Doménico Chiappe
Sasha es una osa panda, de grandes ojos tristes, cuerpo menudo de niña, que viste como niña. Oli es una jirafa menos humanizada (no viste) de naranja piel y lunares ocre, aventurera como Sasha y dispuesta a conocer. Porque conocer es la gran aventura que estos dos personajes presentan al niño. La autora de la serie Sasha y Oli, de quien hoy se presentan cuatro libros, Katherine Lodge, utiliza la imagen naif y colorida con la contundencia de la exploración visual que tiene el niño, que sólo tiene el niño en edades tempranas, y que se refuerza con la hermosa edición de Kókinos.
En De viaje, Sasha y Oli han empacado en hermosas maletas azules, suben al avión y miran por la ventanilla las aves que surcan el cielo junto a ellos, y un helicóptero, aparato tripulado por un perro blanco de largo hocico que utiliza gorro (¿homenaje a Snoopy?). El helicóptero mueve las aspas. El niño pone el sonido. Llegan a la playa, juegan con la arena. Sasha es más activa. Oli más fresco, observador. Fotografían una ciudad de tráfico intenso y altos edificios (¿han viajado a Miami?). Suben a una montaña para descubrir un lago y finalmente, como todos, yacen al final del día en la piscina del hotel, con un refresco (supongo que no un daikiri) al borde.
El mundo de juego se cuela en la realidad. Lodge puede dibujar la realidad (sus personajes pintan con acuarelas corazones que se chorrean) o lo que imaginan (conducen un coche para dirigirse al campo). En De paseo, van al parque de diversiones, patinan sobre hielo conducen un tren y vuelan en un globo aerostático. Y en Al parque, preparan y llenan una piscina, juegan en un parque infantil, hacen un picnic y llueve, aparece el arco iris cuando Oli lleva en su lomo a una Sasha cansada. Queda patente un claro mensaje de compañerismo y colaboración.
En A jugar, Sasha y Oli echan mano de todos sus juguetes, típicos en el baúl de los niños. Oli se ve más despierto y activo que en el libro anterior. Sasha se comporta como una niña encantadora vestida de hada madrina, cuando Oli imita a Louis Armstrong o viste de pirata (sin parche y sin garfio), dibujan, preparan una tarta (como en el anterior, el niño recrea el sonido: cumpleaños feliz, te deseamos a ti), vestidos de cocineros, hacen planos y construyen naves intergalácticas donde Oli no cabe y, de noche, leen un libro a la luz de una lámpara y con la luna asomando por la ventana.
La estrategia de Lodge es clara y eficaz: un día agitado, temático, en la vida de dos personas afines, compenetradas como dos hermanos, donde Oli es el mayor y Sasha la menor con visos de dirigente ante un complaciente cómplice.
En De viaje, Sasha y Oli han empacado en hermosas maletas azules, suben al avión y miran por la ventanilla las aves que surcan el cielo junto a ellos, y un helicóptero, aparato tripulado por un perro blanco de largo hocico que utiliza gorro (¿homenaje a Snoopy?). El helicóptero mueve las aspas. El niño pone el sonido. Llegan a la playa, juegan con la arena. Sasha es más activa. Oli más fresco, observador. Fotografían una ciudad de tráfico intenso y altos edificios (¿han viajado a Miami?). Suben a una montaña para descubrir un lago y finalmente, como todos, yacen al final del día en la piscina del hotel, con un refresco (supongo que no un daikiri) al borde.
El mundo de juego se cuela en la realidad. Lodge puede dibujar la realidad (sus personajes pintan con acuarelas corazones que se chorrean) o lo que imaginan (conducen un coche para dirigirse al campo). En De paseo, van al parque de diversiones, patinan sobre hielo conducen un tren y vuelan en un globo aerostático. Y en Al parque, preparan y llenan una piscina, juegan en un parque infantil, hacen un picnic y llueve, aparece el arco iris cuando Oli lleva en su lomo a una Sasha cansada. Queda patente un claro mensaje de compañerismo y colaboración.
En A jugar, Sasha y Oli echan mano de todos sus juguetes, típicos en el baúl de los niños. Oli se ve más despierto y activo que en el libro anterior. Sasha se comporta como una niña encantadora vestida de hada madrina, cuando Oli imita a Louis Armstrong o viste de pirata (sin parche y sin garfio), dibujan, preparan una tarta (como en el anterior, el niño recrea el sonido: cumpleaños feliz, te deseamos a ti), vestidos de cocineros, hacen planos y construyen naves intergalácticas donde Oli no cabe y, de noche, leen un libro a la luz de una lámpara y con la luna asomando por la ventana.
La estrategia de Lodge es clara y eficaz: un día agitado, temático, en la vida de dos personas afines, compenetradas como dos hermanos, donde Oli es el mayor y Sasha la menor con visos de dirigente ante un complaciente cómplice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario