jueves, octubre 20, 2011

Flores de verano, Tamiki Hara

Trad. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés. Impedimenta, Madrid, 2011. 136 pp. 16,50 €

Santiago Pajares

En un par de segundos pueden suceder infinidad de cosas. Pueden morir ciento cuarenta mil personas y una enorme ciudad puede quedar arrasada. Puede dejar huérfanos, desaparecidos, terror y miseria. En sólo dos segundos. Eso fue lo que ocurrió en Hiroshima el 6 de Agosto de 1945 a las 8:15 de la mañana. Cuando eres escritor y algo así te ocurre se convierte en una piedra demasiado grande para cargar y no escribir sobre ella. ¿Cómo se continúa después de algo así?
Años después de la explosión de la primera bomba atómica se creó en Japón una corriente literaria llamada genbaku bangaku, o lo que es lo mismo, la literatura de la bomba atómica escrita por hibakushas, escritores supervivientes de la bomba atómica y otros que tuvieron testimonio directo de ello. Tamiki Hara es quizá su mayor exponente, y Flores de verano, su obra más conocida. Porque en el caso particular de este escritor, la bomba le llegó cuando ni él mismo creía ya que podría soportar nada más.
Hijo de una familia acomodada, vivió una infancia donde la muerte era ya compañera habitual, matando a muchos de sus hermanos y a su propio padre cuando contaba tan solo doce años. Con treinta y seis años murió su madre y con treinta y nueve su esposa, lo que impactó al escritor más que todas las demás muertes juntas. Un año después cayó la bomba.
Esto dio un sentido a la vida de Tamiki Hara, contar lo ocurrido y dejar testimonio de su experiencia.
En Flores de verano podremos saber cómo era Hiroshima las semanas previas a la explosión de la bomba, cómo vivía con la constante amenaza de bombardeos que ya estaban aniquilando las ciudades más importantes de Japón y la eterna pregunta de sus propios habitantes: ¿Y por qué aquí no caen? Y es que no sabían que Hiroshima debía permanecer intacta para comprobar las consecuencias de la bomba. Ahora sabemos qué es una bomba atómica, pero después de la explosión nadie sabía qué había ocurrido ni los devastadores efectos de la radioactividad para los supervivientes. Hay en la ciudad un estanque dedicado no a las víctimas, sino al agua que los que quedaron no pudieron beber, y es que los miles de grados producidos por la deflagración la evaporaron toda.
Estos son cosas que sabemos ahora, sesenta años después. Y lo sabemos porque hubo escritores que estuvieron allí, que sobrevivieron y se empeñaron en hacernos entender la historia. Desde dentro. Desde donde más duele.
Tamiki Hara sobrevivió, pero no vivió mucho más. Escribió Flores de verano, Salmos para consolar el alma de los muertos y El país que mi corazón desea. En esta última narra su situación personal en un cruce ferroviario cercano a su casa en Tokio: «¿No le gustaría a mi sombra desvanecerse pronto en esas mismas vías?» El 13 de Marzo de 1951 Tamiki Hara se suicida tirándose a esas vías.
Compuesta en tres relatos (“Preludio a la aniquilación”, “Flores de verano” y “De las ruinas”), esta es una obra escrita con suma delicadeza. Reposada, pero no lenta. Precisa y metódica. Unos días atrapados ya para siempre en el tiempo, relatados por la mano de un escritor que murió pero dejó tras de sí mucho más que letras y páginas. El testimonio de lo que ocurrió y que nunca más debería ocurrir en tan sólo dos segundos.

2 comentarios:

Pablo dijo...

Qué ganas de leerlo.

Kepa dijo...

Emocionante, y muy crudo,el libro. Os dejo una reseña que hice sobre él: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article28189