Introd. Antonio Muñoz Molina. Alfaguara, Madrid, 2009. 536 pp. 22 €
Juan Pablo Heras
Supongo que no he sido el único que se inició en el Onetti cuentista a través de Jacob y el otro, un relato vibrante y devastadoramente irónico que esconde un drama de un valor incalculable, un oculto conflicto de potencia shakesperiana en un ambiente miserable y polvoriento. Un cuento que por sí solo justificaría toda una vida de dedicación a la literatura.
Y resulta que sólo era uno más.
En la estupenda introducción que dedica a este volumen, Antonio Muñoz Molina se recuerda a sí mismo con veinte años, leyendo a las tres de la mañana obras maestras como El infierno tan temido o Bienvenido, Bob y amaneciendo a la mañana siguiente «como con olor a ginebra mala y a ceniza fría y a sábanas sucias y sudadas en la ropa». De la lectura de los Cuentos completos de Juan Carlos Onetti, uno sale condenado a cadena perpetua. Condenado a no olvidar que hay ciertas formas de felicidad que sólo se encuentran en lo más hondo de la tristeza. Condenado a volver gozoso una y otra vez a sus páginas para beber con avidez la sarta de desengaños que Onetti nos regala con afectuosa crueldad. Tras la lectura de todos los cuentos de Onetti, nos queda la certeza de que nadie podrá superar el talento de un narrador siempre nuevo y siempre cervantino, capaz de enroscar el lenguaje hacia curvas desconocidas y al mismo tiempo dejar a la intemperie las vértebras del artificio. Nadie como Onetti para elaborar una poética inconfesada del narrador como testigo (por ejemplo).
El recorrido que nos propone este libro nos permite encontrarnos con preciosas curiosidades: relatos policíacos de juventud a modo de pasatiempos de periódico (El fin trágico de Alfredo Plumet), auténticas anécdotas de taberna elevadas a monumentos a la desgracia (Matías el telegrafista), incursiones a rincones desconocidos de Santa María, por la gloria de Brausen, y versiones distintas de relatos únicos: estudiar a fondo cómo transformó Onetti el confuso La larga historia de 1944 en el extraordinario La cara de la desgracia de 1960 vale por un año entero de asistencia a talleres literarios. La lectura continuada de los relatos que componen este libro es un apasionante testimonio de años de constante perfeccionamiento en las armas privadas de la literatura, una lección de cómo colocar cada palabra para hacer elocuentes los silencios: como dice Muñoz Molina, Onetti «posee como nadie la suprema virtud de escribir no escribiendo».
Esta nueva edición de la recopilación que ya publicara Alfaguara en 1994 nos ofrece respecto a aquella una cubierta menos atrevida pero más elegante, y unos pocos papeles hasta ahora inéditos; algunos tan curiosos como Eva Perón, especie de boceto revelador de los engranajes ocultos de Ella, relato malvado acerca de los últimos días de la diva argentina.
Para terminar, vuelvo al principio. Si en Jacob y el otro encontraba yo un perfecto drama secreto, otros han visto una película formidable: el director uruguayo Álvaro Brechner lo acaba de trasladar al cine con el título Mal día para pescar. Qué duda cabe. Abrir un libro de Onetti es tender caminos, vías aparentemente muertas que nos llevan a ese lugar lejano y desconocido en el que nos acabamos encontrando a aquella parte de nosotros que nos empeñamos en esconder.
Juan Pablo Heras
Supongo que no he sido el único que se inició en el Onetti cuentista a través de Jacob y el otro, un relato vibrante y devastadoramente irónico que esconde un drama de un valor incalculable, un oculto conflicto de potencia shakesperiana en un ambiente miserable y polvoriento. Un cuento que por sí solo justificaría toda una vida de dedicación a la literatura.
Y resulta que sólo era uno más.
En la estupenda introducción que dedica a este volumen, Antonio Muñoz Molina se recuerda a sí mismo con veinte años, leyendo a las tres de la mañana obras maestras como El infierno tan temido o Bienvenido, Bob y amaneciendo a la mañana siguiente «como con olor a ginebra mala y a ceniza fría y a sábanas sucias y sudadas en la ropa». De la lectura de los Cuentos completos de Juan Carlos Onetti, uno sale condenado a cadena perpetua. Condenado a no olvidar que hay ciertas formas de felicidad que sólo se encuentran en lo más hondo de la tristeza. Condenado a volver gozoso una y otra vez a sus páginas para beber con avidez la sarta de desengaños que Onetti nos regala con afectuosa crueldad. Tras la lectura de todos los cuentos de Onetti, nos queda la certeza de que nadie podrá superar el talento de un narrador siempre nuevo y siempre cervantino, capaz de enroscar el lenguaje hacia curvas desconocidas y al mismo tiempo dejar a la intemperie las vértebras del artificio. Nadie como Onetti para elaborar una poética inconfesada del narrador como testigo (por ejemplo).
El recorrido que nos propone este libro nos permite encontrarnos con preciosas curiosidades: relatos policíacos de juventud a modo de pasatiempos de periódico (El fin trágico de Alfredo Plumet), auténticas anécdotas de taberna elevadas a monumentos a la desgracia (Matías el telegrafista), incursiones a rincones desconocidos de Santa María, por la gloria de Brausen, y versiones distintas de relatos únicos: estudiar a fondo cómo transformó Onetti el confuso La larga historia de 1944 en el extraordinario La cara de la desgracia de 1960 vale por un año entero de asistencia a talleres literarios. La lectura continuada de los relatos que componen este libro es un apasionante testimonio de años de constante perfeccionamiento en las armas privadas de la literatura, una lección de cómo colocar cada palabra para hacer elocuentes los silencios: como dice Muñoz Molina, Onetti «posee como nadie la suprema virtud de escribir no escribiendo».
Esta nueva edición de la recopilación que ya publicara Alfaguara en 1994 nos ofrece respecto a aquella una cubierta menos atrevida pero más elegante, y unos pocos papeles hasta ahora inéditos; algunos tan curiosos como Eva Perón, especie de boceto revelador de los engranajes ocultos de Ella, relato malvado acerca de los últimos días de la diva argentina.
Para terminar, vuelvo al principio. Si en Jacob y el otro encontraba yo un perfecto drama secreto, otros han visto una película formidable: el director uruguayo Álvaro Brechner lo acaba de trasladar al cine con el título Mal día para pescar. Qué duda cabe. Abrir un libro de Onetti es tender caminos, vías aparentemente muertas que nos llevan a ese lugar lejano y desconocido en el que nos acabamos encontrando a aquella parte de nosotros que nos empeñamos en esconder.
3 comentarios:
Me costó entrar en el mundo de Onetti, pero cuando lo conseguí fue genial.
Me gustan sus libros su forma de expresar y contar.
Para fans como nosotros, o para quien simplemente quiera asomarse a su obra, hay una web estupenda: www.onetti.net
Quien mato a Alfredo Plumet??
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