José Miguel López-Astilleros
Esta es la primera novela de Grace McCleen (Gales, 1981). Fue publicada en 2012 en el Reino Unido, donde fue muy bien acogida por la crítica. En 2013 publicó en su país natal The Professor of Poetry, muy diferente a la anterior, en palabras de la autora.
Si nos dijeran que el tema principal de una novela es el fundamentalismo religioso, seguro que esperaríamos encontrarnos con un drama áspero, y hasta podríamos sospechar que heriría susceptibilidades y provocaría reacciones encontradas. Pues siendo este el caso, nada más lejos. Judith, una niña de diez años y huérfana de madre, vive con su padre, quien pertenece a una secta cristiana, basada en que el Armagedón o fin del mundo está próximo, por lo cual se dedica a ir con su hija de puerta en puerta haciendo proselitismo de sus creencias. El punto de vista en todo momento es el de la niña, que es quien narra en primera persona su historia, por esta razón y porque no faltan buenas dosis de humor, esa aspereza dramática de la que hablábamos arriba queda atenuada, aunque no oculta.
Lo importante no es la acción en sí, sino como elemento necesario para mostrar el aislamiento físico, emocional e intelectual de padre e hija, lectores compulsivos de la Biblia e integrantes de una secta, que les proporcionará la clave para interpretar cualquier signo o suceso. Hay dos motores que desencadenan los hechos por los que transcurre la relación entre ambos personajes y estos con el mundo: el acoso escolar que sufre Judith a manos de Neil, un compañero de clase; y por otra parte, la huelga de los trabajadores de la fábrica en la que trabaja John, su padre, y a la que no se suma, hecho que le acarreará problemas con sus compañeros y vecinos.
Judith es una niña imaginativa, que confecciona un universo propio en su habitación con los materiales que encuentra (papel, algodón…), llamada La Tierra de Decoración (título original del libro, The Land of Decoration), como refugio y defensa ante la hostilidad que Neil desata contra ella y la incomunicación con su padre, embebido en sus creencias. Grace McCleen recrea un mundo que conoce muy bien, ya que ella misma nació en el seno de una familia de fundamentalistas cristianos, y es más, en un momento de su vida se trasladó con sus padres a Irlanda, donde vivieron aislados en mitad del campo, donde, según ella, no se relacionó con nadie que no fuera creyente, hasta que volvieron de nuevo al Reino Unido. La protagonista llega a confundir la realidad con la ficción al creerse en posesión de la capacidad para realizar milagros, además de mantener un diálogo directo con Dios. Ella, pues, desarrolla su imaginación con los elementos que tiene a su alcance y que forman parte de su educación, que son los de la fe que comparte con su padre. Como ejemplo de la impermeabilidad de los cotidianos usos sociales en la vida de Judith, podemos señalar que en ningún momento usa un smartphone o un ordenador, como sería obvio en una niña de hoy día.
Las creencias religiosas de padre e hija no están presentadas directamente como algo negativo, ni con digresiones moralizantes. Sólo a través de ambos veremos que todos sus códigos vitales son emanaciones de su particular concepción religiosa de la existencia, en virtud de la cual observamos que viven en un mundo ficticio, o al menos distante de lo que se considera real por quienes no participan de sus creencias, una fe estricta que no admite la disidencia, a la cual se acerca Judith con sus dudas y preguntas a su padre, quien no le ofrece razonamientos lógicos, sino máximas doctrinales.
El libro es fácil de leer, sus capítulos son breves y el estilo es sencillo y sin alambicados recursos narrativos. Predomina un cierto tono de inocencia en la exposición y en el tratamiento, casi ingenuo, que puede ser engañoso, si es esa la conclusión del lector, y quizás sea ese camuflaje lo que no nos acaba de convencer al tratar un asunto nada inocente en sus consecuencias, como queda sugerido, por otra parte, en la obra.
En definitiva, una novela sobre el fanatismo religioso, la soledad, la incomunicación y el sentimiento de culpa, que interesará a un lector sin prejuicios.
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