Ediciones SM, Madrid, 2008. 256 pp. 15,50 €
Mercedes Cebrián
Sabemos de sobra que uno de los temas más difíciles de abordar en la literatura para niños y jóvenes es la guerra, y por ende el odio y la violencia entre los humanos. Quizá no hayamos reparado tan a menudo en el que probablemente sea el segundo más difícil en los tiempos que corren: el valor de las palabras, y todo lo relacionado con ellas, entre otras cosas la literatura y, por oposición, el silencio.
Zara y el librero de Bagdad se impone la compleja misión de abordar estos dos aspectos de la existencia humana «explicada a los jóvenes» y supera muy decentemente la prueba. La novela tiene además sus toques metaliterarios, pues, además de un narrador en primera persona, incluye dos textos escritos por personajes de aquella, Max y Khakim, ambos apasionados por los libros y lo que estos contienen.
La principal intriga que nos mueve a seguir leyendo (y que, confío, hará aparcar la playstation a los menores de dieciocho al menos por un rato) tiene que ver con las últimas cinco palabras pronunciadas por Antonio Machado antes de morir. Ese enigma, tan alejado de uno al uso tipo «¿quién se hizo con las armas robadas?» o «¿quién mató al magnate del acero?», es motor y a la vez combustible de una historia poblada por personajes variopintos y dibujados con precisión: iraquíes, españoles, ancianos, de mediana edad y, por supuesto, la adolescente que da título al libro.
Zara y el librero de Bagdad también sale airosa a la hora de introducir dilemas morales —¿existen malos y buenos? ¿Es lícito atentar contra otros por causas nobles?—, y todo esto lo consigue moviéndose en terrenos realistas, situando las acciones contemporáneas en el mundo en el que nos toca vivir (es decir, los nombres Aznar y Bush aparecen de refilón). El único y pequeño reproche que le haría a esta novela es el de tratar de simplificar, entiendo que por exigencias “didácticas”, las complicaciones del amor cuando va unido al deseo. Si bien el texto nos hace ver sabiamente que el mundo es un lugar muy complejo, tanto hoy como en pleno comienzo de la Guerra Civil española, Max, uno de los protagonistas (quien dice haber huido del amor durante toda su vida), da por segura su felicidad vital si no hubiese huido de aquella parisina con la que se cruzó en los Campos Elíseos y que tanto le gustó cuando era un joven soldado:
Mercedes Cebrián
Sabemos de sobra que uno de los temas más difíciles de abordar en la literatura para niños y jóvenes es la guerra, y por ende el odio y la violencia entre los humanos. Quizá no hayamos reparado tan a menudo en el que probablemente sea el segundo más difícil en los tiempos que corren: el valor de las palabras, y todo lo relacionado con ellas, entre otras cosas la literatura y, por oposición, el silencio.
Zara y el librero de Bagdad se impone la compleja misión de abordar estos dos aspectos de la existencia humana «explicada a los jóvenes» y supera muy decentemente la prueba. La novela tiene además sus toques metaliterarios, pues, además de un narrador en primera persona, incluye dos textos escritos por personajes de aquella, Max y Khakim, ambos apasionados por los libros y lo que estos contienen.
La principal intriga que nos mueve a seguir leyendo (y que, confío, hará aparcar la playstation a los menores de dieciocho al menos por un rato) tiene que ver con las últimas cinco palabras pronunciadas por Antonio Machado antes de morir. Ese enigma, tan alejado de uno al uso tipo «¿quién se hizo con las armas robadas?» o «¿quién mató al magnate del acero?», es motor y a la vez combustible de una historia poblada por personajes variopintos y dibujados con precisión: iraquíes, españoles, ancianos, de mediana edad y, por supuesto, la adolescente que da título al libro.
Zara y el librero de Bagdad también sale airosa a la hora de introducir dilemas morales —¿existen malos y buenos? ¿Es lícito atentar contra otros por causas nobles?—, y todo esto lo consigue moviéndose en terrenos realistas, situando las acciones contemporáneas en el mundo en el que nos toca vivir (es decir, los nombres Aznar y Bush aparecen de refilón). El único y pequeño reproche que le haría a esta novela es el de tratar de simplificar, entiendo que por exigencias “didácticas”, las complicaciones del amor cuando va unido al deseo. Si bien el texto nos hace ver sabiamente que el mundo es un lugar muy complejo, tanto hoy como en pleno comienzo de la Guerra Civil española, Max, uno de los protagonistas (quien dice haber huido del amor durante toda su vida), da por segura su felicidad vital si no hubiese huido de aquella parisina con la que se cruzó en los Campos Elíseos y que tanto le gustó cuando era un joven soldado:
«Muchas veces me he figurado la decepción de aquella muchacha al verme correr. Casi siempre me consuelo pensando que esa misma noche me habría olvidado, y que ahora será una abuela feliz. Pero otras veces imagino que hoy es una anciana solitaria que, casi sesenta y cinco años después, sigue preguntándose por qué aquel joven soldado huyó de ella cuando era tan obvio que habrían sido inmensamente felices juntos».
Para explicar por medio de la ficción que la felicidad de esa o de cualquier otra pareja es algo que hay que construir con esfuerzo, y que no está en absoluto garantizada por más que los tortolitos sean jóvenes y estén de buen ver, haría falta otro libro del doble de grosor que Zara y el librero de Bagdad. Pero esa sería otra historia…
2 comentarios:
Sin duda que después de leer el post, realmente apetece comprarse el libro; estaré atento para ojearlo en alguna librería.
Un saludo y gracias por sugerirlo.
Me encanta este libro, es muy lindo!
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