Ana Gorría
Tras publicar Invitaciones sospechosas (2001), Casa quemada (2004), Las invasiones (2006) y Golpes (2007), libro de prosa poética en colaboración con el pintor Javier Parrilla, Juan Manuel Romero presenta su quinto libro de poemas bajo el auspicio del Premio Emilio Prados en la editorial Pre-textos.
Tres secciones estructuran Hasta mañana de Juan Manuel Romero, tres núcleos de sentido en los que el poeta nos sitúa en espacios de búsqueda y de incomprensión, de posibilidad y de impotencia. A través del título, también nos propone una lectura que es al mismo tiempo, o que pretende ser, esencial e inmersa en la historicidad, promoviendo un curso dialéctico que es posible considerar el eje sustancial de este poemario, un poemario que se sustenta, como he dicho anteriormente, en la fragilidad del sujeto, en la desconfianza hacia el lenguaje y hacia el propio sentido de la temporalidad.
Desde su título, Hasta mañana, encierra la posibilidad de un lenguaje cordial, la certificación de una despedida y, al mismo tiempo, la necesidad y la posibilidad de un reencuentro. A ese reencuentro, que la propia voz poética constata como un acceso difícil, esquivo, árido, se dirige una voz que reclama nueva atención y fe para la palabra poética, para el propio pensamiento poético, que asume la tradición como una suma de conatos frustrados: "cada equivocación es otra forma/de mantenerme alerta, claridad/sobre la piel labrada por el agua". La posibilidad de la tradición a la que acude Juan Manuel Romero, encarnada en las citas de Rilke, Blanchot y Clement Rossent, se plantea como una herencia de la equivocación, un punto de encuentro, tal vez fallido como vengo repitiendo, pero para el que no cabe constatar un fin definitivo y para el que se reclama una fe que sea capaz de sostenerse sobre la poesía, tal y como nos indica en el poema perro: "créeme, necesito/esta prórroga de luz,/agua en los labios mientras todo arde".
En el fondo de esta propuesta, es posible acudir a las poéticas del recelo, que como he dicho, se vienen acuñando entre las más últimas propuestas de la poesía reciente. La incapacidad de los propios discursos, de los propios relatos para subrayar la relación entre hombre y mundo, conciencia y naturaleza, rota la posibilidad del sentido común, el marco de la representación, los andamiajes del sujeto y de la identidad, instaurando el poema como la posibilidad de una conciliación, a través de la dialéctica, entre todos esos espacios fracturados sobre los que se levanta este poemario: la intimidad y el afuera, el presente y el futuro, el ser humano en relación con los demás, en un movimiento dialéctico que también arrastra posiciones de violencia y de daño inflingido sobre la propia conciencia poética —“Pero he oído el golpe/de lo que somos contra lo que somos”— en un poemario en el que, como he dicho, cabe leer mucho del propio concepto de deconstrucción – y la necesidad de seguir levantando arquitecturas-asentado en un discurrir poético que concilia la imagen, en la que predominará el símil, con cierta tendencia a un feísmo suavizado, como intento de posibilidad de acceso o de puente ontológico hacia lo real "Igual que el tacto de un billete sucio", "la mañana se oxida como orín" y la estructura diáfana y precisa de unos poemas en los que la voz certificara la incomprensión, la necesidad y al mismo tiempo, la imposibilidad, de un sentido, la prevalencia de la ironía, como ruptura de un pacto comunicativo con el sujeto y con el mundo, sobre la analogía, prevalencia presente desde un punto de vista retórico en la constante presencia del símil frente a la metáfora, una presencia que nos indica la necesidad de encontrar y proponer ligazones ontológicas, de acceso, frente al mundo exterior a la conciencia. La propia trabazón de los poemas se instala en aquel modo arquitectónico que T.S. Eliot, bautizara como correlato objetivo, un hecho que en tanto en la dicción como en la expresión se manifiesta como cristalizador de las obsesiones poéticas que guían al poeta: la violencia de lo inmediato, la presencia del universo referencial de lo cotidiano-patente no sólo en el lenguaje, sino en títulos como accidente, desempleo, biopsia, separación, una conversación-, siempre a punto de ser trascendido para dar cuenta de nuevo de la certificación de la propia impotencia del acceso "Donde la realidad/es una gota de agua que se evapora al sol". El motivo del correlato objetivo se ancla en vivencias universales y al mismo tiempo cotidianas:
Hasta mañana, es una exploración que aporta nuevas soluciones expresivas al acervo de la tradición de la que parte el poeta Juan Manuel Romero –tal vez, el mayor riesgo que corre este libro- demasiado presente y visible en ocasiones, y que es capaz de dar forma a la problemática de la referencia, del símbolo y de la identidad, de la conflictiva relación entre sujeto y mundo con poemas como el poema Sequía: "Soy una parte de lo que se agota, / maleza de mí mismo,/ un ciego que, asustado, encendiese una lámpara."
Tres secciones estructuran Hasta mañana de Juan Manuel Romero, tres núcleos de sentido en los que el poeta nos sitúa en espacios de búsqueda y de incomprensión, de posibilidad y de impotencia. A través del título, también nos propone una lectura que es al mismo tiempo, o que pretende ser, esencial e inmersa en la historicidad, promoviendo un curso dialéctico que es posible considerar el eje sustancial de este poemario, un poemario que se sustenta, como he dicho anteriormente, en la fragilidad del sujeto, en la desconfianza hacia el lenguaje y hacia el propio sentido de la temporalidad.
Desde su título, Hasta mañana, encierra la posibilidad de un lenguaje cordial, la certificación de una despedida y, al mismo tiempo, la necesidad y la posibilidad de un reencuentro. A ese reencuentro, que la propia voz poética constata como un acceso difícil, esquivo, árido, se dirige una voz que reclama nueva atención y fe para la palabra poética, para el propio pensamiento poético, que asume la tradición como una suma de conatos frustrados: "cada equivocación es otra forma/de mantenerme alerta, claridad/sobre la piel labrada por el agua". La posibilidad de la tradición a la que acude Juan Manuel Romero, encarnada en las citas de Rilke, Blanchot y Clement Rossent, se plantea como una herencia de la equivocación, un punto de encuentro, tal vez fallido como vengo repitiendo, pero para el que no cabe constatar un fin definitivo y para el que se reclama una fe que sea capaz de sostenerse sobre la poesía, tal y como nos indica en el poema perro: "créeme, necesito/esta prórroga de luz,/agua en los labios mientras todo arde".
En el fondo de esta propuesta, es posible acudir a las poéticas del recelo, que como he dicho, se vienen acuñando entre las más últimas propuestas de la poesía reciente. La incapacidad de los propios discursos, de los propios relatos para subrayar la relación entre hombre y mundo, conciencia y naturaleza, rota la posibilidad del sentido común, el marco de la representación, los andamiajes del sujeto y de la identidad, instaurando el poema como la posibilidad de una conciliación, a través de la dialéctica, entre todos esos espacios fracturados sobre los que se levanta este poemario: la intimidad y el afuera, el presente y el futuro, el ser humano en relación con los demás, en un movimiento dialéctico que también arrastra posiciones de violencia y de daño inflingido sobre la propia conciencia poética —“Pero he oído el golpe/de lo que somos contra lo que somos”— en un poemario en el que, como he dicho, cabe leer mucho del propio concepto de deconstrucción – y la necesidad de seguir levantando arquitecturas-asentado en un discurrir poético que concilia la imagen, en la que predominará el símil, con cierta tendencia a un feísmo suavizado, como intento de posibilidad de acceso o de puente ontológico hacia lo real "Igual que el tacto de un billete sucio", "la mañana se oxida como orín" y la estructura diáfana y precisa de unos poemas en los que la voz certificara la incomprensión, la necesidad y al mismo tiempo, la imposibilidad, de un sentido, la prevalencia de la ironía, como ruptura de un pacto comunicativo con el sujeto y con el mundo, sobre la analogía, prevalencia presente desde un punto de vista retórico en la constante presencia del símil frente a la metáfora, una presencia que nos indica la necesidad de encontrar y proponer ligazones ontológicas, de acceso, frente al mundo exterior a la conciencia. La propia trabazón de los poemas se instala en aquel modo arquitectónico que T.S. Eliot, bautizara como correlato objetivo, un hecho que en tanto en la dicción como en la expresión se manifiesta como cristalizador de las obsesiones poéticas que guían al poeta: la violencia de lo inmediato, la presencia del universo referencial de lo cotidiano-patente no sólo en el lenguaje, sino en títulos como accidente, desempleo, biopsia, separación, una conversación-, siempre a punto de ser trascendido para dar cuenta de nuevo de la certificación de la propia impotencia del acceso "Donde la realidad/es una gota de agua que se evapora al sol". El motivo del correlato objetivo se ancla en vivencias universales y al mismo tiempo cotidianas:
Hasta mañana, es una exploración que aporta nuevas soluciones expresivas al acervo de la tradición de la que parte el poeta Juan Manuel Romero –tal vez, el mayor riesgo que corre este libro- demasiado presente y visible en ocasiones, y que es capaz de dar forma a la problemática de la referencia, del símbolo y de la identidad, de la conflictiva relación entre sujeto y mundo con poemas como el poema Sequía: "Soy una parte de lo que se agota, / maleza de mí mismo,/ un ciego que, asustado, encendiese una lámpara."
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