Bruño, Madrid, 2007. 95 págs. 7,50 €
Óscar Esquivias
En el viejo misal de mi abuela aparecía el siguiente comentario en la octava de Navidad (el día 1 de enero): «Procura tú empezar este año, y continuarlo después, como si fuese el último de tu vida, que, si no lo es, podría serlo, y alguna vez ciertamente lo será». No se puede decir que sea la forma más animosa de saludar al año nuevo, con ese tuteo tan directo, como si el propio dedo descarnado de la parca te señalara.
Esta idea (la fragilidad de la vida, lo imprevisible de la muerte) se repetía en otras páginas del libro: «Nadie es tan viejo que no pueda vivir un día más y nadie es lo suficientemente joven como para no morir hoy», insistía el misal. Había que vivir cada jornada como si fuera la última, aunque uno fuera un niño y rebosara salud.
Esto me impresionaba mucho de chaval, hasta el extremo de que cada vez que montaba en el coche de mis padres para ir al pueblo o volver a casa me iba despidiendo mentalmente del paisaje.
Aquellos que han sobrevivido a una experiencia traumática (un accidente o un atentado, por ejemplo) a veces repasan obsesivamente sus actos durante las horas previas a aquel azar que les cambió la vida. Al recordar sus gestos despreocupados no pueden evitar ver cómo cada uno de ellos les conduce inexorablemente hacia ese destino doloroso que desconocían. Una voz interior, al tiempo propia y ajena, comenta minuciosamente esta secuencia de recuerdos aparentemente cotidianos: bajo por el ascensor, me detengo a hablar con un vecino, hay cola en el quiosco, pierdo mi tren habitual, tomo el siguiente cercanías...). Esta voz retrospectiva que conoce el futuro pero que no lo puede cambiar es la que utiliza Marcial Izquierdo para narrar su primera novela, El último día de mi vida. De todas las obras destinadas a lectores jóvenes que he leído últimamente, ninguna me ha conmovido tanto como la de este catedrático de Filosofía del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente de Gamonal (Burgos). Marcial Izquierdo ya había publicado (junto a otros autores) una Historia de la Filosofía (Ariel, 2004) y ahora se estrena con esta obra en el mundo de la literatura, y lo hace de la mejor manera posible.
¿Qué se cuenta en su novela? En principio, lo que el propio título anuncia: el último día de un muchacho, Miguel, que ha decidido suicidarse arrojándose al paso de un tren mercancías que llegará a su ciudad por la tarde. Miguel afronta las rutinas del día con absoluta normalidad (asiste a sus clases en el instituto, hace un examen, queda a comer con sus compañeros, se insinúa a una chica que le gusta, se emborracha con unos amigos). Lo que vamos conociendo de él nos indica que es un adolescente sin problemas graves y feliz, mejor dicho, inconscientemente feliz. El aire cotidiano de sus actos contrasta brutalmente con su determinación de matarse, pues es el propio Miguel (o, para ser precisos, esa voz retrospectiva dentro de Miguel) quien nos cuenta en primera persona todo lo que va pasando.
No todo es lo que parece. La novela tiene muchas sorpresas y no conviene desvelarlas aquí. El último día de mi vida está escrita con una sobriedad y una emoción irresistibles y se lee con avidez. Marcial Izquierdo, como hemos dicho, imparte clase de Filosofía en un instituto y, por tanto, conoce muy bien a los adolescentes y sus inquietudes. Su novela apasionará a los jóvenes porque, con absoluta naturalidad y eficacia narrativas, plantea asuntos muy importantes: no sólo la fragilidad de la vida, sino también la necesidad de que seamos conscientes y responsables de nuestros actos. En la novela de Izquierdo hay ecos de los temas eternos de la literatura: la cita con el destino (simbolizado por el tren que avanza imparable), el sentido del sacrificio y de la muerte, el poder de la amistad y la fuerza del amor.
Si yo tuviera un hermano adolescente, no dudaría en darle este libro. Es el mejor regalo que le podría hacer: una lectura conmovedora para reflexionar y enriquecer su experiencia de la vida. Absolutamente recomendable.
Óscar Esquivias
En el viejo misal de mi abuela aparecía el siguiente comentario en la octava de Navidad (el día 1 de enero): «Procura tú empezar este año, y continuarlo después, como si fuese el último de tu vida, que, si no lo es, podría serlo, y alguna vez ciertamente lo será». No se puede decir que sea la forma más animosa de saludar al año nuevo, con ese tuteo tan directo, como si el propio dedo descarnado de la parca te señalara.
Esta idea (la fragilidad de la vida, lo imprevisible de la muerte) se repetía en otras páginas del libro: «Nadie es tan viejo que no pueda vivir un día más y nadie es lo suficientemente joven como para no morir hoy», insistía el misal. Había que vivir cada jornada como si fuera la última, aunque uno fuera un niño y rebosara salud.
Esto me impresionaba mucho de chaval, hasta el extremo de que cada vez que montaba en el coche de mis padres para ir al pueblo o volver a casa me iba despidiendo mentalmente del paisaje.
Aquellos que han sobrevivido a una experiencia traumática (un accidente o un atentado, por ejemplo) a veces repasan obsesivamente sus actos durante las horas previas a aquel azar que les cambió la vida. Al recordar sus gestos despreocupados no pueden evitar ver cómo cada uno de ellos les conduce inexorablemente hacia ese destino doloroso que desconocían. Una voz interior, al tiempo propia y ajena, comenta minuciosamente esta secuencia de recuerdos aparentemente cotidianos: bajo por el ascensor, me detengo a hablar con un vecino, hay cola en el quiosco, pierdo mi tren habitual, tomo el siguiente cercanías...). Esta voz retrospectiva que conoce el futuro pero que no lo puede cambiar es la que utiliza Marcial Izquierdo para narrar su primera novela, El último día de mi vida. De todas las obras destinadas a lectores jóvenes que he leído últimamente, ninguna me ha conmovido tanto como la de este catedrático de Filosofía del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente de Gamonal (Burgos). Marcial Izquierdo ya había publicado (junto a otros autores) una Historia de la Filosofía (Ariel, 2004) y ahora se estrena con esta obra en el mundo de la literatura, y lo hace de la mejor manera posible.
¿Qué se cuenta en su novela? En principio, lo que el propio título anuncia: el último día de un muchacho, Miguel, que ha decidido suicidarse arrojándose al paso de un tren mercancías que llegará a su ciudad por la tarde. Miguel afronta las rutinas del día con absoluta normalidad (asiste a sus clases en el instituto, hace un examen, queda a comer con sus compañeros, se insinúa a una chica que le gusta, se emborracha con unos amigos). Lo que vamos conociendo de él nos indica que es un adolescente sin problemas graves y feliz, mejor dicho, inconscientemente feliz. El aire cotidiano de sus actos contrasta brutalmente con su determinación de matarse, pues es el propio Miguel (o, para ser precisos, esa voz retrospectiva dentro de Miguel) quien nos cuenta en primera persona todo lo que va pasando.
No todo es lo que parece. La novela tiene muchas sorpresas y no conviene desvelarlas aquí. El último día de mi vida está escrita con una sobriedad y una emoción irresistibles y se lee con avidez. Marcial Izquierdo, como hemos dicho, imparte clase de Filosofía en un instituto y, por tanto, conoce muy bien a los adolescentes y sus inquietudes. Su novela apasionará a los jóvenes porque, con absoluta naturalidad y eficacia narrativas, plantea asuntos muy importantes: no sólo la fragilidad de la vida, sino también la necesidad de que seamos conscientes y responsables de nuestros actos. En la novela de Izquierdo hay ecos de los temas eternos de la literatura: la cita con el destino (simbolizado por el tren que avanza imparable), el sentido del sacrificio y de la muerte, el poder de la amistad y la fuerza del amor.
Si yo tuviera un hermano adolescente, no dudaría en darle este libro. Es el mejor regalo que le podría hacer: una lectura conmovedora para reflexionar y enriquecer su experiencia de la vida. Absolutamente recomendable.
2 comentarios:
¡Hola!
Soy una chica de catorce años a la que recientemente recomendaron este libro. Me parece que Marcial Izquierdo tiene un una forma especial de describir ese último día. La conciencia de saber que vas a morir y no poder hacer nada por cambiarlo o por hacer las cosas que te hubiera gustado ahcer antes de irte me pareció conmovedor. En los momentos finales del libro, estuve de acuerdo con miguel en que aquel era el último día de su vida, al menos, de la que había conocido como tal. Este libro me ha enseñado una cosa, y es que la vida no se comprende del todo hasta que se tiene delante a la muerte. Por otra parte, me gusta la crítica que le has escrito. Me parece una buena manera de dirigirse al libro, y le hace justicia.
Un saludo,
Sandra.
Hola!
Mis amigas me regalaron este libro por mi cumpleaños y la verdad es que me encantó porque ya desde el principio del libro te deja un poco confusa y eso hace que queramos seguir leyendolo.
Para mí, que este libro quiere enseñarnos varias cosas, por ejemplo, que si verdaderamente tienes amigos te lo acaban demostrando, que es lo que le paso a Miguel y tambien quiere transmitirnos los sentimientos de un chaval adolescente..
Es un gran libro y se lo recomiendo a mucha gente!! :)
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