Pedro M. Domene
Hace un par de años el cosmopolita Ferenc Máté nos trasladaba en Un viñedo en la Toscana (2009) a ese lugar idílico donde saborear un buen vino, degustar una sabrosa comida casera, disfrutar de los vecinos y, rodeados de un ambiente maravilloso, con un bucólico trasfondo, descansar el resto de toda una vida. En su libro, Máté, contaba sus vicisitudes o sus problemas para encontrar ese lugar idóneo donde convertir su sueño en realidad: conseguir un viñedo y la posibilidad, transcurrido un tiempo, de crear su propio vino, pero no uno cualquier sino el mejor vino de la Toscana, el tópico lugar para comenzar una vida y donde, según testimonia en su texto, se asentaba y ha pasado los últimos veinte años de su vida, tras haber errado por ciudades como Vancouver, Nueva York, Roma y París. En los capítulos que componían la mayor parte del volumen, el matrimonio Máté, tanto Cadance como Ferenc, se dedicaban a desbrozar, eliminar, adecuar, reconstruir y restaurar las ruinas de su futuro, mientras iban conociendo a una legión de toscanos que les ayudaban en la dura tarea. Ferenc transcribe y cuenta minuciosamente sus vicisitudes para convertirse en contadini o granjero italiano, e inicia la búsqueda de vigas, puertas, baldosas antiguas, al tiempo que disfruta con su familia de la comida y de los vinos toscanos cuando celebran, por ejemplo, una antigua fiesta, la del tejado. Pero sobre todo, en primavera, prepararían la tierra, las terrazas etruscas abandonadas, para plantar las primeras vides a mano. Personajes, situaciones y ambientes, y casi un auténtico relato de ficción como podría clasificarse Un viñedo en la Toscana.
En La sabiduría de la Toscana (2011), que no es una continuación al uso, se cuenta cómo los sueños se hacen finalmente realidad. Ferenc Máté enumera, a modo, de crónica su experiencia vital y el sueño que, tanto para él como su familia, se convirtieron en una certidumbre. Transmite su amor por el lugar, la relación con sus vecinos, su apego a la tierra y al vino, habla de su admiración por la gastronomía italiana e incluso de sus hábitos y costumbres, vituperando ese pasado que siempre fue mejor. En sus primeras páginas, se asegura como sin que prevalezca un “saber toscano”, ni “consigna” o “canción” que alabe las virtudes, en este libro se proclama por los cuatro costados la vita quotidiana de los toscanos, los lazos que unen a estas gentes, la cotidianidad, sus tiendas y sus mercadillos, el desarrollo de la hermosa artesanía, el cuidado de viñedos y olivares, las prolongadas comidas en familia y amistad, su gastronomía, en general, compuesta y condimentada por los productos cosechados en el lugar. Desde Montalcino, donde los Máté se asentaron, el narrador nos habla del lugar y de los aspectos relacionados con la infancia, la calidad de vida, los vecinos, la organización y el hogar, así como numerosos y acertados juicios sobre la globalización, la economía, o el bienestar de las zonas rurales para alejarse del estrés y a donde a uno, realmente, lo conozcan y saluden a diario que, según el narrador, supone una acertada elección para que los hijos crezcan y se desarrollen en la naturaleza. Apasionado del lugar, Máté consigue contagiarnos sus vivencias, ensalza una existencia idílica, declara su amor a la tierra, rica en pasado y presente, o se atreve apuntando ciertos tintes ecológicos que derivan en el autocultivo de los alimentos que cada lugareño cosecha. La casa toscana, la diversión, el negocio familiar, y el concepto multigeneacional se suceden en las páginas de La sabiduría de la Toscana y otras curiosidades que no dejarán al lector indiferente, como no menos curioso resulta el «Apéndice» final, en realidad, un auténtico recetario que recomienda Pino Luongo, miembro de una quincuagésima generación, que enseña a amar el arte de la cocina, y en la actualidad regenta un restaurante en el norte de Manhattan: primero una enumeración de los condimentos esenciales y naturales: aceite de oliva, odori, ajo, hierbas aromáticas, tomates, pasta, pan y legumbres como esencia de la cocina toscana y, se añaden, varias recetas cuyo ingrediente fundamental es el pan aparte de las típicas y sabrosas pastas con sus respectivas salsas. Una auténtica pequeña muestra de cocina tan sugerente como deliciosa.
Este libro, en realidad, contagia esa infinita alegría de vivir, constata la ilusión por las cosas sencillas, o el placer que obtenemos de ellas, y sobre todo ofrece un canto a la fraternidad humana. Buena lectura para momentos de descanso como la época estival presupone, sin que por ello bajemos la guardia sobre nuestra inmediata realidad vivida y de las abundantes posibilidades con que nos encontramos a diario.
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