miércoles, marzo 12, 2014

Haré todo lo que tú quieras, Iolanda Batallé

Trad. Olga García Arrabal. Martínez Roca, Madríd, 2013. 224 pp. 18,98 €

Ángeles Escudero

Dice en la solapa de esta novela que Iolanda Batallé, escritora y editora, ha vivido en Inglaterra, Argentina, Marruecos, Sudáfrica, Estados Unidos y el Baix Empordà. No creo que sea aleatorio ni fortuito que señale este último lugar, respetando, además, la lengua que le es propia. Más bien estoy tentada a afirmar, sin saberlo a ciencia cierta, que este gesto, por sí solo, define como un rasgo de su personalidad la fidelidad a lo propio. Licenciada en Filología Inglesa, periodista y máster en dirección de empresas, ha colaborado en medios como El Observador, El Periódico, Avui, Diari de Girona, RACI y COM Radio, entre otros. La fluidez de su narración tendrá algo que ver con su faceta periodística, seguro. Actualmente reside en Barcelona, donde trabaja como directora de la editorial La Galera y como profesora de la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés, del Laboratorio de Letras y del máster de Edición de la Universidad Pompeu Fabra. Es autora de La memoria de las hormigas, y El límite exacto de nuestros cuerpos. Con Haré todo lo que tú quieras obtuvo el XLV Premio Prudenci Bertrana en 2013.
¿Un libro es de quién lo escribe o de quién lo lee? Para mí, desde que cae en tus manos se convierte en algo propio, en algo que interpretas y vives a tu manera. Es un riesgo que asumen todos los que escriben. “El lector siempre tiene razón”, yo no sé si esta sentencia (no exenta de polémica) de Marta Sanz, es cierta o no, pero yo, como lectora, sólo puedo reseñar la novela que yo he leído.
Lo que no es Haré todo lo que tú quieras. Por aquí quiero empezar. Si busco en noticias breves que resuman el contenido de la novela publicada, si leo notas de prensa o incluso blogs, siempre encuentro lo mismo… «Nora, una pintora de reconocido prestigio, vive la confortable existencia de la clase alta barcelonesa junto a su marido Roberto, abogado de profesión y con bufete propio. En un viaje, Nora conoce a Nacho con quién iniciará una tórrida relación. A través de él, o por él, Nora acaba compaginando su vida burguesa con otra faceta que nunca pensó que llegaría a desarrollar». Es injusto para la novela y para la autora, resumir en esta escueta síntesis lo que es esta historia. Por eso me atrevo a decir que decepcionará a las personas que integren la siguiente lista:
Quien espere sólo una novela erótica.
Quien espere sólo una novela romántica.
Quien incluso espere sólo un cóctel genial de ambos ingredientes.
Haré lo que tú quieras es todo esto pero, sobre todo, es un viaje interior. No es algo evidente, está como agazapado, escondido en la inmediatez de la historia y en la sensualidad de la novela. Pero el erotismo en esta novela es una máscara, o una excusa. La finalidad es esa búsqueda, ese viaje interior que realiza la protagonista, quizás sin querer, pero que una vez en marcha, ya no se puede parar.
La voz de Iolanda es camaleónica y personal. Mientras lees, en ocasiones, puede que sientas desconcierto o turbación. Es como creer que van a lavarte en una bañera con agua tibia, un jabón oloroso y unas manos suaves, y que un guante de crin te frote hasta vapulearte los sentidos. Esa es una de las razones por las que me parece que la traducción de la novela del catalán al castellano ha debido tener una especial dificultad. Olga García Arrabal consigue, no obstante, que no se pierda ese estilo tan personal, en ocasiones difícil, que tanto nos gusta a quienes nos gusta que nos guste leer.
El inicio de la novela es más que sugerente. Incluso juega, conscientemente, a la confusión, al narrar dos historias a la vez. Cuando consigues ubicarte te encuentras de lleno metida en la trama, asaltada por un lenguaje fresco, una narración ágil y por unas imágenes que difícilmente podrían dejar indiferente a quien lee. Un avión, una situación que rezuma erotismo, y una protagonista que, ya desde el principio, pone palabras intensas a unos pensamientos profundos y complejos, como ella misma. Nora no es un personaje plano, ningún personaje lo es, ni siquiera el que parece querer serlo.
Del arranque de la novela, destacaría también que hay señales. Por ejemplo, desde el principio se intuye que la frase del taxista: «Me llamo Paul Smith Page, pero de estos dos apellidos solo uno es de verdad», tendrá una relevancia en algún momento. Y la tiene, justo cuando debe, cerrando un círculo, con intensidad pero sin fuegos de artificio. Otra señal, que guarde cerca un trozo de neumático que huele en un acto que a mí me pareció siempre más de consuelo que fruto de un trastorno obsesivo compulsivo.
Una cosa que ha conseguido conquistarme es la capacidad de la autora de provocar en mí el tener que releer una frase, subrayarla, escribirla en un papel, y pensar. De éstas hay varias. La primera, casi al principio dice: «El mar lo cura todo. La voluntad también». Hay toda una teoría sobre cómo desde el interior podemos cambiar el exterior, modificar la realidad. De hecho, en la película documental ¿Y tú qué sabes? se expone, desde la perspectiva de la física cuántica, cómo se explicaría esto. Las tesis que se exponen son fruto del estudio del cerebro humano y de cómo está en continua actividad creando conexiones nuevas. De forma consciente nuestros pensamientos pueden influir en la realidad. Se analiza, incluso, que nuestra conciencia influye no sólo en lo que está a nuestro alrededor, sino también en nuestro futuro. Interesante, aunque en ocasiones algo cuestionado por la comunidad científica. Llaman a esta física cuántica, la física de las posibilidades. Justo en esto pensaba cuando he estado tentada de no creerme algunas relaciones o algunas reacciones, cuando sentía que había una vuelta de tuerca de más en la historia, cuando las casualidades me parecían evidentes, ¿No nos sorprende el azar a veces? Y, ¿No somos lo suficientemente complejos para que cualquier posibilidad sea plausible? ¿Hay dos relaciones iguales en el mundo? Además, Iolanda consigue hacer verosímil lo extraordinario, lo increíble, real. Esa habilidad creo que es fruto de su capacidad por ambientar las escenas dentro de lo cotidiano, le da verosimilitud. ¿Quién no se ha sentido anónimo en el bar de una parada de metro?
Como en el documental, la autora hace referencia a la puerta que Alicia en el país de las maravillas atraviesa para encontrarse con un mundo diferente y con ella misma. Ahí comienzan los dos viajes. Nora abrirá su puerta interior, destapando así la caja de Pandora.
Nora, nuestra protagonista, es una mujer compleja, con una vida que, al menos en apariencia, parece envidiable. Y, más que ser misteriosa, yo diría que oculta algo, que guarda celosamente un secreto. Y, no me equivocaba. Los motivos para que todo cuanto arrastra en la conciencia, todo cuanto lleva a la espalda como un fardo donde no cabe ni un trocito más de pasado, salga a la luz es consecuencia del cambio que va sufriendo (o viviendo) Nora. Como dice la canción de Mercedes Sosa, Cambia todo cambia. Cambia o evoluciona o, simplemente, despierta. Abre los ojos y se encuentra con una realidad diferente y, cómo ella, tampoco ya volverá a ser la misma. Su universo, su cosmos (ese todo ordenado según los griegos), se tornará caos. Su casa, su marido, sus dos hijas, su abuelo, todo se verá afectado. Y, la autora lo dice tan bonito que no me resisto a parafrasearla: «Le sorprendió una evidencia: que gente a la que no conocemos de nada o situaciones totalmente anecdóticas nos pueden cambiar la vida. A veces un desconocido puede ser la puntuación que cambie nuestra frase».
Decía al principio que la novela me pertenece, que es mi interpretación lo único que puedo ofrecer. Y, Nora, también es un poco mía. En un momento de la novela, su marido le dice: «La gente cuando está cansada para, tú no». Esta frase me afectó por dos motivos. Porque comencé a intuir que Roberto era bastante más de lo que parecía, y porque me identifiqué con esa sensación. La de no poder parar, y si estoy cansada sigo un poco más, es como cuando vas cuesta abajo corriendo, parar se antoja siempre más difícil que seguir. Y, salvando todas las distancias entre nosotras y entre nuestras vidas, hay otra frase que podría haber firmado yo: «No entendía que pudiese haber personas en el mundo con carreras o hijos que no tomasen café». Y la última conexión que señalaré: las reflexiones de Nora están muy cerca de la filosofía. Sólo un ejemplo (y hay muchos): «Todo lo que parece una cosa en el fondo no lo es y podría ser otra cosa».
Sólo tengo un reproche que hacerle a la autora. Me falta que Julia, su amiga, tenga voz, presencia. Aunque nadie dijo que la finalidad de las historias, las ficticias o las reales, sean ser justas, creo que este personaje en particular es víctima de una de esas injusticias que se manifiesta en la indiferencia. Está en situaciones complicadas, pero ¡Qué poco se nos dice sobre lo que siente, sobre lo que piensa o vive!
Y, está Nacho. El punto de partida. ¿Quién es Nacho? ¿Quién o qué es, ese desconocido que la hace sentir cosas que no conocía y que sabe que ya no podrá vivir sin volver a sentir? ¿El hombre que la conquista, el que la ama, el que la utiliza? Tampoco es un personaje plano, tiene no sólo un presente complejo sino también una historia detrás, contundente e intensa. Este personaje, al que será tan fácil amar como odiar, verbaliza otra de las frases que me han hecho detenerme y pensar: «No me da miedo morir. Lo que me da miedo es no entender la realidad». Nacho, el que comienza el juego, el que impone las reglas, el que cambia la perspectiva vital de Nora, también se verá afectado por el cambio que él ha provocado. Nora, a través de él, a través de su viaje, de sus decisiones, llegará a ser no lo que quiere él, no lo que quieren los demás, no lo que esperan. Nora cumplirá el imperativo de alguien importante en la trama, su abuelo, «Sé tú», le decía. Y Nora, llegará a serlo.


Iolanda Batallé: «Las mujeres me dicen: has escrito la novela que todas queremos leer»

Último Premio Prudenci Bertrana, uno de los más prestigiosos en lengua catalana. Varias semanas en las listas de más vendidos en catalán. Podríamos llamar a Iolanda Batallé "fenómeno" si no resultara obvio que lo es. Aunque no de las ventas, sino de la vida. Editora y escritora, Batallé contagia un extraño entusiasmo por todo lo que toca. Y tiene ese olfato raro de los gatos viejos del sector editorial. Si alguien la acusa de oportunismo en la elección del tema de Haré todo lo que tú quieras, estará en un error: sus lectores sabemos que este nuevo libro suyo contiene lo mejor de los anteriores, un «estilo Batallé» que se caracteriza por contar con profundidad cosas en apariencia banales, y por hacerlo con la convicción de quien tiene mucho por decir. En esta entrevista, la escritora nos revela algunas claves que nos permtirán leerla de otra forma: qué es para ella el éxito, con qué ingredientes cocina sus libros o  qué se trae entre manos.

Haré todo lo que tú quieras comienza en un avión con un encuentro muy estimulante (y muy tórrido). ¿Es consciente de que después de leerla no hay ninguna mujer que suba a un avión como lo hacía antes?
Sí, lo sé. ¡Ni ningún hombre! Me encanta. Es maravilloso. De hecho me llegan muchos mensajes de personas que quieren volver de Londres en British Airways. Las mujeres me dicen: has escrito la novela que todas queremos leer. Y yo feliz. Escribir, como bien sabe usted, es muy solitario, y ver que tantos lectores están conectando con esta historia me parece maravilloso y un regalo precioso después de años de trabajo.

La novela, además de contar una relación sentimental marcada por el erotismo, hay también mucha reflexión sobre la vida, sobre el sentido de la existencia y también sobre las consecuencias de la muerte. ¿Al fin y al cabo erotismo y muerte están cerca, como siempre nos ha dicho el tópico?
La vida y la muerte están muy cerca. En Haré todo lo que tú quieras de lo que hablo entre líneas es de una bajada al infierno vestida de Belle de jour. Lo que hace Nora es conseguir vencer su propio miedo. El corazón de la novela es cómo uno se enfrenta y acepta sus más oscuras necesidades. Y esto es un tema tan antiguo como Los viajes de Hércules: las pruebas personales que le llevan a uno a entenderse y a saber quién es (si esto es posible). Veo esta novela como un ritual. El ritual que inicia Nora para descubrir quién es ella. Y como siempre no hay ninguna meta, allí donde al principio había puertas cerradas ahora las abre. Lo que me interesa es que el ritual de Nora lleve a cada lector a abrir sus propias puertas. Y aquí entendemos este erotismo como vía de conexión con las fuerzas primitivas, liberadoras. Y el atreverse a entrar en terrenos ocultos. ¿La muerte?


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