miércoles, mayo 11, 2011

Días de ira (Tres narraciones en tierra de nadie), Jorge Volpi

Páginas de Espuma, Madrid, 2011. 216 pp. 17 €

Miguel Baquero

Habla Jorge Volpi (México, 1968), en la introducción a este volumen, de “la media distancia”, de esos textos en torno a las 50 ó 70 páginas que parecen haber quedado “en tierra de nadie”, como asimismo reza el subtítulo. Narraciones que exceden los términos del cuento pero no llegan a alcanzar los de la novela, ni aun la novela breve. Es de estos relatos, que Volpi considera tienen unas reglas propias, una dinámica en la que sobre el cuento sopla el “aliento épico” de una novela, de los que se compone este libro. En concreto, tres “narraciones” (¿por qué no este término?): A pesar del oscuro silencio, Días de ira y El juego del apocalipsis.
Estas tres narraciones no sólo están unidas por su longitud. Aunque de registros y tonos distintos (trágico e introspectivo en la primera; acelerado y paranoico en la segunda; más desenfadado y hasta a veces humorístico en la tercera), las tres giran en torno a un tema común (tratado, como se ve, de variada manera): el tema del guion, podría decirse, de cómo nuestras vidas pueden estar dirigidas y determinadas por terceros. A lo largo de los tres cuentos se asiste a la duda, a veces desde el ojo de la tormenta, a veces desde una posición en apariencia segura desde la que se ven venir nubes amenazantes, de si todos nuestros movimientos, nuestros pensamientos, lo que creemos íntimo, no estará siendo el realidad el juguete de un tercero. Una persona que se congracia con llevarnos a su gusto de un lado para otro, con establecer y romper nuestras relaciones, con de pronto extraernos lo más oscuro que late en nuestro interior.
En estos tres cuentos de Días de ira, bajo diferentes formas y distintos tomos, se plantea al fin y al cabo el eterno problema de quiénes somos, y de cuánta libertad tenemos. A veces estamos presos de nosotros mismos, de alguien oscuro y escondido que habita con nosotros; a veces somos simples marionetas, incapaces de entender por qué actuamos y hacia dónde nos movemos, como los personajes de una mala novela; otras, por último, pese a vivir una existencia relajada y pacífica, podemos estar siendo utilizados simplemente para el placer de un viejo rico y excéntrico.
Es a través de estas tres diversas formas como Jorge Volpi nos vuelve a plantear seguramente el problema humano por excelencia, que es el problema de nuestra libertad. Y uno piensa que muchas veces no es la altura del estilo ni mucho menos de la anécdota lo que conforma una buena narración, sino la altura de la pregunta que se formula. En este caso, de tres maneras diferentes.

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