Trad. Ángel Erro. Point de Lunettes, Sevilla, 2008. 104 pp. 12 €
Ana Gorría
En el canto XIX de la Iliada, Aquiles se dirige a Agamenón con el fin de promover el diálogo y la deposición de las armas: «—¡Atrida! Mejor hubiera sido para entrambos continuar unidos que sostener, con el corazón angustiado, roedora disputa por una muchacha». Sin ceder un ápice en sus exigencias, dispuesto para el combate, el pélida opta por el diálogo con los que responsables de la ofensa antes que continuar con una guerra que sólo ha generado pérdidas, muerte, tristezas y mutilaciones: «Desde ahora depongo la cólera, que no sería razonable estar siempre irritado».
Azken bala/ La última bala en la traducción al español del poeta en lengua eusquera Ángel Erro, mantiene la fe en la palabra contra la violencia que dio lugar a uno de los cantos fundamentales de la civilización occidental. Cuestionando los resortes de la violencia, su poemario se pone a disposición de los versos arestianos, fundacionales de la poesía en lengua vasca: «Defenderé la casa de mí padre (Nire aitaren etxea/defendituko dut.)»
Con este primer libro, publicado en edición bilingüe euskera-español, Larretxea se sitúa en una tradición que no sólo compete a Aresti sino a autores que se han acogido al dictum de la poesía para interpelar desde la rabia la realidad de lo circundante: Dalton, Rosario Castellanos, Celaya, Ajmátova. Más allá de las inevitables connotaciones sociopolíticas que un libro como Azken bala pueda generar, los poemas que constituyen la última bala, la última disposición para el combate, la posibilidad de una dialéctica salvaje pero lógica, los poemas escritos por Hasier Larretxea, encierran un universo en el que el lenguaje de la poesía asume ironías, monólogos, parodias que rozan lo contrahímnico, discursos en que también se observa el paulatino desarrollo de la formación íntima de su autor.
Sobrio en la construcción de sus poemas, atendiendo a los referentes que escoge para su poesía: Adrianne Rich, Ariadna G. García, Azken bala/ La última bala no es sólo la disposición ética y estética de la rabia, sino un propio mirar al sí mismo. La inquisición de los propios fundamentos de la identidad, ligada a la lengua, ligada a los sentidos y sentimientos, conciencia de la perdurabilidad y el valor de la palabra: «provecho mi última oportunidad. / Porque la palabra tiene tanta fuerza como una bala. / Ahora es tu turno.»
Un lenguaje plagado de paralelismos, de imprecaciones a un tú siempre presente, de desencantos. Reducción al absurdo de los fanatismos y, sobre todo, de una categoría tan extraña como conflictiva como resulta ser la identidad en el tenso diálogo entre la universalidad y la diferencia: «Piensa por un momento/ que todos los que pasan ante ti/ van desnudos. / Completamente desnudos. / Si somos algo, / si tenemos algo, / ese algo, es nuestro cuerpo. / En su integridad. / Nos parecemos en mucho, al fin y al cabo. / En el fondo.»
Ana Gorría
En el canto XIX de la Iliada, Aquiles se dirige a Agamenón con el fin de promover el diálogo y la deposición de las armas: «—¡Atrida! Mejor hubiera sido para entrambos continuar unidos que sostener, con el corazón angustiado, roedora disputa por una muchacha». Sin ceder un ápice en sus exigencias, dispuesto para el combate, el pélida opta por el diálogo con los que responsables de la ofensa antes que continuar con una guerra que sólo ha generado pérdidas, muerte, tristezas y mutilaciones: «Desde ahora depongo la cólera, que no sería razonable estar siempre irritado».
Azken bala/ La última bala en la traducción al español del poeta en lengua eusquera Ángel Erro, mantiene la fe en la palabra contra la violencia que dio lugar a uno de los cantos fundamentales de la civilización occidental. Cuestionando los resortes de la violencia, su poemario se pone a disposición de los versos arestianos, fundacionales de la poesía en lengua vasca: «Defenderé la casa de mí padre (Nire aitaren etxea/defendituko dut.)»
Con este primer libro, publicado en edición bilingüe euskera-español, Larretxea se sitúa en una tradición que no sólo compete a Aresti sino a autores que se han acogido al dictum de la poesía para interpelar desde la rabia la realidad de lo circundante: Dalton, Rosario Castellanos, Celaya, Ajmátova. Más allá de las inevitables connotaciones sociopolíticas que un libro como Azken bala pueda generar, los poemas que constituyen la última bala, la última disposición para el combate, la posibilidad de una dialéctica salvaje pero lógica, los poemas escritos por Hasier Larretxea, encierran un universo en el que el lenguaje de la poesía asume ironías, monólogos, parodias que rozan lo contrahímnico, discursos en que también se observa el paulatino desarrollo de la formación íntima de su autor.
Sobrio en la construcción de sus poemas, atendiendo a los referentes que escoge para su poesía: Adrianne Rich, Ariadna G. García, Azken bala/ La última bala no es sólo la disposición ética y estética de la rabia, sino un propio mirar al sí mismo. La inquisición de los propios fundamentos de la identidad, ligada a la lengua, ligada a los sentidos y sentimientos, conciencia de la perdurabilidad y el valor de la palabra: «provecho mi última oportunidad. / Porque la palabra tiene tanta fuerza como una bala. / Ahora es tu turno.»
Un lenguaje plagado de paralelismos, de imprecaciones a un tú siempre presente, de desencantos. Reducción al absurdo de los fanatismos y, sobre todo, de una categoría tan extraña como conflictiva como resulta ser la identidad en el tenso diálogo entre la universalidad y la diferencia: «Piensa por un momento/ que todos los que pasan ante ti/ van desnudos. / Completamente desnudos. / Si somos algo, / si tenemos algo, / ese algo, es nuestro cuerpo. / En su integridad. / Nos parecemos en mucho, al fin y al cabo. / En el fondo.»
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