ACVF Editorial, Madrid, 2010. 112 pp. 7,95 €
Miguel Baquero
El nuevo libro de José Marzo, el autor de Viento en los oídos y La alambrada, entre otras novelas, lleva por título El paso y reúne una selección de las columnas que, entre los años 2000 y 2004, escribió para la revista digital “Luke”. La unión de estos fragmentos ha dado lugar a un ensayo homogéneo, compacto y —lo que al lector más importa— de gran profundidad.
En El paso, José Marzo reflexiona sobre la naturaleza de nuestro tiempo basándose en dos elementos fundamentales: el hombre actual y las formas políticas y los modos de pensamiento que configuran nuestro presente. Partiendo de un humanismo insobornable, y realista, que contempla tanto la grandeza humana como el abismo de sus miserias, Marzo propone en su ensayo un “radicalismo democrático”. “Radicalismo” no en el sentido violento y peyorativo con el que suele ser empleado este término en nuestros días, sino en el sentido de un sistema que sea capaz de hundir sus raíces —de nuevo, o por primera vez— en lo más prístino de la condición humana, en la inteligencia, la imaginación, la sensibilidad, la fantasía, y todos estos atributos que en los últimos tiempos, reducida la democracia a una disputa entre modelos económicos, se han visto preteridos por el número, la cifra, la estadística. Y “democrático” no en el sentido neutro y casi indolente que arrastra desde hace tiempo el término, en sociedades en las que el individuo, o el ciudadano, ha quedado reducido a la simple condición de “votante”, sino en un sentido abierto y participativo.
El paso, sin embargo —ese paso hacia un regenerado sistema político—, que propugna Marzo no tiene ese carácter ingenuo con que se han moldeado los grandes idearios políticos de los últimos siglos, no vislumbra al final del camino ese amanecer glorioso de igualdad y fraternidad en que concluían las propuestas pasadas. Antes al contrario, Marzo busca asimismo la raíz, y con ella advierte la mistificación, la perversión que han corrido los grandes términos a lo largo de la historia social. Nociones como igualdad, de la que se han servido tantos regímenes totalitarias para uniformar al hombre, o individualidad e iniciativa propia, la voluntad nietzscheana de la que asimismo se han servido tantos otros para legitimar el abuso o excusar el expolio
No por nada, para ilustrar en gran medida al hombre de El paso, su autor recurre a la figura de Petrarca sobre el Mont Ventoux, desgajado entre su deseo de llevar una vida santa y su impulso a diluirse en la vida ajetreada de la ciudad, diatriba en la que se debatía el hombre del Renacimiento, el hombre moderno por primera vez dueño de su propio destino. La duda de aquellos días ha llegado hasta nosotros, aun sin resolver, casi sin formular, con el hombre en constante pugna entre su esencia individual y su condición social e incluso gregaria. El vencer la balanza hacia el hombre como ente social o hacia el hombre como individuo autónomo ha sido, quizás, la causa de cuantos conflictos se han producido en nuestra historia moderno. El hombre de El paso, el demócrata radical, aspira a nivelar la balanza: el hombre, nos dice José Marzo, «no sólo vive en sociedad, sino que lo social vive dentro de él». Y algo más adelante: «Puesto que el individuo está inmerso en lo social, puesto que lo social conforma al propio individuo, el reto de la profundización de la democracia es que el individuo pueda asociarse libremente y participar de modo efectivo en la organización de lo social».
Es, pues, en esta incardinación, en esta conjunción aún no realizada —o no realizada sin conflicto interno— entre lo particular y lo social donde radica la propuesta de este ensayo, alentado por el eco de grandes pensadores. Una unión de la que vendría a resultar no sólo un nuevo y mejorado sistema político, un nuevo orden social, sino también una nueva cultura, un nuevo arte, una nueva filosofía e incluso una nueva ciencia empírica hecha realmente a la medida del hombre actual.
Miguel Baquero
El nuevo libro de José Marzo, el autor de Viento en los oídos y La alambrada, entre otras novelas, lleva por título El paso y reúne una selección de las columnas que, entre los años 2000 y 2004, escribió para la revista digital “Luke”. La unión de estos fragmentos ha dado lugar a un ensayo homogéneo, compacto y —lo que al lector más importa— de gran profundidad.
En El paso, José Marzo reflexiona sobre la naturaleza de nuestro tiempo basándose en dos elementos fundamentales: el hombre actual y las formas políticas y los modos de pensamiento que configuran nuestro presente. Partiendo de un humanismo insobornable, y realista, que contempla tanto la grandeza humana como el abismo de sus miserias, Marzo propone en su ensayo un “radicalismo democrático”. “Radicalismo” no en el sentido violento y peyorativo con el que suele ser empleado este término en nuestros días, sino en el sentido de un sistema que sea capaz de hundir sus raíces —de nuevo, o por primera vez— en lo más prístino de la condición humana, en la inteligencia, la imaginación, la sensibilidad, la fantasía, y todos estos atributos que en los últimos tiempos, reducida la democracia a una disputa entre modelos económicos, se han visto preteridos por el número, la cifra, la estadística. Y “democrático” no en el sentido neutro y casi indolente que arrastra desde hace tiempo el término, en sociedades en las que el individuo, o el ciudadano, ha quedado reducido a la simple condición de “votante”, sino en un sentido abierto y participativo.
El paso, sin embargo —ese paso hacia un regenerado sistema político—, que propugna Marzo no tiene ese carácter ingenuo con que se han moldeado los grandes idearios políticos de los últimos siglos, no vislumbra al final del camino ese amanecer glorioso de igualdad y fraternidad en que concluían las propuestas pasadas. Antes al contrario, Marzo busca asimismo la raíz, y con ella advierte la mistificación, la perversión que han corrido los grandes términos a lo largo de la historia social. Nociones como igualdad, de la que se han servido tantos regímenes totalitarias para uniformar al hombre, o individualidad e iniciativa propia, la voluntad nietzscheana de la que asimismo se han servido tantos otros para legitimar el abuso o excusar el expolio
No por nada, para ilustrar en gran medida al hombre de El paso, su autor recurre a la figura de Petrarca sobre el Mont Ventoux, desgajado entre su deseo de llevar una vida santa y su impulso a diluirse en la vida ajetreada de la ciudad, diatriba en la que se debatía el hombre del Renacimiento, el hombre moderno por primera vez dueño de su propio destino. La duda de aquellos días ha llegado hasta nosotros, aun sin resolver, casi sin formular, con el hombre en constante pugna entre su esencia individual y su condición social e incluso gregaria. El vencer la balanza hacia el hombre como ente social o hacia el hombre como individuo autónomo ha sido, quizás, la causa de cuantos conflictos se han producido en nuestra historia moderno. El hombre de El paso, el demócrata radical, aspira a nivelar la balanza: el hombre, nos dice José Marzo, «no sólo vive en sociedad, sino que lo social vive dentro de él». Y algo más adelante: «Puesto que el individuo está inmerso en lo social, puesto que lo social conforma al propio individuo, el reto de la profundización de la democracia es que el individuo pueda asociarse libremente y participar de modo efectivo en la organización de lo social».
Es, pues, en esta incardinación, en esta conjunción aún no realizada —o no realizada sin conflicto interno— entre lo particular y lo social donde radica la propuesta de este ensayo, alentado por el eco de grandes pensadores. Una unión de la que vendría a resultar no sólo un nuevo y mejorado sistema político, un nuevo orden social, sino también una nueva cultura, un nuevo arte, una nueva filosofía e incluso una nueva ciencia empírica hecha realmente a la medida del hombre actual.
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