Ángeles Prieto
Cuando en 1964, el director Masaki Kobayashi adaptó magistralmente cuatro historias de fantasmas japoneses del famoso Kwaidan, ganando con su película la Palma de Oro en el festival de Cannes, no podía imaginar que, con el éxito de su film, había devuelto a la literatura europea popular uno de sus vástagos más curiosos e interesantes, el grecoirlandés Lafcadio Hearn.
Autor de culto para tantos cuentistas adscritos al género fantástico, Lafcadio siempre fue un adelantado ético a su propia época, esa segunda mitad del siglo XIX colonialista y racista, pragmática y retórica, donde rompió no pocos moldes y tabúes estéticos, religiosos, sexuales y morales.
Y fue precisamente con esta novela, Última isla, publicada bajo el nombre de Chita. Memoria de la última isla, como inició su propia andadura literaria en 1887, con 37 años, luego de un largo aprendizaje como periodista, cronista de viajes y traductor de autores tan importantes como Maupassant o Flaubert. Carrera iniciada al norte de los Estados Unidos, donde se trasladaría con diecinueve años, tras abandonar fallidos estudios eclesiásticos en Irlanda. Allí conseguiría trabajo como articulista, empleo que perdería al poco tiempo y sin remedio tras sostener relaciones íntimas con Alethea Foley, una mulata, en aquellos tiempos en los que convivir con una mujer de color era motivo de gran escándalo. Mujer que le induciría a una intensa obsesión por el Sur, Nueva Orleáns y las Antillas, su extremoso clima, costumbres indolentes, cultura francesa, exotismo y vudú. Todo lo cual podemos ver reflejado en los magníficos ambientes recreados en esta obra, Ultima Isla.
El título hace referencia a un episodio real acaecido en agosto de 1856 por el que desapareció, tragada por las aguas, una isla situada en el Golfo de México, frente a las costas de la Luisiana, lugar de veraneo frecuentado por la burguesía adinerada. Y esta espléndida novela de Hearn, tomará como referente a una exquisita niña, Zouzoune, salvada milagrosamente y rescatada por un pobre pescador, Feliú, quien la acogerá y criará bajo el nombre de Conchita (Chita).
Aunque bien es verdad que estos personajes y su historia, eje de la novela, pasan pronto a segundo plano ante la fuerza y la garra que emplea Hearn para recrearnos magistralmente el ambiente sureño, verdadero protagonista del libro, con un lenguaje intensamente rico en adjetivos para recrear nuestros sentidos y en un tono verdaderamente apasionado, el mismo que guardaría y emplearía posteriormente en 1890, cuando viajó al Japón y allí conociera a otra mujer, Setsuko Koizumi, hija de samurais, quien le transmitiría toda la esencia del país nipón que ahora podemos disfrutar en sus obras Kwaidan o Kokoro.
Quien ya conozca las obras citadas, no podrá resistirse a Ultima Isla, esta magnífica transmisión del clima y espíritu criollo, y para aquéllos que no, la novela podrá insuflarles un entusiasmo idéntico al que ya sienten, los mejores cuentistas fantásticos españoles de la actualidad, por Lafcadio Hearn, clásico del que se manifiestan como reconocidos deudores.
1 comentario:
Recuerdas el titulo de una pelicila de Kobayasi (no se si es esa que citas)en la que se relataba la historia de Hoichi el desorejado? Creo recordar que se llamaba así.
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