Premio Anagrama de Ensayo. Anagrama, Barcelona, 2009. 224 pp. 17 €
Fernando Sánchez Calvo
Eros y Misos son dos hermanos gemelos que se aman y se odian irremediablemente porque significan lo mismo que sienten entre ellos. Son las dos caras del deseo y del último Premio Anagrama de Ensayo, ganado este año por el novelista Jesús Ferrero. A modo de diccionario sentimental, el autor define y explora en la multitud de impulsos que derivan de los dos hermanos. Así, gula y celos, narcisismo y temeridad, sexo y guerra, entre otros, cubren cualquier pasión o enfermedad (si es que no es lo mismo) en la que puede incurrir cualquier ser humano con dos dedos de deseo y con una historia emocional más o menos redonda, es decir, pendular.
El deseo, motor del mismo universo y por descontado de su manifestación más concreta, el hombre, se parte literalmente en amor (Eros) y en odio (Misos), dos fuerzas que oscilan del yo al vosotros con la misma rapidez que los hermanos gemelos se cambian la identidad. La división entre el individuo y su componente social terminan de estructurar el libro en cuatro bloques donde prácticamente cualquier movimiento del corazón y de la mente (también suelen ser lo mismo) queda clasificado.
No es por lo tanto esta obra un ensayo, o sí, pero también su hermano gemelo, el estudio, ya que la disposición del libro en entradas revela una intención ambiciosa y enciclopédica por parte del autor: analizar con espíritu científico, con precisión de cirujano, algo tan impreciso como un sentimiento y, lo que es peor, algo tan experiencial como una pasión.
Por otra parte, es evidente que dicha empresa y objetivo no son nuevos. Como en casi todo y al menos dentro de la cultura occidental, un griego (Empédocles) se adelantó y un británico (Oscar Wilde) rizó el rizo: «Amarse a sí mismo es el comienzo de un romance que dura toda la vida». Y más que amarse, amarse y odiarse, y si queremos ir todavía más lejos, desearse en el sentido más amplio, valiente y entregado de la palabra. Quien ama, odia. Quien admira, desprecia. Todo anoréxico sufre un ataque de gula cada dos segundos y cualquier egoísta puede incurrir en un sentimiento de culpa. Son experiencias, es decir, contradicciones, pasiones hechas carne, tornadas en materia, que conviven dentro del individuo sí o sí hasta su fin. Si a lo largo de la vida no se “padece” alguna de ellas, es que ese individuo está enfermo, o al menos incompleto.
Fernando Sánchez Calvo
Eros y Misos son dos hermanos gemelos que se aman y se odian irremediablemente porque significan lo mismo que sienten entre ellos. Son las dos caras del deseo y del último Premio Anagrama de Ensayo, ganado este año por el novelista Jesús Ferrero. A modo de diccionario sentimental, el autor define y explora en la multitud de impulsos que derivan de los dos hermanos. Así, gula y celos, narcisismo y temeridad, sexo y guerra, entre otros, cubren cualquier pasión o enfermedad (si es que no es lo mismo) en la que puede incurrir cualquier ser humano con dos dedos de deseo y con una historia emocional más o menos redonda, es decir, pendular.
El deseo, motor del mismo universo y por descontado de su manifestación más concreta, el hombre, se parte literalmente en amor (Eros) y en odio (Misos), dos fuerzas que oscilan del yo al vosotros con la misma rapidez que los hermanos gemelos se cambian la identidad. La división entre el individuo y su componente social terminan de estructurar el libro en cuatro bloques donde prácticamente cualquier movimiento del corazón y de la mente (también suelen ser lo mismo) queda clasificado.
No es por lo tanto esta obra un ensayo, o sí, pero también su hermano gemelo, el estudio, ya que la disposición del libro en entradas revela una intención ambiciosa y enciclopédica por parte del autor: analizar con espíritu científico, con precisión de cirujano, algo tan impreciso como un sentimiento y, lo que es peor, algo tan experiencial como una pasión.
Por otra parte, es evidente que dicha empresa y objetivo no son nuevos. Como en casi todo y al menos dentro de la cultura occidental, un griego (Empédocles) se adelantó y un británico (Oscar Wilde) rizó el rizo: «Amarse a sí mismo es el comienzo de un romance que dura toda la vida». Y más que amarse, amarse y odiarse, y si queremos ir todavía más lejos, desearse en el sentido más amplio, valiente y entregado de la palabra. Quien ama, odia. Quien admira, desprecia. Todo anoréxico sufre un ataque de gula cada dos segundos y cualquier egoísta puede incurrir en un sentimiento de culpa. Son experiencias, es decir, contradicciones, pasiones hechas carne, tornadas en materia, que conviven dentro del individuo sí o sí hasta su fin. Si a lo largo de la vida no se “padece” alguna de ellas, es que ese individuo está enfermo, o al menos incompleto.
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