Ángeles Prieto
Los microrrelatos o minificciones, que para algunos teóricos componen un género aparte, mientras que otros prefieren calificarlos como cuentos muy breves, conforman una modalidad literaria que lleva practicándose siempre. De hecho, la distancia con los aforismos, chistes, alardes de ingenio o sentencias a veces no es perceptible. En cualquier caso, estamos asistiendo a un auge de los mismos de acuerdo con las pujantes y ya inevitables tecnologías virtuales en nuestras comunicaciones, que exigen concisión.
Es sólo que muchos críticos, tras dos largos siglos de preponderancia novelística, mantienen todavía la duda punzante de considerarlos literatura, sin reconocer todavía que en ellos se encierra arte. Y yo en este punto, no tengo la menor duda. Aunque curiosamente es un convencimiento que he ido afianzando no por la lectura de los ya clásicos de este género, como Max Aub o Slavomir Mrozek, ni tampoco por las obras de los magníficos escritores actuales que publican con cierta asiduidad como José María Merino, Carmela Greciet o Ángel Olgoso, sino por los que empiezan en estos momentos con gran entusiasmo, los difunden cuando pueden y están formando Escuela, con todo lo que esta palabra implica: ideas, técnicas, temas y estilos.
Es el caso de Jesús Esnaola, quien lleva años practicando el microrrelato desde su blog “El doctor Frankenstein, supongo”, autor de una enorme curiosidad que busca aprender y aprehender para sí de todas las obras posibles. Y a fe mía que lo ha conseguido. Porque el resultado más que digno que tengo en mis manos es un libro chispeante, entusiasta, dúctil y ligero como debe ser el género y sumamente ingenioso, con una enorme facilidad para cambiar de historias. Aunque como todos los autores, tiene preferencias: los monstruos, el doble, el paso del tiempo.
Una obra juvenil por la gracia de sus textos y a la vez madura, de manera que aborda a veces con sarcasmo, otras con sabiduría, no sólo los grandes temas de la existencia, sino también esos elementos cotidianos que, en función de los avances técnicos, vamos incorporando a nuestra existencia. Como ejemplo, he aquí el más breve de sus microrrelatos: Ironía. “El fantasma del inventor del GPS vaga por la Tierra, sin descanso, incapaz de encontrar el camino hacia la Luz”. Y es por ello que considero que sólo aquel que no se haya perdido alguna vez con tan singular aparato, podrá no apreciar el arte que encierra esta malvada (pero sabia) frasecita.
Es un libro que por tanto recomiendo no sólo a los fanáticos de lo breve, que van en aumento, sino también a esos lectores anquilosados, con telarañas en los ojos, que al refugio de los cada vez más simples marchamos culturales, y siguiendo como ovejas las directrices del mercado, tienen telarañas en los ojos y no quieren ver lo que está pasando. Porque los microrrelatos, y en especial los de Jesús Esnaola, lo están recogiendo.
1 comentario:
Yo haré mi reseña cuando acabe (creo que no acabo el libro porque lo disfruto tanto que releo varios de los microrrelatos) pero estoy totalmente de acuerdo con lo dicho.
Un saludo cordial
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