Alfaguara, Madrid, 2008. 1730 pp. 18 €
María Ruisánchez Ortega
Tokio ya no nos quiere es de esas pocas novelas que están escritas para la forma y no para la trama. Me explico, quizá a lo largo de sus páginas no ocurra nada que nos hile unas historias con otras o que transporte a nuestro protagonista de un lugar a otro, moviéndolo con un objetivo concreto. Pero es que sin duda, Ray Loriga no pretende eso. Este es un libro hecho a imagen y semejanza de la complicada mente de ese hombre que consume sin descanso todas las drogas que le caen en las manos. Hay repeticiones y redundancias, hay episodios que quedan colgando como un recuerdo que vuela entre el humo del tabaco. En ese sentido, Tokio ya no nos quiere es para la literatura, lo que Memento u Olvídate de mí para el cine. No sólo se narra algo, por nimio que sea, sino que la manera de contarlo está totalmente al servicio de la trama o viceversa. Es decir, Ray Loriga nos instala en la mente desquiciada de ese hombre, para que podamos ver con sus ojos, asumir sus reflexiones y sentarnos a esperar que pase la vida mientras la olvidamos. Así el lector se embarca en un viaje delirante y absurdo hasta los confines de ese hombre, sin saber ya que es real o no, que es vigilia, que es sueño. Sin saber siquiera si seguimos estando vivos.
Con una prosa tan lúcida en algunas ocasiones y tan soterrada en los adentros de la conciencia en otras, Ray Loriga consigue describirnos ese mundo de ciencia ficción real en el que es posible conservar a una madre muerta dentro de un televisor, o borrar legalmente de la faz de tu memoria tantas neuronas de contenido doloroso como sea posible, como quiera el cliente. Con una deuda contraída de por vida con los autores norteamericanos del siglo pasado, Bukowsky, Burroughs o Jack Kerouak, no olvidemos que el nombre artístico del autor es un homenaje a Ray Bradbury, Loriga consigue colocarnos en la cabeza de un hombre que no logra olvidar lo único que hubiese querido segar de su conciencia, a ella. Porque hay cosas que no pueden olvidarse: Pues sí, el miedo sí lo recuerdo, porque el miedo es como el frío. Una vez que se ha sentido nunca se va del todo. A la lista de cosas imborrables hay que añadir el amor (privilegio del que carecen todas los personajes esporádicos de este libro) y que el protagonista atesora en forma de mujer perdida de contornos difuminados. Auténtico e impreciso hilo argumental de la novela.
Describe como nadie Ray Loriga las ciudades, la calle, el ambiente, la sordidez de los hoteles en un viaje sin sentido hacia la nada, donde el tiempo no mueve las manecillas y se detiene, harto de perseguirle, ya sin conciencia. Los minutos son páginas centrales de un libro que está ardiendo por los dos costados al mismo tiempo, nos dice. Y es que en una dimensión temporal, el protagonista de este libro no es un camello extirpador de recuerdos, sino, más bien, un señor gris de los de Momo. Porque sin memoria, no hay tiempo, es infinito, y sin tiempo no somos viejos, ni jóvenes, ni tenemos conciencia de estar o si estaremos. Porque los personajes que en este libro borran sus conciencias por traumas concretos, en realidad tratan de extirparse la idea de la fatalidad, que es saber que morirán desde el mismo momento en el que nacen. Y por eso, la droga. Olvidar, olvidar que soy y que existo.
En un plano mucho más amplio esta novela es una crítica brutal a ese futuro cercano, tan y tan cuestionado en la época de la primera publicación (1999). Época en la que se miraba con resquemor al futuro, por miedo a que aquel famoso efecto 2000 tirara por el váter años y años de progreso tecnológico y de sociedad de la información. Con esta re-edición, Tokio ya no nos quiere tiene más vigencia que nunca. Encontramos una crítica evidente, que ahora cobra más y más sentido, a lo insustancial, a lo artificial, a la futilidad de vivir sin recordar lo que te hace ser como eres. Borrando el dolor, no hay nada, sólo una perdida de identidad que te lanza al abismo, que consigue hacer imposible distinguirte de otro en el reflejo de un espejo. La uniformidad para alcanzar la felicidad.
3 comentarios:
Me encantó tu rincón, las críticas de los libros son fantássticas, y suministras información muy interesante!
Leí este libro de Lroiga hace un par de año y me fascinó, un viaje al corazón del Nihilismo...
Me encantan sus librosS
Volveré!
Me compré este libro por casualidad, fue mi primer contacto con el cyberpunk, aunque Loriga no escriba sobre hackers, o inteligencias artificiales, sí que tiene ciertos paralelismos con la obra de Gibson: la identidad, la memoria o la consciencia, y, sobre todo, la pérdida de alguna de estas tres cosas.
Muchas gracias Roberto, el blog está compuesto por muchos escritores que leen a su vez a otros escritores para recomendarlos, darlos a conocer o hacernos más accesibles a todos, sus libros. Así que es una labor colectiva, cuyo objetivo es reseñar un libro cada día.
A mí también me ha fascinado Tokio ya no nos quiere, como se puede deducir de la reseña, sin embargo otros del mismo autor como El hombre que inventó Manhattan, pues no me dicen nada. Supongo que lo que me gusta de Tokio ya no nos quiere es la experimentación narrativa.
Y nada más, un saludo a ambos, y gracias por leeros mi reseña y escribir un comentario.
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