Ignacio Sanz
El profesor Elías Serra es un albaceteño ilustrado, lleno de inquietudes literarias, uno de esos profesores que recitan frases de corrido de los clásicos latinos, de los barrocos o de los contemporáneos, un letraherido y un curioso que establece puentes entre culturas. Pasó seis años en Lisboa dando clase en el Instituto Español de la capital portuguesa y de aquella experiencia salió un librito delgado, pero intenso, llamado Materia de Lisboa. Luego los vientos de la burocracia pedagógica lo llevaron a Brasil donde ejerció otros seis años y donde sigue viviendo, primero en Salvador de Bahía, luego en Belo Horizonte y ahora en Río. Además ha viajado por aquel vastísimo país dando charlas y cursos en estos momentos en los que parece que se abre a la cultura de sus países circunvecinos. En definitiva, conoce la materia de la que habla.
No sé si estamos ante un libro de viajes, un libro de memorias o si estamos ante las crónicas sucesivas de un periodista ilustrado. De todo un poco. El libro tiene un subtítulo que dice: “La era de Lula vista y vivida por un español curioso y un poco impertinente”. Estamos, sin duda, ante un libro híbrido, remiso a las etiquetas, aunque tenga algo de crónica viajera y algo de recuerdos, pues de cuando en cuando, ante algún acontecimiento sugerente, el profesor Serra, tira de los recuerdos y, por comparación, nos hace un recorrido al hilo de la crónica brasileña, por el Albacete de su infancia.
Lo cierto es que mi madre, una mujer mayor, que nunca ha salido de España y que se mueve con dificultades, tras leer el libro, me dijo, qué delicioso viaje por un país que nunca voy a visitar. Para eso sirve la literatura, para llevarnos durante tres o cuatro tardes al corazón convulso de un país lleno de contrastes, sin subirnos a un avión.
Asombran muchas cosas de este libro. Por ejemplo las proporciones de la geografía. Ciudades inmensas como Sao Paulo con un cielo sobrevolado por la mayor flota de aviones privados. Ciudades en las que puede no haber llovido en tu barrio y sin embargo haber sufrido una inundación por las tormentas que se han producido en otro extremo de la ciudad. El río Duero a su paso por Zamora, nos dice el autor, equivaldría al brazo de un brazo de un afluente del Amazonas. De manera que estamos ante una geografía oceánica y ciclópea. Pero la geografía es tan solo el marco. Lo que nos sorprende del libro son las historia que nos cuenta. A veces historia menudas, como la del camisero de Lula. Casi una novela en potencia. O la del crimen de la peluquera. No se la pierdan, señores. El no va más. Yo me imagino a un ciego español contándola con unos cartelones ilustrados en las plazas de nuestros pueblos solanescos. Pero allí, aquello tan crudo y tan descarnado, forma parte de la normalidad. Y las pequeñas mordidas. Y el paso del tiempo y su ritmo lentísimo. Y el culo de las mulatas. Por cierto que el profesor Serra espiga también entre los autores brasileños y nos acerca de cuando en cuando pequeñas joyas, como, por ejemplo, un hermoso poema de Carlos Drumond de Andrade, dedicado a este universo trasero dividido en dos mitades.
Me he acordado muchas veces de don Jorge Amado, el novelista bahíano, leyendo este libro. Porque en él, bajo la disculpa de un retrato de la era Lula, se cuela la vida desbordante y se cuela con ese estilo parliparlado del profesor Serra que no renuncia a su barroquismo, como si nos quisiera meter en la selva de Brasil sin renunciar a la selva de su estilo florido por la influencia de tanta lectura. Pero si mi señora madre lo ha leído complacida, quiere decirse que cualquier lector puede entrar en estas páginas a ratos divertidas, a ratos estremecedoras, y ahorrarse un viaje a uno de los países más desbordantes y coloristas del continente americano.
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