Julián Díez
El entusiasmo por la novela policiaca sueca, que ahora suena tanto a moda de la temporada pasada, nos ha dejado como resultado el hábito de las editoriales españolas por tener un ojo puesto en lo que se cuece por Escandinavia. De los autores que suenan a posteriores al boom Stieg Larsson —aunque sus obras comenzaran a publicarse en vida de éste—, uno de los que parece tener toda la pinta de labrarse un puesto fijo en las librerías cuando la moda quede del todo extinta es Johan Theorin.
Su Cuarteto de Oland, del que hasta el momento se han publicado tres obras, goza de inmejorables críticas que me impulsaron a leer esta novela, más reciente e independiente de ese ciclo. El guardián de los niños comparte con el cuarteto un enfoque distinto del thriller, que en esta ocasión se me antoja más cercano a los ambientes malsanos que cultiva otro de los escritores suecos más exitosos del momento, John Ajvide Lindqvist (el autor de la bien conocida Déjame entrar).
El protagonista de la historia, Jan Hauger, es un joven de pasado misterioso que comienza a trabajar en la guardería de una institución psiquiátrica, Santa Patricia. A ella acuden hijos de los internados, que permanecen en régimen de adopción con familias cercanas a la vez que hacen alguna visita a sus progenitores encerrados. Hauger es un verdadero amante de los niños, pero poco a poco, a través de una doble serie de flashbacks, conoceremos su lado inquietante: hizo desaparecer a un niño de cinco años en su primer trabajo, nueve años atrás, y estuvo un tiempo él mismo internado por un intento de suicidio, motivado por el acoso por parte de un grupo de compañeros del colegio. En ese periodo, conoció a una chica, Alice Rami; un primer amor adolescente cuya importancia se mostrará creciente en el desarrollo de la historia.
Porque Hauger llega a la convicción de que Rami, rebelde y desequilibrada años atrás, está encerrada en Santa Patricia, donde no faltan los inquilinos con historial criminal. Ello le llevará a intentar acceder al sanatorio, y desencadenará una trama en la que hay detalles previsibles, pero no faltan tampoco sorpresas y un excelente pulso para dosificar la información por parte del autor.
Hauger, con el que el lector se ve obligado a simpatizar gracias al amplio desarrollo de su personalidad por parte de Theorin, se va convirtiendo con el paso de las páginas en un personaje de primer orden. Una personalidad débil, en el que se dibuja con precisión ese vértigo hacia el desequilibrio interno que, mal que bien, nos afecta a tantos. Su hechizo por Rami, y la conclusión de su añorado romance en una certera coda, le convierten en un personaje trágico de primera categoría. En comparación, el resto de personajes tardan en arrancar, aunque finalmente Theorin consigue hacer verosímiles a sus compañeras Hanna y Lilian, capitales a la postre para el desarrollo de la historia.
Sin llegar al ambiente ponzoñoso de Lindqvist, aunque asomándose en esa dirección por momentos, Theorin hace de El guardián de los niños un libro inquietante de veras sin tener que echar mano en casi ningún momento de la truculencia. Alejada de los extremos más desquiciados de la por lo demás brillante Shutter Island de Dennis Lehane, sin duda la mejor novela criminal con manicomio de las últimas décadas (aunque conviene huir como de la peste de la amanerada adaptación al cine de Martin Scorsese), Theorin aporta su granito de arena a la reflexión sobre la naturaleza de lo que catalogamos como locura, y de las consecuencias de ese etiquetado sobre la vida de quienes tal vez sólo han estado faltos de fortaleza para resistir golpes de la vida.
4 comentarios:
Me suena la portada, creo que hay otro libro por ahí con una portada similar.
Me lo apunto para leer y en breve además, menuda pinta tiene.
Sin desperdicios. Giros imprevistos, doble relato continuado y alternado hasta cerrar uniéndose. Un excelente libro que mantiene en vilo todo el tiempo. Un placer para aquellos a los que les gusta anticipar situaciones (no aciertas ninguna).
En internet se puede leer el primer capítulo.
Muy buena historia, pero muy triste.
No concuerdo con que se trate de una novela negra. Creo que es un thriller con rasgos góticos. El auténtico protagonista: el hospital psiquiátrico. A él le dedica el narrador muchos pasajes descriptivos que, según mi opinión, terminan saturando en una extensa novela en la cual comienza a pasar algo interesante luego de la mitad. Hasta ahí creación de intriga. Una muy buena idea que en otras manos hubiera rendido mucho más, desde lo artístico o desde el entretenimiento.
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