Yo confieso
Jaume Cabréleer reseña
El enamoramiento siempre es algo maravilloso. El que los lectores experimentamos de pronto hacia un autor, también. Reconozco que esta no será una reseña literaria al uso si comienzo proclamando mi enamoramiento rotundo y repentino hacia la obra de Jaume Cabré, a quien debo admitir que nunca había leído antes de atreverme con las más de 800 páginas de esta última obra suya. En cambio, creo que digo mucho más de la novela de lo que pueda explicar después al afirmar que tras terminarla tuve que correr a buscar obras anteriores del autor. Así, fueron cayendo Galceran, l'heroi de la guerra negra, La teranyina (La telaraña), Senyoria (Señoría), Les veus del Pamano (Las voces del Pamano), la obra teatral Pluja seca (Lluvia seca) y los dos libros ensayísticos sobre lectura y escritura titulados El sentit de la ficció. Itinerari privat y La matèria de l'esperit, estos tres últimos sólo disponibles en catalán. De modo que en menos de un mes he pasado de feliz ignorante a embelesada experta en la obra de este barcelonés nacido en 1947 cuyo universo literario me ha emocionado como pocas cosas de las que he leído. He sido tardía y algo miope, lo reconozco, porque Cabré es un autor muy valorado y con muchos lectores en Catalunya , además de aclamado en algunos de los países más lectores de Europa, como Alemania. Yo confieso: es la primera vez que me arrepiento de no atender a los gustos mayoritarios y los éxitos de venta.
De la reseña de Care Santos
Es un autor aclamado y valorado en medio mundo, pero parece conservar una timidez antigua y muy pegada a los huesos. Por lo menos eso he pensado las veces -pocas- en que he hablado con él en persona. Por teléfono, en cambio, Jaume Cabré cambia mucho. Su risa explota de vez en cuando, franca como la de un personaje de cuento infantil, pongamos un gigante. Es un hombre generoso, que demora las respuestas, derrocha pasión y humanidad. Yo no puedo evitar pensar que Adrián, el protagonista de Yo confieso, odia el teléfono, y hay un momento de la novela en que suspira preguntándose cuán feliz habría sido su vida sin ese aparato. Espero que al finalizar nuestra entrevista telefónica, el autor no haya secundado al personaje.
-Leyéndole da la impresión de que escribe usted riendo, sonriendo, dando saltos de alegría o de felicidad. Desde luego, nunca sufriendo. ¿Es así?
-Sufriendo seguro que no escribo, porque escribir es una alegría. Nunca sufro. Otra cosa es que hay momentos de crisis, en que no sé por dónde voy, en que el caos es terrible y me fuerza a formularme preguntas de base. De qué estoy queriendo hablar, en el fondo, por ejemplo. Pero cuando esto ocurre pienso: bueno, tengo más trabajo pendiente. No me importa, no tengo prisa, ya lo conseguiré. Visto de este modo, cada día es una aventura.
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