Artezblai, Bilbao, 2009. 207 pp. 18 €
Juan Pablo Heras
Desde hace más de 25 años Alfredo Mantovani y Rosa Inés Morales trabajan infatigables en la docencia del teatro, para niños, adolescentes y adultos. Artezblai reedita y distribuye, y ellos corrigen y amplían, un manual hasta ahora de difícil acceso que ellos mismos habían publicado hace seis años a través de Proexdra (Asociación de Profesores por la Expresión Dramática en España), vibrante colectivo ubicado en Morón de la Frontera, Sevilla.
Pero más que un manual, nos encontramos ante un recetario, un archivo, un vademécum de “más de doscientas propuestas para expresar y comunicar en la escuela”, una batería de juegos teatrales cuidadosamente organizados en fichas de una sola página. Éstas se distribuyen en cinco bloques (juegos para “empezar grupos”, “iniciar sesiones”, “expresar”, “dramatizar” y “terminar”) subdivididos a su vez en varias secciones (por ejemplo, “juegos de confianza”, “juegos de estatuas”, “juegos de objetos y disfraz”) que incluyen diez fichas cada una. Los autores son tan estrictos en esta especie de decamerón de los juegos dramáticos que en ocasiones deben apretar varios en una sola ficha, para no exceder las diez que corresponden a la sección, mientras que otras veces se repite en dos fichas distintas el mismo juego con leves variantes. En todo caso, es de agradecer el rigor con el que organizan un material tan diverso y heterogéneo. Alfredo Mantovani y Rosa Inés Morales han extraído estas propuestas de su propio caudal de inventiva y experiencia, de aquellos juegos de origen desconocido que se repiten invariablemente en todos los talleres de expresión dramática, y de la tradición lúdica popular. Sorprende ver el aprovechamiento dramático que puede obtenerse de juegos aparentemente tan alejados del teatro como la gallinita ciega y el escondite inglés: es mucho lo que todavía puede tomar el teatro y la pedagogía de las formas no escénicas pero radicalmente dramáticas mediante las que el ser humano se ha expresado —y divertido— durante siglos, y que hoy parecen en peligro de extinción por la excesiva tecnificación de lo lúdico, empeñados como parecemos en introducirnos por un cable y convertirnos en brillantes polígonos pixelados.
Juegos para un taller de teatro no es un manual, pero aporta ladrillos y argamasa para que todo profesor a cargo de un taller de teatro construya su propio método. No sólo ofrece un surtido amplísimo del que poder seleccionar lo que se desee, sino una serie de avisos y sugerencias fundadas en la experiencia y que apostillan cada juego de modo que el docente pueda aplicarlos con conocimiento de causa y adelantarse a las dificultades que de seguro se le presentarán.
El libro se cierra con una plantilla mediante la cual todo profesor puede crear sus propias fichas con el mismo planteamiento pedagógico que han utilizado Mantovani y Morales. Seduce la idea de imaginar un libro abierto que es ampliado hacia el infinito por una multitud de manos repartidas por el mundo, que añaden más y más juegos para explorar los espacios siempre abiertos de la enseñanza de la expresión dramática. ¿Quién se anima?
Juan Pablo Heras
Desde hace más de 25 años Alfredo Mantovani y Rosa Inés Morales trabajan infatigables en la docencia del teatro, para niños, adolescentes y adultos. Artezblai reedita y distribuye, y ellos corrigen y amplían, un manual hasta ahora de difícil acceso que ellos mismos habían publicado hace seis años a través de Proexdra (Asociación de Profesores por la Expresión Dramática en España), vibrante colectivo ubicado en Morón de la Frontera, Sevilla.
Pero más que un manual, nos encontramos ante un recetario, un archivo, un vademécum de “más de doscientas propuestas para expresar y comunicar en la escuela”, una batería de juegos teatrales cuidadosamente organizados en fichas de una sola página. Éstas se distribuyen en cinco bloques (juegos para “empezar grupos”, “iniciar sesiones”, “expresar”, “dramatizar” y “terminar”) subdivididos a su vez en varias secciones (por ejemplo, “juegos de confianza”, “juegos de estatuas”, “juegos de objetos y disfraz”) que incluyen diez fichas cada una. Los autores son tan estrictos en esta especie de decamerón de los juegos dramáticos que en ocasiones deben apretar varios en una sola ficha, para no exceder las diez que corresponden a la sección, mientras que otras veces se repite en dos fichas distintas el mismo juego con leves variantes. En todo caso, es de agradecer el rigor con el que organizan un material tan diverso y heterogéneo. Alfredo Mantovani y Rosa Inés Morales han extraído estas propuestas de su propio caudal de inventiva y experiencia, de aquellos juegos de origen desconocido que se repiten invariablemente en todos los talleres de expresión dramática, y de la tradición lúdica popular. Sorprende ver el aprovechamiento dramático que puede obtenerse de juegos aparentemente tan alejados del teatro como la gallinita ciega y el escondite inglés: es mucho lo que todavía puede tomar el teatro y la pedagogía de las formas no escénicas pero radicalmente dramáticas mediante las que el ser humano se ha expresado —y divertido— durante siglos, y que hoy parecen en peligro de extinción por la excesiva tecnificación de lo lúdico, empeñados como parecemos en introducirnos por un cable y convertirnos en brillantes polígonos pixelados.
Juegos para un taller de teatro no es un manual, pero aporta ladrillos y argamasa para que todo profesor a cargo de un taller de teatro construya su propio método. No sólo ofrece un surtido amplísimo del que poder seleccionar lo que se desee, sino una serie de avisos y sugerencias fundadas en la experiencia y que apostillan cada juego de modo que el docente pueda aplicarlos con conocimiento de causa y adelantarse a las dificultades que de seguro se le presentarán.
El libro se cierra con una plantilla mediante la cual todo profesor puede crear sus propias fichas con el mismo planteamiento pedagógico que han utilizado Mantovani y Morales. Seduce la idea de imaginar un libro abierto que es ampliado hacia el infinito por una multitud de manos repartidas por el mundo, que añaden más y más juegos para explorar los espacios siempre abiertos de la enseñanza de la expresión dramática. ¿Quién se anima?
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