Mara Montesinos
T.O. Nesi e Hijos S. A. era el nombre de la fábrica de tejidos con la que la familia Nesi se ganó la vida durante tres generaciones. La empresa fue fundada en 1926 por los hermanos Omero y Temistocle, en la población de Prato. Situada en la región de la Toscana, Prato fue una de las localidades industriales que engrandecieron la fama de Florencia en la artesanía de la ropa y el calzado. Dos décadas después de su fundación, en 1945, con el esfuerzo de sus dueños y de sus empleados, la fábrica de los Nesi se levantó sobre sus cenizas después de que un ejército nazi en retirada prendiese fuego a sus telares, pero no pudo sobrevivir a la globalización mundial de la economía y, en 2004, fue vendida a una compañía internacional. Edoardo Nesi, hijo de Alvarado y nieto de Temistocle, fue el encargado de organizar la venta, después de ser, desde 1993 y hasta el día de su venta, el director general de la compañía. “No acabo de ver si fui listo o cobarde”, escribe el autor, “si hice bien o traicioné” se pregunta, refiriéndose a ese ‘Hijos’ en el nombre de la empresa familiar, que revelaba el deseo de continuidad de sus fundadores.
La trayectoria de la fábrica de su familia le sirve a Nesi para hablar de “su gente”, un concepto que abarca mucho más sus propios parientes: es todo el tejido industrial textil de Prato. Y así habla de trabajadores concienzudos y responsables, de unos empresarios que no debían nada a los bancos, de telas de calidad que duraban años, del trabajo bien hecho y el descanso merecido.
Y aunque lo hace desde su faceta de industrial, y él mismo reconoce su posición de “niño mimado”, habla del orgullo de la industrial textil dignificando a todos esos artesanos, todos los obreros y empleados, y desde la añoranza de un sistema que “dejaba a todos ganar un poco” y elaboraba “los tejidos más bonitos del mundo”.
Nesi cuenta cómo todo eso que era real y perfecto se perdió por culpa de gobernantes cegatos, acomplejados y crédulos frente a las corrientes económicas que les engañaron con baratijas, y frente a quienes decidieron producir fuera poniendo luego, eso sí, el “Made in Italy” a las prendas “porque han sido pensadas en Italia”.
La historia de la gente de Nesi puede ser la de la industria textil española, de las fábricas de telas de Tarrasa o Sabadell, o de los talleres de Caspe, cuyas costureras confeccionaban hace una década trajes de Dior. En definitiva, nos habla del fraude a la clase media europea, esos ciudadanos que ven, que vemos, deshacerse la tierra bajo nuestros pies cuando nos habían dicho que pisábamos roca sólida.
En su relato chirría un poco alguna visión un poco apocalíptica de posibles brotes xenófobos o de arranques populistas. Pero hace justicia a “su gente” cuando nos cuenta su “historia” con tono épico, incluso en las anécdotas más livianas, en detalles sencillos pero cercanos al alma del lector. Porque Nesi no era solo un director general de una empresa de tejidos entre 1993 y 2004, era también un escritor que, con la aquiescencia tácita de sus socios-parientes, sacaba tiempo en sus jornadas en la fábrica (de ocho de la mañana a siete de la tarde “porque no conviene que la empresa esté abierta sin ninguno de los propietarios”, según la máxima paterna) para escribir sus propias obras. Nesi también ha traducido a varios de sus autores favoritos, desde Lowry a Foster Wallace, pasando por Scott Fitzgerald o Chatwin, entre otros.
Y esas vivencias literarias constituyen el otro pilar de este texto, tan importante en la obra como el relato de la epopeya familiar y de la decadencia de la industria textil Toscana. Y en ese apartado, reflexiona sobre la naturaleza de la creación narrativa y el oficio y la vocación de escribir. Industrial y creador, Nesi mezcla ambos mundos, inventando con su diseñador textil “los jerseys de lana de Fitzgerald o el lino de las camisas de Hemingway cazando elefantes en África”.
También nos deja hermosas páginas sobre su pasión por la lectura, sus libros y escritores favoritos, las razones para leerlos. Hijo de su tiempo, en sus referencias no faltan directores cinematográficos como Tarantino, ni evocaciones a la música pop y rock.
En el año 2006, Edoardo Nesi escribió La edad de oro. La historia de un empresario textil de Prato que lucha contra la extinción de su fábrica y contra su propia extinción física, enfermo de un mal incurable. El libro fue uno de los finalistas en el Premio Strega, el máximo galardón de las letras italianas. En la mañana del 28 de febrero de 2009, en la mayor manifestación de protesta del sector textil de Prato, un Edoardo Nesi que acudía pensando en si merecía estár allí después de haber abandonado su empresa, (“si fui listo o cobarde”), solo recibió felicitaciones por su libro y fue colocado por sus colegas arruinados y los trabajadores desempleados en la cabeza de la manifestación, sujetando la pancarta. Sus emociones de ese momento sirven de colofón a esta historia de su gente:
«Ahora sé que no viviré el deslumbrante esplendor fitzgeraldiano en que me parecía vivir cuando tenía 18 años y sueños ilimitados, (…), y a mi alrededor cualquiera podía intentar hacerse empresario y sentirse dueño de su futuro, incluso yo. Sé que soy siervo de mis libros y mi familia, y mi destino es escribir. Mientras pueda.
Hoy, sin embargo, quiero seguir caminando junto a los míos. No sé bien adonde vamos, pero desde luego no estamos parados”»
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