Daniel López García
«Los proverbios de los pobres contienen verdades precisamente porque se contradicen. Eso sucede en Sanfrediano o en cualquier sitio donde la gente las pasa moradas para llegar a fin de mes» (51). Las muchachas de Sanfrediano de Vasco Pratolini fue publicada originalmente en el año 1949 y, por fin, en diciembre de 2013, traducida al castellano por la editorial Impedimenta. En las dos sentencias extraídas de este texto con las que he dado comienzo a esta reseña, se podrían vislumbrar los dos ejes fundamentales en torno a los que gira la novela: por un lado, Sanfrediano como espacio que dota de significación al contexto generando un sentido de identidad a unos personajes por el mero hecho de la tradición y la pertenencia a él; por otro, la capacidad popular para la subversión frente al orden de valores morales establecidos y, al mismo tiempo, la asimilación del sistema de convivencia para subsumirlos, provocando que lo que se pudiera intuir como un cambio no sea más que una pequeña alteración dentro del contexto compartido.
De esta forma, en la novela de Vasco Pratolini se puede identificar cierto aire costumbrista, en la medida en que el escritor consigue una perfecta ambientación del espacio y el tiempo que retrata. Parte de una mirada que se centra en el microcosmos del barrio de Sanfrediano describiendo sus calles, sus gentes, las ocupaciones en las que desarrollan su vidas, sus prácticas y sus conflictos interpersonales, así como la forma en la que estructuran su devenir familiares y vecinos. No obstante, ese ángulo acaba abriéndose a un nivel macro hasta el punto de reflejar algunas de las tensiones y nuevas dinámicas sociales de la Italia de posguerra: la guerra partisana contra el fascismo, la influencia norteamericana o las diferencias económicas del país, como ya ha sido apuntado. En este sentido, más allá de esos aires costumbristas, Las muchachas de Sanfrediano encuentra mayor acomodo en la estética neorrealista de la época, ofreciendo un retrato de los sectores más desfavorecidos de la Italia de posguerra, basada en una representación de la realidad tal cual era, apoyada en un estilo narrativo ágil, que combina la ingenuidad y el desparpajo, y sostenida en un esquema narrativo tradicional, sin ambages formales.
De la fotografía que el escritor realiza del barrio de Sanfrediano destacan sus mujeres: hermosas y arrogantes, señoritas con carácter altivo, habilidosas en los oficios en los que se educan, trabajadoras que en el conocimiento de sus destrezas guardan su valor más preciado, ya sean oficinistas o esparteras, costureras o silleras, «A las muchachas de Sanfrediano, sean guapas, o feas, con verrugas en la cara o con ojos de Virgen María, por sus manos las reconoceréis: son su misterio, su orgullo más íntimo, su dote. Y son blancas como la leche, con los dedos largos y esbeltos como un huso» (19). Frente a ellas, aparece el personaje masculino de Aldo Sernesi, conocido popularmente como Bob por su gran parecido al actor Robert Taylor. En contraposición a estás, Bob es presentado como «un galán de extrarradio que disimulaba con su belleza y su descaro lo ridículo de su papel, y despertaba envidia, pasiones y amarguras» (39). A pesar de la fuerte impronta de las muchachas del barrio, todas claudicarán frente a los encantos físicos de Bob que, como el casanova de Sanfrediano, irá hilvanando romances con diversas de ellas como un pasatiempo, con el simple objetivo de su gozo y disfrute: «Su imaginación, como su ingenio, era limitada: no le permitía ni profundizar en el juego ni variarlo; sus emociones le bastaban tal como eran, siempre superficiales, puras vanidad y suficiencia» (40). Esta historia sobre las conquistas de Bob se configura como el motor de la novela. La toma de conciencia de forma colectiva por parte de las mujeres de su papel, objetos en los divertimentos de este don Juan arrabalero, será el detonante para el desenlace de la historia, en el que ellas aparecerán como unas Bacantes dispuestas a hacer justicia y él como un pelele cobarde sin margen para su defensa. No obstante, los deseos de este grupo de furias, basados en la moral imperante del barrio de aquella época en relación al amor -la necesidad de amar a un único hombre que las devuelva del trabajo en la calle a casa y las declare el objeto exclusivo de su pasión-, instaurará de nuevo el orden establecido tras el conflicto, aplacando tanto a ellas como al casanova.
Las muchachas de Sanfrediano es una nóvela ágil, agradable y entretenida en su lectura. No presenta aspiraciones didácticas, ni articula denuncias más allá de las propiamente expresadas por la descripción del contexto. Aún así, es un texto que expone algunas ideas y dinámicas, presentes en el transcurso de la acción en un tiempo y espacio concretos, de las que se desprenden posibles interpretaciones que tendrán un mayor desarrollo en la preocupación literaria años más tarde.
2 comentarios:
Quien fuese el hombre de la portada del libro... ;)
Donde escribo"...como ya ha sido apuntado..." me refiero a la reseña de Jordi Corominas Julian. Por alguna razón fuera de mi alcance, no se publicó el enlace: http://corominasijulian.blogspot.com.es/2013/10/las-muchachas-de-sanfrediano-de-vasco.html
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