José Morella
El 16 de septiembre de 1955 fue derrocado el presidente Juan Domingo Perón por un grupo de militares financiados por los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña. Resulta muy difícil, y no tendríamos el suficiente espacio ni la suficiente erudición para ello, hablar sobre el peronismo, y menos a este lado del charco. Como todo movimiento de masas (ahora se les llama populismos, aunque los que abusan de este vocablo se cuidan mucho de llamar populismo a otros ciertos movimientos de masas), se resiste a las definiciones y a los juicios precipitados. La variedad de sensibilidades, capas sociales y tendencias ideológicas que han querido estar al abrigo del Partido Justicialista a lo largo de decenios no nos deja la tarea fácil. Pero tal vez baste algún dato para sondear lo que aquellos milicos ultracatólicos que se llamaron a sí mismos la Revolución Libertadora pretendían al intentar acabar para siempre con el fenómeno peronista: en la consulta para la reforma constituyente de 1957, con los sindicatos totalmente intervenidos y el Partido Justicialista disuelto (se había prohibido incluso mencionar el nombre de Perón en público), el mayor número de votos fueron en blanco. Es decir, peronistas. Para ganar, Perón ni siquiera necesitaba estar presente.
Un año antes, en el 56, el gobierno militar había asesinado a varios miembros de la resistencia por un supuesto intento de levantamiento contra el régimen. El hecho no tuvo ningún tipo de repercusión en los medios. Varios meses después, el periodista Rodolfo Walsh se enteró de que uno de los fusilados había sobrevivido, y de ese modo comenzó su investigación. Nueve años antes de A Sangre Fría, de Truman Capote, Walsh rompe todas las barreras entre ficción y realidad y nos alcanza esta novela con la que, a diferencia de su colega norteamericano, se jugaba mucho más que un vago sentimiento de culpa. Se jugaba el pellejo. Walsh descubrió, después, que había más de un superviviente de aquella matanza, y fue contactando con ellos uno a uno. Lo fascinante de la lectura de Operación Masacre no está solo en el recuento de los hechos y la emoción de la reconstrucción de un crimen, sino en ver cómo Walsh va abriendo con sus palabras un boquete en la verdad, una pequeña puerta a la sala de los horrores de la historia de la Argentina contemporánea, y en cierta forma de toda América Latina. También impresiona el modo en que el autor va evolucionando políticamente a medida que escribe, cómo su propia investigación se vuelve aprendizaje, sabiduría viva que le va conformando como persona, que le va comprometiendo con la justicia social y con las clases desfavorecidas. Ese compromiso fue el mismo que le llevó a la muerte en 1977, en plena calle, a manos de hombres de la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada), poco después de haber enviado su famosa y estremecedora Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar. Poco antes había perdido, en la misma lucha, a su hija Victoria y a su amigo Paco Urondo.
Yo leí Operación Masacre en Buenos Aires hace 11 años, en un ejemplar gastado que me prestó una compañera de la facultad, y el impacto que me llevé fue tremendo. Saber que 451 Editores nos la trae ahora a España me alegra porque nos ayudará a entender un poco más, desde este lado del mundo, las cosas que han ocurrido y que ocurren en el otro. Uno empieza a estar cansado de la manera en que desde Europa se encapsulan, mediante titulares simplificadores y breves crónicas en los medios de comunicación, fenómenos complejos que a veces se tardan en entender toda una vida. Y no hablo de una vida leyendo en tu sillón de orejas con la calefacción encendida. Me cansa leer explicaciones cerradas acerca de un Evo Morales o un López Obrador en 5000 caracteres Times New Roman. Uno no sabe nada, pero sabe, al menos, cómo de grande es esa nada.
Un año antes, en el 56, el gobierno militar había asesinado a varios miembros de la resistencia por un supuesto intento de levantamiento contra el régimen. El hecho no tuvo ningún tipo de repercusión en los medios. Varios meses después, el periodista Rodolfo Walsh se enteró de que uno de los fusilados había sobrevivido, y de ese modo comenzó su investigación. Nueve años antes de A Sangre Fría, de Truman Capote, Walsh rompe todas las barreras entre ficción y realidad y nos alcanza esta novela con la que, a diferencia de su colega norteamericano, se jugaba mucho más que un vago sentimiento de culpa. Se jugaba el pellejo. Walsh descubrió, después, que había más de un superviviente de aquella matanza, y fue contactando con ellos uno a uno. Lo fascinante de la lectura de Operación Masacre no está solo en el recuento de los hechos y la emoción de la reconstrucción de un crimen, sino en ver cómo Walsh va abriendo con sus palabras un boquete en la verdad, una pequeña puerta a la sala de los horrores de la historia de la Argentina contemporánea, y en cierta forma de toda América Latina. También impresiona el modo en que el autor va evolucionando políticamente a medida que escribe, cómo su propia investigación se vuelve aprendizaje, sabiduría viva que le va conformando como persona, que le va comprometiendo con la justicia social y con las clases desfavorecidas. Ese compromiso fue el mismo que le llevó a la muerte en 1977, en plena calle, a manos de hombres de la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada), poco después de haber enviado su famosa y estremecedora Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar. Poco antes había perdido, en la misma lucha, a su hija Victoria y a su amigo Paco Urondo.
Yo leí Operación Masacre en Buenos Aires hace 11 años, en un ejemplar gastado que me prestó una compañera de la facultad, y el impacto que me llevé fue tremendo. Saber que 451 Editores nos la trae ahora a España me alegra porque nos ayudará a entender un poco más, desde este lado del mundo, las cosas que han ocurrido y que ocurren en el otro. Uno empieza a estar cansado de la manera en que desde Europa se encapsulan, mediante titulares simplificadores y breves crónicas en los medios de comunicación, fenómenos complejos que a veces se tardan en entender toda una vida. Y no hablo de una vida leyendo en tu sillón de orejas con la calefacción encendida. Me cansa leer explicaciones cerradas acerca de un Evo Morales o un López Obrador en 5000 caracteres Times New Roman. Uno no sabe nada, pero sabe, al menos, cómo de grande es esa nada.
2 comentarios:
¡Qué buena y útil reseña!
Y supongo que el libro también. A ver si nos sirve, entre otras cosas, para enterarnos un poco de qué fue y es el peronismo. Yo, por más que pregunto, no me entero...
Mercedes C.
Completamente de acuerdo con Mercedes C. Felicidades, Morella.
Marta S.
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