en la contienda. La editorial Cátedra, en edición de Miguel Galindo, edita y actualiza, en un volumen, Antología rota, que en palabras de su editor reproduce la primera de Pleamar (México), colección dirigida por Rafael Alberti; se incluyen, además, los Nuevos Poemas incorporados en la reedición de 1957, así como las adiciones de Nueva antología rota, de 1974. Lo que el lector y el estudioso se encuentran en esta edición es la suma de los tres libros, más las inclusiones que provocaron la nueva obra producida por el exiliado a lo largo de los años. En la extensa y documentada Introducción, Miguel Galindo, repasa la actualidad del poeta, y esa obligada referencia a una época de la historia reciente sobre la que aún no se ha escrito la última página. El estudio se detiene en la vida singular del zamorano, su relación con la poesía, sus agitadas vivencias antes y después de la guerra, su posterior amistad con Larrea en el México del exilio y, sobre todo, esa proyectada estela que produjo el intimismo poético adquirido en poetas como tan significativos o contradictorios, Dámaso Alonso y Blas de Otero, así como toda la generación de los 50.
Poeta comprometido, sus versos se tornan urgentes, propagandísticos, agitados, circunstanciales, ensaya arengas públicas y escribe romances para ser recitados ante un auditorio masivo. Es el suyo un discurso consciente que formará parte de la formación ideológica de las jóvenes generaciones. No es casual el hecho que José María Castellet encabezara su antología Veinte años de poesía española, 1939-1959, con el nombre de León Felipe, obra en la que los nuevos poetas de la España de entonces unificaban su desafío, una poesía «social» y de «protesta» con la que cabría suponer trataban de recuperar la «canción» que se había llevado el exilio consigo, es decir, volver a unir la lucha contra la opresión, la voz del exterior y la del interior frente a la dictadura. Será en la década de los 40, muy lejos ya de la obra publicada en España por León Felipe, en México donde se despierta el interés por realizar una segunda versión de su antología (la primera data de 1935) y la califica de «rota» por ese concepto esgrimido «de obra coyuntural por el desconocimiento de una obra y una vida»; en esta antología, una valiosa recuperación por parte de Miguel Galindo, estará «todo» León Felipe, desde sus Versos y oraciones (1920) a Ganarás la luz (1943), y así habrá que verla sesenta años más tarde.
1 comentario:
¿Está disponible el libro en Argentina? León Felipe fue una de mis grandes lecturas adolescentes.
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