Trad. Luis González Platón. Ediciones Sequitur, Madrid, 2010. 80 pp. 10€
Alba González Sanz
Filipa Leal (Oporto, 1979) tiene a sus espaldas varios libros de poesía que permiten hablar de su obra con cierta perspectiva. La ciudad líquida y otras texturas se publicó originalmente en 2006. Es su segundo poemario, tras el cual aparecieron un tercero y un cuarto (O problema de ser Norte y A inexistencia de Eva) que bien merecen ser excusa para un viaje al país vecino o una incursión virtual por el fondo de su editorial lusa, Deriva.
Las vecindades, la habitabilidad de los espacios urbanos (de nuestra propiedad identidad como espacio vivible o meramente soportable), su configuración geográfica pero también espiritual recorren las páginas de esta primera traducción al castellano de su poesía. El concepto de lo líquido, lo fluido, lo inabarcable, opera como nutriente esencial en la visión de la ciudad que nos ofrece la poeta. Una ciudad en la que hay amor en formas diversas (colectivo, personal), como hay también un intento entre la filosofía y el desgarro por humanizar el hormigón y sus imágenes. Por vivir, en suma.
Filipa Leal es una poeta preocupada en extremo por el lenguaje. Es, en ocasiones, teórica. Sus símbolos trascienden la mera belleza y nos acercan a una personal visión del mundo en el que la palabra crea nuestra relación con el espacio. No es una banalidad, no es mera mímesis. El sujeto andante no pisa el mundo, lo interpela desde el lenguaje y sus usos: lamenta, alaba, protesta o mejora lo que observa desde lo textual. También crea alternativas o las desmonta. Una visión irónica bien medida para no caer en el escepticismo paralizante completa las armas de la autora para enfrentarse a lo urbano, a la postmodernidad, a sus (malditos) teóricos y a la propia vivencia a ras de cuerpo y de suelo. Todo ello con un punto de saudade pero sin clichés: hablamos de una poeta plenamente insertada en su contemporaneidad y lúcidamente crítica hacia ella.
Pero la poesía de Filipa Leal es a la vez bella. Decir que sus metáforas hacen trascendente lo cotidiano suena a trending topic de reseñista en apuros, pero lo cierto es que la mirada de esta escritora vecina se detiene en asuntos no comunes en la poesía de este lado de la frontera y eso es un plus para el deslumbramiento. No es sitio este para debatir las razones históricas que nos han configurado como dos países con geografías imaginarias alejadas la una de la otra ni soñar con la Iberia de Saramago. Sólo un apunte para celebrar que la obra de esta autora llegue aquí, por fin y ojalá vengan más.
Alba González Sanz
Filipa Leal (Oporto, 1979) tiene a sus espaldas varios libros de poesía que permiten hablar de su obra con cierta perspectiva. La ciudad líquida y otras texturas se publicó originalmente en 2006. Es su segundo poemario, tras el cual aparecieron un tercero y un cuarto (O problema de ser Norte y A inexistencia de Eva) que bien merecen ser excusa para un viaje al país vecino o una incursión virtual por el fondo de su editorial lusa, Deriva.
Las vecindades, la habitabilidad de los espacios urbanos (de nuestra propiedad identidad como espacio vivible o meramente soportable), su configuración geográfica pero también espiritual recorren las páginas de esta primera traducción al castellano de su poesía. El concepto de lo líquido, lo fluido, lo inabarcable, opera como nutriente esencial en la visión de la ciudad que nos ofrece la poeta. Una ciudad en la que hay amor en formas diversas (colectivo, personal), como hay también un intento entre la filosofía y el desgarro por humanizar el hormigón y sus imágenes. Por vivir, en suma.
Filipa Leal es una poeta preocupada en extremo por el lenguaje. Es, en ocasiones, teórica. Sus símbolos trascienden la mera belleza y nos acercan a una personal visión del mundo en el que la palabra crea nuestra relación con el espacio. No es una banalidad, no es mera mímesis. El sujeto andante no pisa el mundo, lo interpela desde el lenguaje y sus usos: lamenta, alaba, protesta o mejora lo que observa desde lo textual. También crea alternativas o las desmonta. Una visión irónica bien medida para no caer en el escepticismo paralizante completa las armas de la autora para enfrentarse a lo urbano, a la postmodernidad, a sus (malditos) teóricos y a la propia vivencia a ras de cuerpo y de suelo. Todo ello con un punto de saudade pero sin clichés: hablamos de una poeta plenamente insertada en su contemporaneidad y lúcidamente crítica hacia ella.
Pero la poesía de Filipa Leal es a la vez bella. Decir que sus metáforas hacen trascendente lo cotidiano suena a trending topic de reseñista en apuros, pero lo cierto es que la mirada de esta escritora vecina se detiene en asuntos no comunes en la poesía de este lado de la frontera y eso es un plus para el deslumbramiento. No es sitio este para debatir las razones históricas que nos han configurado como dos países con geografías imaginarias alejadas la una de la otra ni soñar con la Iberia de Saramago. Sólo un apunte para celebrar que la obra de esta autora llegue aquí, por fin y ojalá vengan más.
1 comentario:
Buen post, situaciones reales, mapas, ciudades, barrios existentes, maneras de ver la vida como lo hacemos cotidianamente.
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