Guillermo Ruiz Villagordo
Percy Gloom es un hombrecillo bajito y cabezón, tímido y simpático, con cierto aire a Mister Magoo. Su mayor sueño es formar parte del equipo de «A salvo», una empresa dedicada a la confección de escritos preventivos, que no son otra cosa que las listas de advertencias que acompañan a cualquier producto con el objeto de evitar accidentes domésticos. Cuando por fin le es concedida una entrevista de trabajo emprende camino hacia la ciudad, donde se topa con sus extraños habitantes: dos niños que buscan la piedra mágica que la sostiene para que al arrancarla se desmorone y no tengan que ir al colegio; cabras tristes que cantan canciones italianas de estilo renacentista (el estilo musical se puede comprobar escuchando la canción colgada en la página oficial del comic); un entregado y desquiciado escritor preventivo que sólo aspira a ser el que más riesgos corra al investigar sobre los impensables peligros de los objetos más cotidianos y demostrar así un amor inconfesado; y, sobre todo, Tammy, la histérica fundadora de una secta nada pacífica, que le recordará a Lila, su antigua novia, arrastrada por un fanático embaucador. Poco a poco irá descubriendo lo que esconde tanto entramado de miedos mientras se pregunta si tal vez no existe alguna opción para escapar de la insólita tradición familiar que siguen los varones Gloom al llegar a determinada edad.
Ahora tengo que hacer un alto y confesar algo: acabo de descubrir que las primeras líneas de esta crítica son prácticamente idénticas a las que usa la propia editorial para presentar el libro. En un principio pienso que debo cambiarlas para que no se me acuse de plagio más o menos encubierto, pero inmediatamente después me pregunto por qué de entre todos los comienzos posibles hemos coincidido en éste en particular. Entonces me percato de que esto confirma la impresión que tenía: que es el propio libro el que invita, casi obliga, a presentarse así, ya que son las típicas palabras que utilizaríamos como introducción de un cuento. Y es que sí, de eso se trata, de un cuento, y podría añadir que del mismo tipo de los que nos contaban en la infancia, con similares ingredientes de fantasía y tragicomedia, sólo que los elementos y temas que maneja —la burocracia, la muerte, el destino, el sentido de lo real— pertenecen a la más dura y gris vida adulta. El gran mérito de Malkasian es la manera en que juega con ellos, cómo los replantea, les da la vuelta completamente y consigue componer una historia que transcurre en un mundo onírico que, aunque en principio aparente ser una sucesión de escenas surrealistas desubicadas, tiene sus propias reglas y es un reflejo imaginativo y nada condescendiente del nuestro, como iremos comprendiendo conforme avancemos en la lectura y nos reencontrernos con sus memorables protagonistas. Yendo más allá, y simplificando mucho a la vez, es una versión dibujada más dulce de El castillo de Kafka.
Según la nota biográfica de la solapa, Cathy Malkasian ha colaborado en diversos proyectos de animación, como la película de Los Thornberrys y algunos capítulos de Jumanji y Rugrats. Y efectivamente uno de los aspectos más interesantes de este su primer comic es la semejanza de su peculiar dibujo en sepia con los bocetos de una película de animación, que de hecho parecen adquirir movimiento inadvertidamente ante nuestros ojos, tan llenos de vida, de ansiedad, temor, humor y esperanza están sus personajes.
Leo lo que he escrito y sospecho que tanto éste como cualquier otro intento de aproximación resultará fallido por insuficiente. Encuentro otras impresiones de lecturas en la red y compruebo que todos los que lo hemos leido hemos quedado fascinados y atrapados por la melancolía (que no otra es la traducción de “gloom”) de este cómic. Ahora es el turno de los que aún no lo han hecho.
Ahora tengo que hacer un alto y confesar algo: acabo de descubrir que las primeras líneas de esta crítica son prácticamente idénticas a las que usa la propia editorial para presentar el libro. En un principio pienso que debo cambiarlas para que no se me acuse de plagio más o menos encubierto, pero inmediatamente después me pregunto por qué de entre todos los comienzos posibles hemos coincidido en éste en particular. Entonces me percato de que esto confirma la impresión que tenía: que es el propio libro el que invita, casi obliga, a presentarse así, ya que son las típicas palabras que utilizaríamos como introducción de un cuento. Y es que sí, de eso se trata, de un cuento, y podría añadir que del mismo tipo de los que nos contaban en la infancia, con similares ingredientes de fantasía y tragicomedia, sólo que los elementos y temas que maneja —la burocracia, la muerte, el destino, el sentido de lo real— pertenecen a la más dura y gris vida adulta. El gran mérito de Malkasian es la manera en que juega con ellos, cómo los replantea, les da la vuelta completamente y consigue componer una historia que transcurre en un mundo onírico que, aunque en principio aparente ser una sucesión de escenas surrealistas desubicadas, tiene sus propias reglas y es un reflejo imaginativo y nada condescendiente del nuestro, como iremos comprendiendo conforme avancemos en la lectura y nos reencontrernos con sus memorables protagonistas. Yendo más allá, y simplificando mucho a la vez, es una versión dibujada más dulce de El castillo de Kafka.
Según la nota biográfica de la solapa, Cathy Malkasian ha colaborado en diversos proyectos de animación, como la película de Los Thornberrys y algunos capítulos de Jumanji y Rugrats. Y efectivamente uno de los aspectos más interesantes de este su primer comic es la semejanza de su peculiar dibujo en sepia con los bocetos de una película de animación, que de hecho parecen adquirir movimiento inadvertidamente ante nuestros ojos, tan llenos de vida, de ansiedad, temor, humor y esperanza están sus personajes.
Leo lo que he escrito y sospecho que tanto éste como cualquier otro intento de aproximación resultará fallido por insuficiente. Encuentro otras impresiones de lecturas en la red y compruebo que todos los que lo hemos leido hemos quedado fascinados y atrapados por la melancolía (que no otra es la traducción de “gloom”) de este cómic. Ahora es el turno de los que aún no lo han hecho.
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