Inés Matute
Mucho antes del alba entendí que estaba tratando de enfocar una cosa que sabía desde siempre, esto es, que el coraje es una forma de constancia y que, por encima de todo, el cobarde se abandona siempre a sí mismo. Las demás bajezas llegan siempre por sí solas
Cormac McCarthy, Todos los hermosos caballos
Cormac McCarthy, Todos los hermosos caballos
¿Qué significa vivir al margen? ¿Cómo puede cambiarnos la vida el hecho de vivir en una aldea perdida de Dios, en una sociedad cerrada que sólo se preocupa por la supervivencia? En esta novela, Davide Longo, autor que triunfa en Italia, hace una profunda reflexión sobre las vidas de unos seres que se alejan de los cauces habituales de la existencia empleando un estilo duro, asalvajado, cuyo mejor recurso es, sin duda, una certera utilización del silencio y la mirada. La novela cuenta con todos los ingredientes para procurar al lector una buena ración de desasosiego y angustia: lo que a primera vista parece una novela negra ambientada en el medio rural se nos desvela más adelante como una profunda reflexión sobre el significado de lo que es vivir fuera de la ley, ensimismado y de espaldas al mundo. Entre árboles, nieve y frío, mucho frío, los seres del valle encajan con exquisita naturalidad la muerte de animales y personas, la falta de información, ambición y perspectiva, la carencia de lo más básico. Y lo hacen sin tristeza y sin rebeldía; a fin de cuentas, no han conocido otra cosa.
Al irme adentrando en sus páginas, en esta historia aparentemente simple de cadáver, mentira y rencores viejos, volví a paladear la grisura de ciertos inviernos —lejanos ya— en la zona de los Ancares, donde conseguir un buen fuego y alimento en condiciones se convertía en el único objetivo de interminables jornadas pintadas de blanco, donde el aullido del lobo y el crujido de los árboles al ser tumbados por el viento constituían las notas básicas de una apocalíptica banda sonora, difícil de olvidar. Aquí, Davide Longo consigue, mediante la utilización de un vocabulario de uso corriente, rehuyendo todo artificio, que sintamos con él el repelús de las sábanas húmedas, el miedo de quien asciende por la montaña sabiéndose observado, la sensación de animalidad triste de quien fornica con una desconocida y un minuto más tarde cae profundamente dormido sobre los tablones del suelo. Sus personajes son ásperos y están acostumbrados a la sangre, son gente de pocas palabras y mucha iniciativa, amiga de guardar secretos. En este marco, poco importa a qué se dedique cada cual, nada importan esos seres marginales que intentan alcanzar Francia huyendo a través del monte, ayudados por “el pasador”; su destino no le quita el sueño a nadie. En realidad, uno tiene la sensación de que vida y muerte en este valle del Piamonte son dos caras de lo mismo, y que estar en una o en otra es algo a contemplar con indiferencia. El comedor de piedras es una de esas novelas, nada previsibles, se recuerdan mucho tiempo después de haber sido leídas, que apetece retomar aunque la traducción del italiano, a mi juicio, no es todo lo brillante que debiera.
Davide Longo (Carmagnola 1971) es escritor, documentalista y autor de textos teatrales y radiofónicos. Sus novelas Un mattino a Irgalem y Il mangiatore di petre han sido traducidas a varios idiomas. Vive en Carmagnola y es profesor de literatura creativa en la Escuela Holden de Turín.
Al irme adentrando en sus páginas, en esta historia aparentemente simple de cadáver, mentira y rencores viejos, volví a paladear la grisura de ciertos inviernos —lejanos ya— en la zona de los Ancares, donde conseguir un buen fuego y alimento en condiciones se convertía en el único objetivo de interminables jornadas pintadas de blanco, donde el aullido del lobo y el crujido de los árboles al ser tumbados por el viento constituían las notas básicas de una apocalíptica banda sonora, difícil de olvidar. Aquí, Davide Longo consigue, mediante la utilización de un vocabulario de uso corriente, rehuyendo todo artificio, que sintamos con él el repelús de las sábanas húmedas, el miedo de quien asciende por la montaña sabiéndose observado, la sensación de animalidad triste de quien fornica con una desconocida y un minuto más tarde cae profundamente dormido sobre los tablones del suelo. Sus personajes son ásperos y están acostumbrados a la sangre, son gente de pocas palabras y mucha iniciativa, amiga de guardar secretos. En este marco, poco importa a qué se dedique cada cual, nada importan esos seres marginales que intentan alcanzar Francia huyendo a través del monte, ayudados por “el pasador”; su destino no le quita el sueño a nadie. En realidad, uno tiene la sensación de que vida y muerte en este valle del Piamonte son dos caras de lo mismo, y que estar en una o en otra es algo a contemplar con indiferencia. El comedor de piedras es una de esas novelas, nada previsibles, se recuerdan mucho tiempo después de haber sido leídas, que apetece retomar aunque la traducción del italiano, a mi juicio, no es todo lo brillante que debiera.
Davide Longo (Carmagnola 1971) es escritor, documentalista y autor de textos teatrales y radiofónicos. Sus novelas Un mattino a Irgalem y Il mangiatore di petre han sido traducidas a varios idiomas. Vive en Carmagnola y es profesor de literatura creativa en la Escuela Holden de Turín.
1 comentario:
Te he dejado un comentario lleno de interrogantes en la entrada de Kafka en la orilla... Y envuelta en mi mar de dudas no he caído en la cuenta de que no te he felicitado por tu blog. Gracias por tus recomendaciones y tus elaboradas entradas.
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