Ana Gorría
Es el verbo tan frágil es el primer libro de poemas de Sandra Santana, un libro, no obstante, que no es la primera incursión editorial de la autora que en su día fue becada por la Residencia de Estudiantes para llevar a cabo la traducción de la obra poética de Karl Krauss, una traducción que se haría pública más tarde en la edición de Palabras en versos de la editorial Pre-textos. Junto al compositor Miguel Álvarez- Fernández ha participado en numerosas intervenciones artísticas y poético-musicales. Además, de ser responsable de diferentes versiones de Ernst Jandl y Handke y miembro, junto a Patricia Esteban, fundador del proyecto El águila ediciones, promotor del concepto de literatura porvenir.
Es el verbo tan frágil asume la identidad precaria de la palabra, del sujeto (no en vano la primera, y única cita (liminar) del texto pertenece a Foucault, que parafrasea el enunciado magrittiano del Yo no soy una pipa) y recorre a través de una serie de instantáneas la tensión entre ese falso adentro que, según el propio Foucault, la tradición occidental ha privilegiado y el afuera, una tensión que se encuentra presente en todos los poemas del libro, que al mismo tiempo cuestionan la confianza optimista en la estabilidad del propio lenguaje, de la existencia. El diálogo entre superficie e interioridad, entonces, supone un exacto artefacto gestado desde la fragilidad y la delicadeza de la voz poética de Sandra Santana, para enfrentarse a la violencia inane de lo real, a las múltiples distracciones de lo cotidiano que atentan contra la, en apariencia , solidez de los lenguajes, de la vida. A esa retórica casi de la soledad absoluta, en la que la propia posición del que habla, es cuestionada sistemáticamente se propone la posibilidad de lo potencial, del ejercicio del propio sostenerse como una pompa de jabón (tal y como refiere uno de los poemas del libro) en el arte no como un ejercicio promotor de dis-tracciones sino como un absoluto estar ahí, presencia como dice Carlos Pardo en la reseña de este libro en Poesía digital, capaz de destrozar la tensión entre lo de dentro y lo de fuera, de sostener las estructuras de lo imaginario como base de lo potencial, posibilidad que aparece referida en la vuelta de tuerca sobre el viejo motivo que ya aparecía en los textos de Ovidio (la rosa como unidad de duración) alejada de cualquier posibilidad de cliché: «Imaginaria metamorfosis de la rosa en máquina de guerra», donde esa potencial e imaginaria transformación es capaz de resolver y de posicionarse, tal y como recientemente ha recordado Didi-Huberman en su ensayo Cuando las imágenes toman posición a partir del pensamiento estético y político de Bertold Brecht.
El lenguaje de Sandra Santana oscila entre la atención y la dis-tracción proponiendo el poema como resolución al conflicto que genera el libro: ¿Me siento sola?, dijo. Y obtuvo un sorprendente consuelo al escuchar el eco que el interior de la palabra ¿sola? provocaba al ser atravesado por su voz. La denuncia que hay en estos textos también a esa jerarquía absoluta del discurso privilegiada, del pensamiento del afuera, se encuentra también presente entre la relación del sujeto lírico y su entorno, un entorno disruptivo que tiende al desasosiego y a la aniquilación y contra el que se alza la voz. Esa denuncia se encuentra presente no sólo al enunciado, o al estatuto del yo, sino al propio arte como institución, un arte que en poemas como Mañana de domingo en el museo arqueológico cuestiona la asimilación del museo con los espacios de consumo y comunicación, planteando el museo como el no lugar del arte. En “La legítima aspiración del hombre actual a ser reproducido”, está presente la misma raigambre, dado que se presenta las relaciones entre el sujeto poético y la comunidad que le rodea como algo proclive a la enajenación e incluso a la cosificación: «Cualquier calle poco iluminada o una estación/ de metro solitaria.»
Es el verbo tan frágil es el primer libro de poemas de Sandra Santana, un libro, no obstante, que no es la primera incursión editorial de la autora que en su día fue becada por la Residencia de Estudiantes para llevar a cabo la traducción de la obra poética de Karl Krauss, una traducción que se haría pública más tarde en la edición de Palabras en versos de la editorial Pre-textos. Junto al compositor Miguel Álvarez- Fernández ha participado en numerosas intervenciones artísticas y poético-musicales. Además, de ser responsable de diferentes versiones de Ernst Jandl y Handke y miembro, junto a Patricia Esteban, fundador del proyecto El águila ediciones, promotor del concepto de literatura porvenir.
Es el verbo tan frágil asume la identidad precaria de la palabra, del sujeto (no en vano la primera, y única cita (liminar) del texto pertenece a Foucault, que parafrasea el enunciado magrittiano del Yo no soy una pipa) y recorre a través de una serie de instantáneas la tensión entre ese falso adentro que, según el propio Foucault, la tradición occidental ha privilegiado y el afuera, una tensión que se encuentra presente en todos los poemas del libro, que al mismo tiempo cuestionan la confianza optimista en la estabilidad del propio lenguaje, de la existencia. El diálogo entre superficie e interioridad, entonces, supone un exacto artefacto gestado desde la fragilidad y la delicadeza de la voz poética de Sandra Santana, para enfrentarse a la violencia inane de lo real, a las múltiples distracciones de lo cotidiano que atentan contra la, en apariencia , solidez de los lenguajes, de la vida. A esa retórica casi de la soledad absoluta, en la que la propia posición del que habla, es cuestionada sistemáticamente se propone la posibilidad de lo potencial, del ejercicio del propio sostenerse como una pompa de jabón (tal y como refiere uno de los poemas del libro) en el arte no como un ejercicio promotor de dis-tracciones sino como un absoluto estar ahí, presencia como dice Carlos Pardo en la reseña de este libro en Poesía digital, capaz de destrozar la tensión entre lo de dentro y lo de fuera, de sostener las estructuras de lo imaginario como base de lo potencial, posibilidad que aparece referida en la vuelta de tuerca sobre el viejo motivo que ya aparecía en los textos de Ovidio (la rosa como unidad de duración) alejada de cualquier posibilidad de cliché: «Imaginaria metamorfosis de la rosa en máquina de guerra», donde esa potencial e imaginaria transformación es capaz de resolver y de posicionarse, tal y como recientemente ha recordado Didi-Huberman en su ensayo Cuando las imágenes toman posición a partir del pensamiento estético y político de Bertold Brecht.
El lenguaje de Sandra Santana oscila entre la atención y la dis-tracción proponiendo el poema como resolución al conflicto que genera el libro: ¿Me siento sola?, dijo. Y obtuvo un sorprendente consuelo al escuchar el eco que el interior de la palabra ¿sola? provocaba al ser atravesado por su voz. La denuncia que hay en estos textos también a esa jerarquía absoluta del discurso privilegiada, del pensamiento del afuera, se encuentra también presente entre la relación del sujeto lírico y su entorno, un entorno disruptivo que tiende al desasosiego y a la aniquilación y contra el que se alza la voz. Esa denuncia se encuentra presente no sólo al enunciado, o al estatuto del yo, sino al propio arte como institución, un arte que en poemas como Mañana de domingo en el museo arqueológico cuestiona la asimilación del museo con los espacios de consumo y comunicación, planteando el museo como el no lugar del arte. En “La legítima aspiración del hombre actual a ser reproducido”, está presente la misma raigambre, dado que se presenta las relaciones entre el sujeto poético y la comunidad que le rodea como algo proclive a la enajenación e incluso a la cosificación: «Cualquier calle poco iluminada o una estación/ de metro solitaria.»
Es el verbo tan frágil, además de ser un magnífico poemario, supone un camino abierto para la poesía que viene, un camino que de ser bien leído y entendido, podrá cerrar puertas al aburrido y ya cansino debate abierto por la historiografía literaria de la poesía entendida bien como forma de comunicación o conocimiento.
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