martes, septiembre 09, 2008

Doble mirada: El síndrome de Mowgli, Andrés Pérez Domínguez

Premio Internacional Luis Berenguer. Algaida Editores, Sevilla, 2008. 328 pp. 20 €

1. Gregorio León

Acostumbrados como estábamos a novelas, a buenas novelas de espías, escritas por Andrés Pérez Domínguez, el autor sevillano de la generación del 69 nos ha sorprendido con una entrega distinta, con una voz nueva, y que sin embargo, no pierde el aroma intenso de la literatura de Primera División, aquella que resiste el paso del tiempo y que se nos mete bien adentro. Ahora no nos mueve por los secretos y peripecias que rodearon la Segunda Guerra Mundial, como hizo en La clave Pinner o El factor Einstein, dos novelas tan bien tratadas por la crítica, y lo que es más importante, como por el público. En El síndrome de Mowgli (Premio Luis Berenguer, publicado por Algaida) se mete en la piel de Rafael Montalbán, un ex boxeador que ahora vive de mamporrero y portero de puticlub, y que en dieciocho años no se ha podido sacar de las tripas la obsesión por una mujer, Lola, en torno a la que gira toda la historia.
Son varios los aciertos de este libro. Empezaré por la voz del protagonista, que se hace verosímil, admitiendo incluso sus reflexiones profundas, porque no es un mamporrero al uso, sino que Montalbán es también amigo de los libros e incluso se ha atrevido a escribir unas pocas páginas de una tentativa de novela. En la elección del tono Pérez Domínguez se la jugaba, y ha salido airosamente de una situación peligrosa. Es una voz que no cuesta imaginar en off, sobre planos en blanco y negro, con figuras apenas silueteadas sobre las que sobrevuelan unas volutas de humo, porque El síndrome de Mowgli se puede leer de muchas maneras, pero una de ellas es como homenaje al género negro. No es de extrañar que vaya encabezada por una cita de El invierno en Lisboa, una de las obras esenciales de la producción de Antonio Muñoz Molina. Pero por encima de todo, habla de un concepto recurrente en la narrativa de Andrés Pérez, la traición, y especialmente, la culpa y las posibilidades que concede la vida para expiarla. De ahí el propósito que Montalbán de intentar recuperar una historia de amor, dieciocho años después. Eso sí, sus motivaciones son distintas. Mientras que el motor de Lola es el dinero, en su caso son los sentimientos. A fin de cuentas, entregarse a ellos es la única forma que tiene de pagarle al Gordo, la única persona que de verdad ha apostado por él, lo que le hizo hace mucho tiempo, pero no el suficiente como para que Montalbán lo haya conseguido borrar de su conciencia.
La novela también supone un tributo al mundo de la radio, que es el que propicia el reencuentro de los dos amantes, tanto tiempo después. Un programa de confesiones permite al ex boxeador, asqueado de sí mismo, descubrir su despreciable trabajo, siempre metido en el barro, ese que siempre aparece en los bajos fondos, el mismo en el que se revuelcan las ratas. No se pierdan un curioso personaje bautizado con el nombre de Chocolate.
Nos encontramos, en suma, ante una novela excepcional, en la que Andrés Pérez Domínguez demuestra su destreza narrativa en una obra que puede ser una de las sorpresas de la temporada. El cuidado que el que su autor ha puesto en escribirla lo merece.


2. Pedro Domene

Una madrugada un tipo con la nariz rota y torcida, con carné falso y sin identidad propia, alguien que no existe en ningún sitio concreto, aunque responde al nombre de Montaner, es entrevistado en un programa de radio donde tiene la oportunidad de contar buena parte de su vida y, de alguna manera, expiar algunas de sus culpas en el pasado. Es la historia de Rafael Montalbán, un ex superwelter, que un buen día renunció a una carrera prometedora en el mundo del boxeo por una mujer, y desde entonces ha tenido una forma poco ortodoxa de buscarse la vida: portero de un club de alterne y matón a sueldo, como se desprende a lo largo de la entrevista. Aunque, después de veinte años, tras reconocer la voz en off de quien un día fuera el amor de su vida, decide encauzar, con otra perspectiva, su triste existencia para volver al punto de partida donde se equivocó y ajustar, de alguna manera, las cuentas a un pasado que, en una frenética búsqueda hacia la felicidad, lo llevará desde Madrid a la costa de Cádiz y desde aquí hasta una siempre añorada, Lisboa.
Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969) conseguía el XVII Premio Luis Berenguer por El síndrome de Mowgli (2008), en realidad, una historia de amor y de venganza, muy al uso de sus propuestas narrativas anteriores, La clave Pinner (2004) y El factor Einstein (2008), pero sin elementos superfluos que emborronen su decisiva intención de ofrecer una literatura de características definidas, incluida la intriga, la acción, la aventura y una trama tan creíble como efectiva, aunque en esta ocasión, sus pretensiones vayan mucho más allá porque en su protagonista se vislumbra esa necesidad humana de ser aceptado en una sociedad caduca y banal. Esta es una peculiaridad que le otorga al relato una dimensión diferente de la narrativa a que estamos acostumbrados de Pérez Domínguez. En realidad, el personaje de Montaner, bien perfilado, creíble por sus actitudes y su dimensión misma, por mucho que lo ha intentado, nunca ha logrado encontrar su lugar en el mundo, como otros muchos de los héroes de la narrativa universal que, como al sevillano, marcaron las lecturas de nuestra niñez y juventud, incluido el personaje aludido de Kipling en El libro de la selva, de ineludible referencia. Y es que su amor por Lola, entonces joven, le llevará a una escalada de asuntos sucios cuando se sienta traicionado por la joven y decida olvidarse del mundo para entrar en esa absurda rueda donde la extorsión, la violencia, el crimen organizado y el dinero campean por doquier.
Pero para conseguir su propósito, Rafael Montalbán, tendrá que volver al infierno de antaño y rescatar a una Lola madura de la que aún se siente atraído para escapar con ella a la capital portuguesa de sus sueños. Un pasado se proyecta en el presente, el amor, la amistad y la traición, son los pilares de historia sólida, aunque todo sacrificio no está exento de cierto riesgo, como se puede comprobar en estas páginas. También es verdad que, la novela desprende un sentimiento algo ajeno a la pasión, porque quien es capaz de amar mucho, no perdona fácilmente. El síndrome de Mowgli es, sobre todo, la confirmación como novelista de Andrés Pérez Domínguez, que atrapa al lector con su habitual fluidez narrativa y el espléndido desarrollo psicológico de los personajes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acabo de leer el libro y lo busqué en la web porque, de veras, necesito opinar sobre esta novela tan extrañamente personal que parece estar narrada por mí. Y no es que yo sea hombre, ni fuera ex boxeador, ni Lola existiera en mi vida. Son esos monólogos del perdedor, de la persona extremadamente sola, sin tener nadie para un consejo, ni familia, ni dinero, solo un pasado truncado y triste que le persigue, quien a veces ni piensa y actúa a la ligera, buscando una quimera, lo que me ha hecho sentir esta novela como mía.Doy gracias al autor por regalar esta lectura, me ha dejado el sabor amargo de mis derrotas, a pesar de que al final se vislumbra la hipotética posibilidad de cambiarlo todo y empezar de cero para ser alguien distinto. He aprendido a reflexionar con ella, el mensaje me ha llegado.